miércoles, 30 de marzo de 2011

UN LUGAR LLAMADO GLORY


Un lugar llamado Glory (Die Hölle von Manitoba)
1965
España/Alemania
Director: Sheldon Reynolds
Reparto: Lex Barker, Pierre Brice, Marianne Koch, Gèrard Tichi, Ángel del Pozo, Aldo Sambrell, Antonio Molino Rojo, Víctor Israel, Wolfgang Lukschy, Hans Nielsen, Alfonso Rojas, Jorge Rigaud, Carlos Casaravilla, Santiago Ontañón, Alberto Dalbes, Miguel Angel Gil, Luis Barboo, Roberto Martín, Ángel Menendez, Gaspar Gonzalez 
Guión: Jerold Hayden Boyd, Edward Di Lorenzo, Fernando Lamas 
Fotografía: Federico G. Larraya
Música: Ángel Arteaga


Coproducción hispano-alemana de 1965 dirigida por Sheldon Reynolds (director, guionista y productor estadounidense que desarrollo su carrera básicamente en el medio televisivo) en la que demuestra su apego y conocimiento de los westerns clásicos y ha supuesto una agradable sorpresa para mí.


Nos encontramos ante una propuesta muy alejada de la exitosa “Por un puñado de dólares” al tomar como modelo a los westerns norteamericanos, hecho al que no fue ajeno el estar involucrada en el proyecto la Central Cinema Company, productora alemana creada en 1946 por Artur Brauner que en los años sesenta intentó recuperar para Europa a algunos de los talentos que emigraron a Estados Unidos como Fritz Lang con su excepcional díptico situado en la India (“El tigre de Esnapur” y “La tumba india” ambas con Debra Paget de protagonista), William Dieterle o Robert Siodmack el cual dirigió un par de westerns basados en novelas del escritor alemán Karl May también protagonizadas por Lex Barker; además de participar en grandes producciones, al estilo de las realizadas por Samuel Bronston en España, como la saga de los Nibelungos dirigida por Harald Reinl o el film “La invasión de los bárbaros” que, filmada por Siodmack, contó con un gran elenco, y de recuperar una figura clave en el cine fantástico alemán, el Doctor Mabuse.


En esta ocasión trató de explotar el éxito que en Europa y sobre todo en Alemania, donde se había convertido en un gran fenómeno, estaban teniendo la serie de películas basadas en los personajes de Old Shatterhand y Winnetou creados por el mencionado novelista alemán (en concreto se habían estrenado cinco de ellas y la propia CCC había participado en la que constituyó el proyecto más ambicioso, “La última batalla de los apaches” dirigida por el argentino afincado en los EEUU Hugo Fregonese); para lo que contó con sus dos intérpretes principales, auténticos ídolos a mediados de la década de los sesenta, el norteamericano Lex Barker y el francés Pierre Brice y planteó, desde el punto de vista cinematográfico, un western continuista de los protagonizados por ambos.


El film cuenta con dos tramas diferenciadas:


-La primera y más interesante nos muestra a un pueblo, Glory, que todos los años el 4 de octubre, para celebrar el día de su fundación, organiza un duelo a muerte entre dos pistoleros, así se banaliza a la muerte al aparecer ésta, en una gran escena final, como un mero espectáculo en el que tan sólo importa el éxito del mismo (tema tristemente de actualidad con la política de producción de muchas cadenas televisivas en las que se mercadea con las miserias humanas de índole privado de los personajes entrevistados y a las que prácticamente sólo les queda vender la muerte de éstos). Esta interesantísima idea (el tratamiento de la muerte como espectáculo sin ningún tipo de connotación moral), que en principio podría parecer desorbitada, sería retomada por otros dos westerns norteamericanos: la dramática “El gran duelo” dirigida en 1971 por Lamont Johnson y la más desenfadada “Rápida y mortal” que dirigió en 1995 Sam Raimi.


-La segunda apunta a un tema clásico tratado profusamente por el western estadounidense, el enfrentamiento entre colonos (como símbolo de las alambradas y de las cercas) y ganaderos (representantes de los grandes espacios abiertos) en el que se verán involucrados los dos protagonistas durante su estancia en Powder City.


Lo primero que me llamó la atención de la película es su empaque formal con una cuidadísima dirección en la que abundan elegantes movimientos de cámara y bellos encuadres, un acertado montaje, una magnífica fotografía (los escenarios naturales están bellamente retratados, sobre todo los correspondientes a dos escenas que se desarrollan en torno a un río) de Federico Larraya que ya había dado muestras de su buen hacer, junto a Massimo Dallamano, en “Por un puñado de dólares”; así como la gran labor de ambientación para la que se aprovechó el estudio que los hermanos Balcázar tenían en Esplugues de Llobregat y a la que también contribuyó un presupuesto que se antoja superior a la media. Y a ello hay que añadir una adecuada y estupenda banda sonora compuesta por Ángel Arteaga que cuenta con un gran y pegadizo tema principal también de sonoridad clásica.


Como aspectos menos afortunados creo que nos encontramos con el ritmo de la película, así durante parte del desarrollo de la historia en Powder City el western se me hizo un poco lento sobre todo por un guión, en el que intervino el otrora galán Fernando Lamas, que alarga en demasía las situaciones (buena parte del metraje consiste en los repetidos conatos de enfrentamiento entre los hombres de Jack Villaine y los dos protagonistas). Por otra parte el director creo que no consigue dar con el tono adecuado respecto a la tensión creciente entre ambos bandos.


Por lo que respecta a los actores, los astutos productores jugaron con la sorpresa del posible enfrentamiento en un duelo entre los dos protagonistas, Lex Barker y Pierre Brice, que hasta el momento habían aparecido en cuatro películas de la mencionada saga basada en novelas de Karl May como inseparables y leales amigos y hermanos de sangre. Pero mientras el apolíneo Barker se muestra bastante cómodo en el papel de Clint, un pistolero que se gana la vida aceptando duelos y se caracteriza por no llevar sombrero; Brice, un actor con cierto parecido físico con Rock Hudson, no me gustó como el pistolero de origen francés Reese, aliado de Clint en Powder City pero posible rival en Glory, al haber acabado con el pistolero contratado para enfrentarse a Clint. Junto a ellos una más que correcta Marianne Koch (actriz habitual por esos años en los westerns coproducidos por Alemania: “Por un puñado de dólares”, “Tierra de fuego”, “Clint el Solitario”) da vida a Jade, antiguo amor de Clint e hija de Seth un buen hombre que al dejar asentarse a los colonos en sus tierras y, como corresponde a su nombre, protegerlos (el dios Seth en la mitología egipcia era el protector de las caravanas) provoca la ira de Jack; el también alemán Gerard Tichy está estupendo como el malvado y traicionero Jack Villaine, mientras que George Rigaud se muestra convincente como el bondadoso Seth, un antiguo pistolero que ha abandonado las armas. Además aparecen rostros muy conocidos dentro del subgénero como Aldo Sambrell y Antonio Molino Rojo que dan vida a dos de los secuaces de Jack, Ángel del Pozo en el papel de un colono, Víctor Israel en el rol del recepcionista del hotel o Luis Barboo como un espectador-pistolero de Glory.


Por último comentaros que la película obtuvo un gran éxito y gracias a que contó con la distribución de la Embassy Pictures Corporation de Joseph E. Levine fue uno de los primeros euro westerns estrenados en los EEUU, intentando la CCC repetir el éxito al año siguiente con la, para mí, inferior “La balada de Johnny Ringo” en la que volvió a reunir como amantes a Lex Barker y Marianne Koch.


Tengo el DVD que en su día editó Impulso Records con una excelente imagen y muy buen sonido, no obstante apenas tiene extras (fichas técnica y artística más alguna foto de la película).


En resumen, un interesante euro western, cercano tanto en uno de sus temas como en el diseño de producción al western clásico, que cuenta con una factura técnica impecable a la altura de las producciones de tipo medio realizadas en los EEUU.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 6
AMBIENTACIÓN: 7
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 6
MÚSICA: 7

MEDIA: 6,4

viernes, 25 de marzo de 2011

BAÑO DE SANGRE AL SALIR EL SOL



Baño de sangre al salir el sol (Mille dollari sul nero)
1966 
Italia/Alemania 
Director: Alberto Cardone
Reparto: Anthony Steffen, Gianni Garko, Erika Blanc, Franco Fantasia, Sieghardt Rupp, Angelica Ott, Daniela Igliozzi, Ettore Arena, Sal Borgese, Carla Calò, Carlo D'Angelo, Mario Dionisi, Chris Howland, Gino Marturano, Roberto Miali, Mario Dionisi, Gaetano Scala, Gianni Solaro, Olga Solbelli
Guión: Ernesto Gastaldi, Rudolph Knoblich, Vittorio Salerno
Fotografía:  Gino Santini
Música: Michele Lacarenza


Alberto Cardone fue un realizador italiano que mostró predilección por el western (de su corta filmografía, tan sólo once títulos dirigidos, siete son spaghettis). 

En 1966 dirige dos spaghettis (“Siete dólares al rojo” y el que nos ocupa) que conforman una especie de díptico trágico y con connotaciones religiosas sobre la familia, y presentan bastantes puntos en común. Así en ambas sus títulos (“Baño de sangre al salir el sol” se titula originariamente “Mille dollari sul nero”) hacen referencia al juego; la familia, y más concretamente la destrucción de la misma, cobra gran importancia por lo que se acentúan los elementos melodramáticos de las historias; la primera se abre con una cita bíblica tomada de los Proverbios del Rey Salomón alusiva a la relación entre padres e hijos mientras que la segunda se cierra con otra cita, en esta ocasión del Levítico, referente al tema principal de ésta, el enfrentamiento entre hermanos (”No odies a tu hermano en tu corazón, y no te levantes contra tu sangre”); no solamente coincide el actor principal (Anthony Steffen) sino que también aparecen en roles similares tanto Carla Caló (en la primera hacia el papel de madre adoptiva de Jerry, mientras que en la segunda es la madre de los dos protagonistas) y Roberto Miali (en “Siete dólares al rojo” desempeño el papel del hijo del protagonista mientras que en “Baño de sangre al salir el sol” es prácticamente adoptado por el héroe, además de llamarse en ambos filmes Jerry); la banda sonora con un tema principal con bastantes semejanzas y en el que predomina un instrumento de viento, así en el primer spaghetti éste estaba compuesto por Francesco de Masi e interpretado al trombón solista por Michele Lacerenza, mientras que en el segundo la composición corresponde a este último además de tocar la trompeta solista; por último los dos spaghettis fueron producidos por Mario Siciliano.

SINOPSIS: Johnny Liston tras haber cumplido una condena de doce años por un asesinato que no cometió se encuentra con que su hermano, Sartana, alentado por su propia madre, se ha convertido en un temible forajido que, al más puro estilo mafioso, extorsiona a los habitantes de la región prometiéndoles seguridad a cambio del pago de unas cantidades abusivas. Johnny se dispondrá a cambiar esta situación, hecho que le llevará al enfrentamiento con su hermano.


Nos encontramos ante un spaghetti oscuro y muy duro con abundantes escenas de una gran violencia como aquella en la que un pistolero utiliza su caballo para aplastar a una mujer y a su bebe o la muerte del lugarteniente de Sartana, en la que los guionistas, entre ellos Ernesto Gastaldi que lo volvería hacer con más acierto en “Tu cabeza por mil dólares”, reflexionan sobre los lazos familiares y las difíciles relaciones que se establecen entre los hermanos y los padres sobre todo si predominan sentimientos como los celos y la rivalidad. Además en el haber del guión se debe anotar el estudio psicológico de los personajes, de mayor profundidad de lo que era habitual en este subgénero; así los dos hermanos, que están muy lejos de ser personajes planos, se debatirán entre su todavía existente vínculo fraternal y la necesidad, a la que ambos se resisten, de acabar de una vez con el otro. Pero todas estas virtudes creo que quedan en gran parte eclipsadas al no haber sido capaces, o no haber querido, desarrollarlas los escritores y al decantarse en gran parte de la película por los caminos más trillados y fáciles (son abundantes las peleas sin mucho sentido como la inicial que sostiene el protagonista con dos esbirros de su hermano, los tiroteos un tanto cansinos y las idas y venidas con los caballos casi siempre por los mismos paisajes, prueba del limitado presupuesto con que se contó para la realización del film) de tal manera que el desarrollo de la trama principal se resiente bastante y no termina de progresar adecuadamente (no entendí muy bien el cambio tan brusco que se produce en la madre de los dos protagonistas, mientras que la escena en la que se descubren los tejemanejes del juez es de una gran simpleza).

Alberto Cardone, Albert Cardiff en los títulos de crédito, creo que tampoco supo aprovechar del todo el material que tenía entre sus manos, además de dirigir, para mí, de forma bastante desafortunada y precipitada, hecho que se aprecia en los abundantes planos desencuadrados y en algún que otro desenfoque; así como, abusa del zoom, de los típicos planos aéreos en los exteriores o de los primerísimos planos (más propios del cine mudo). A ello hay que añadir un montaje un tanto caótico con transiciones muy bruscas entre las distintas escenas (no sé si se deberá a algún corte que tenga la versión que he visto). No obstante consigue momentos de gran intensidad, sobre todo los relativos a la relación existente entre la madre y sus hijos, y otros estéticamente sobresalientes como la secuencia nocturna en la que los hombres de Sartana portando numerosas antorchas rodean a Johnny.
Entre los aspectos positivos destaca, sin duda, la banda sonora compuesta por Michele Lacerenza (compositor e instrumentista) muy variada y dramáticamente bien utilizada, que cuenta además con un gran tema principal.


Otro de los elementos destacados es el reparto al reunir a dos de los actores más emblemáticos de este subgénero: Anthony Steffen y Gianni Garko. El primero encarna a Johnny Liston que condenado por un delito que no cometió intenta, a pesar de la oposición y desconfianza de los habitantes de la región, reinsertarse en la sociedad, al mismo tiempo que será despreciado por su madre por no usar la fuerza bruta y se debatirá entre el cariño que todavía siente por su hermano y la necesidad de poner fin a sus desmanes. A pesar de sus conocidas limitaciones creo que está mejor que en otros spaghettis, además de mostrarse en plena forma en las escenas de acción. Gianni Garko, en su debut en el eurowestern, hace una gran composición como Sartana (nada que ver con el personaje que encarnaría hasta en cuatro ocasiones bajo la dirección de Gianfranco Parolini y Giuliano Carnimeo) un hombre torturado, celoso de su hermano (incluso aprovecha que está en prisión para amancebarse con Manuela la antigua novia de Johnny), con cierto complejo de Edipo y violento, que ha hecho de la fuerza bruta su medio de vida aterrorizando, al más puro estilo mafioso, a la población de la región con sus hombres con los que convive en una especie de ruinas precolombinas que chirrían un poco. La verdad es que la presentación del personaje arrojando comida que se llena de arena a Jerry para, posteriormente, golpearle con un látigo es realmente buena. Junto a ellos, en un papel con una mayor trascendencia de los que se reservaban a las mujeres en los spaghettis, Carol Brown, en realidad Carla Caló, como la madre de los protagonistas que, vestida de riguroso luto, vive en una especie de mansión victoriana (me recordó ligeramente en alguna secuencia a la madre de Norman Bates en “Psicosis”), una mujer resentida, amargada y torturada que tiene gran culpa del comportamiento de Sartana ya que jalea el hecho de que a través de la violencia haya conseguido salir de la pobreza y de las supuestas humillaciones que por parte de la población de Campos City venían padeciendo; mientras que desprecia la actitud de Johnny que ni tan siquiera sabe llevar un colt. En este sentido cobra gran importancia la escena en la que tras asesinar Sartana a sangre fría a un hombre, Johnny le pregunta a su madre “¿En esto se ha convertido mi hermano?” y ésta le contesta: “El sabe lo que hace. Si lo ha matado el sabrá por qué”. Junto a ellos en papeles menores Roberto Miali un tanto histriónico como Jerry, el hermano mudo de Manuela que será “adoptado” por Johnny, Franco Fantasia que vuelve a repetir el rol de sheriff de “Siete dólares al rojo”, el austriaco Sieghardt Rupp que está estupendo como el siniestro lugarteniente de Sartana y Erika Blanc en el rol de la hija del hombre al que supuestamente asesinó Johnny, que inexplicablemente pasa de querer que lo maten a enamorarse de él.

En resumen un interesante y entretenido spaghetti en el que se intuye una muy buena historia que poco a poco se va diluyendo tanto por la inadecuada labor del director como por el continuo recurso a las trilladas secuencias de tiroteos, peleas y cabalgadas, potenciadas en detrimento del desarrollo del drama.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 6
AMBIENTACIÓN: 6
DIRECCIÓN: 5
ACTORES: 7
MÚSICA: 7

MEDIA: 6,2

viernes, 18 de marzo de 2011

POR LA SENDA MÁS DURA


Por la senda más dura (Take A Hard Ride)
1975
Italia/ Usa
Director: Antonio Margheriti
Reparto:   Lee Van Cleef, Jim Brown, Fred Williamson, Catherine Spaak, Jim Kelly, Barry Sullivan, Dana Andrews, Harry Carey Jr., Robert Donner, Charles McGregor, Leonard Smith, Ronald Howard, Ricardo Palacios, Robin Levitt, Buddy Joe Hooker, Paul Costello, Hal Needham
Guión: Jerry Ludwig, Eric Bercovici
Fotografía: Riccardo Pallottini 
Música: Jerry Goldsmith


En 1975 (fecha de realización del film) el spaghetti se encontraba en plena decadencia y cada vez las propuestas eran más extravagantes, incluyendo entre éstas la mezcla con géneros como la comedia o el cine de artes marciales (“Mi nombre es Shangai Joe”, “El karate, el colt y el impostor”). En este caso parece que la 20 Centuy Fox se planteó hacer un híbrido entre el western y el denominado cine blaxpoitation (películas de acción generalmente de serie b realizadas por negros y dirigidas a un público mayoritariamente de raza negra) que, nacido a principios de la década de los setenta, estaba en pleno auge en el momento de realización de este largometraje. Para ello contaron con tres de sus máximas estrellas que el año anterior habían aparecido juntos en “Los demoledores”, un film de gran éxito entre la comunidad negra, los ex jugadores de futbol americano Jim Brown y Fred Williamson a los que se añadió Jim Kelly, de gran popularidad en ese momento al haber intervenido junto a Bruce Lee en “Operación Dragón”, último film de Lee. Por lo que he leído los tres protagonistas intentaron que se escogiera también a un director negro pero la productora se negó y optó por Antonio Margheriti, alias Anthony M. Dawson, uno de los grandes realizadores del terror europeo con experiencia en combinar el western con otros géneros: terror gótico (“Y Dios dijo a Cain” de 1970) o artes marciales (la nombrada “El karate, el colt y el impostor” filmada en 1975). Además para hacer aún más comercial la película se contó con uno de los grandes mitos del spaghetti como era Lee Van Cleef, que había colaborado con Jim Borwn en “El Cóndor”, un western norteamericano rodado en Almería y con fuerte influencia “spaghettera”, y volvería aparecer junto a él en la nefasta producción de la pareja Golam-Globus rodada en Israel “Venganza sangrienta”, y algunas viejas glorias de Hollywood como Dana Andrews o Barry Sullivan; e igualmente con el objeto de darle un toque todavía más exótico se trasladaron a las Islas Canarias para rodarlo (en el film se pueden distinguir, entre otros, accidentes geográficos tan emblemáticos como El Charco de los Clicos en Lanzarote o El Roque Chinchado en Tenerife).


Morgan, un importante ganadero, tras vender por 86.000 dólares todo el ganado que había transportado desde Sonora muere de un ataque al corazón, pero justamente antes le hace prometer a su fiel capataz, Pike, que regresará con el dinero para hacer realidad un sueño, la construcción de una comunidad más justa. La noticia correrá como la pólvora por toda la región y Pike será perseguido por todo tipo de pistoleros, un implacable cazador de recompensas llamado Kiefer, un peculiar predicador racista, el sheriff del pueblo, dos de los vaqueros que habían colaborado en el transporte del ganado que se aliarán con Kiefer y un grupo de bandidos mejicanos. A cambio contará con la ayuda Tyree un elegante tahúr que también desea apoderarse del dinero, de una ex prostituta francesa a la que salva y de Kashtook, el leal criado de ésta de raza india.


La película comienza bastante bien con la presentación de Lee Van Cleef, un inflexible cazador de hombres que acaba sin piedad con un antiguo bandido reinsertado en la sociedad, para más tarde cuando el sheriff de la localidad le dice que la gente del pueblo consideraba al muerto un buen hombre, responderle que lo único que importa es que estaba reclamado por la ley. Pero a partir del planteamiento del tema principal de la película que cuenta con la gratificante presencia de Dana Andrews y desde el momento en que comienza el viaje de vuelta del honrado Pyke con los 86.000 dólares, el film empieza a flojear, tanto por los extravagantes personajes que lo pueblan, sobre todo Tyree (es bastante improbable que en esa época y en el sur un norteamericano negro fuese un jugador de póker profesional y encima se permitiera el lujo de hacer trampas) y Kashtook un piel roja mudo que no sé sabe cómo es experto en artes marciales; como por un guión bastante repetitivo y endeble consistente en ir presentando a distintos perseguidores a los que se va haciendo desaparecer a capricho de los guionistas; además de contar con un final un tanto absurdo que no cuento para no destripar el film, con situaciones poco creíbles (Kiefer contrata a una banda de mejicanos pagándoles 100 dólares a cada uno y estos aceptan sin plantearse que no necesitan al cazador de recompensas para nada), fallidas como cuando intentan acabar con Kiefer dos de sus hombres o ridículas como la presentación del personaje interpretado por Jim Kelly.


No obstante la película se deja ver con cierto interés gracias a su buena factura técnica. Así la mano de su director, además de en el comienzo, se nota en algunas escenas de acción, como el estupendo y espectacular tiroteo filmado en un precioso cañón; escena a la que, supongo, no fue ajeno el director de la segunda unidad Hal Needham, un profesional que empezó como doble de las estrellas para terminar dirigiendo películas. A la labor de Margheriti y Nedham hay que añadir la estupenda fotografía de Riccardo Pallottini que retrata bellamente los variados, agrestes y escarpados paisajes canarios hasta tal punto de que parecen propios del sur de los Estados Unidos, y el buen trabajo en la dirección artística de Julio Molina, un profesional con bastante experiencia en el spaghetti.


Para la banda sonora se contó con uno de los grandes músicos nominado al Oscar en diecisiete ocasiones, Jerry Goldsmith quien, para la ocasión, compuso un tema principal más cercano al western clásico con cierta influencia del tema principal de la película “Bandolero”, también escrito por él. El resto de temas incidentales son más flojos aunque están bien insertados en la acción.


Por lo que respecta al reparto, el protagonista es Jim Brown (“Río Conchos”, “Doce del patíbulo”) que está bastante correcto como Pyke, el honrado capataz de Morgan que hará todo lo posible por regresar con el dinero y, encarna, por tanto, al héroe recto y honesto característico del western clásico. Junto a él, cediéndole el protagonismo, aparece un avejentado Lee Van Cleef en el papel de Kiefer que se limita a estar por ahí, aunque la verdad su papel tampoco da para mucho más ya que en gran parte del metraje se comporta como si tan sólo estuviera observando los acontecimientos. Fred Williamson se me antojo un tanto insoportable como Pyke (un personaje que me recordó ligeramente al interpretado por Sidney Poitier en “Duelo en Diablo”) ya que parece que quiere robarle todos los planos al más sobrio Brown. Jim Kelly directamente no actúa sino que dado su absurdo personaje (un indio mudo experto en artes marciales) se limita a dar patadas, saltos y correr (no sé sabe por qué no monta a caballo). La actriz francesa Catherine Spaak, hija del gran guionista Charles Spaak, da vida convincentemente al único personaje femenino. Y en papeles secundarios nos encontramos con las agradables presencias de Dana Andrews (una vieja estrella que destacó, sobre todo, en el cine negro de la mano de directores de la talla de Otto Preminger o Fritz Lang) como Morgan, Barry Sullivan (“Cautivos del mal”, “Forty Guns”) en el rol del corrupto sheriff y Harry Carey Jr. (hijo de Harry Carey y habitual en el cine de John Ford al que se le rinde homenaje en una escena) que da vida a uno de los hombre de Kiefer.


Como curiosidad comentaros que el trío protagonista (Brown, Williamson y Kelly) volvió a aparecer en “Apuesta peligrosa” un film dirigido por el propio Williamson en 1982 en el que también tuvo un papel destacado Richard Roundtree (otro de las principales estrellas del blaxpoitation).

Tengo la copia puesta en circulación por Nacadih Vídeo con una excelente imagen y buen sonido aunque totalmente cicatera con los extras (directamente no hay).


En definitiva un extraño western que contaba con un gran potencial pero algo decepcionante al fallarle el guión que no sabe desarrollar ni a los personajes ni las situaciones (el final, sobre todo, es poco creíble, precipitado y fallido). No obstante gracias a su buena factura técnica, bastante por encima de la media, y sus abundantes escenas de acción se deja ver sin aburrir demasiado.


PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 4
AMBIENTACIÓN: 6
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 5
MÚSICA: 6
MEDIA: 5,4

martes, 15 de marzo de 2011

LLEGO, VEO, DISPARO


Llego, veo, disparo
1968
España-Italia
Director: Enzo G. Castellari
Reparto: Antonio Sabato, John Saxon, Frank Wolff, Agata Flori, Leo Anchoriz, Antonio Vica, Rosella Bergamonti, Jesefina Serratosa, Edy Biagetti, Leonardo Scavino, Caterina Trentini, Paolo Magalotti, Margaret Horowitz, Roberto Fuentes, Pilar Velázquez, Tito García, Claudio Castellani, Jose Maria Tasso, Ivan Scratuglia, Luis Barboo, Víctor Israel, Maria Vico, Hercules Cortez, Pietro Ceccarelli
Guión: Augusto Finocchi, Vittorio Metz, Jose Maria Rodríguez, Enrique Llovett
Fotografía: Alejandro Ulloa
Música: Carlo Rustichelli 


Coproducción italo-española dirigida en 1968 por Enzo G. Castellari, hijo del también director Marino Girolami y uno de los máximos representantes del spaghetti western que había debutado en este subgénero, aunque sin acreditar, en “Alambradas de violencia” (1967). Director dotado con una innegable impronta visual pero, para mí, bastante irregular cuenta con títulos destacados como “Jhonny Hamlet” o, incluso, fundamentales como la crepuscular “Keoma” junto con otros realmente decepcionantes (“Tedeum”). Fuera del spaghetti esta irregularidad se repite ya que tras dirigir dos notables poliziescos protagonizados por su amigo Franco Nero (“Il cittadino si ribella” y “La policía detiene, la ley juzga”, ambas de 1974) o una cinta bélica de culto, “Aquel maldito tren blindado” (1978) a la que rindió homenaje Quentin Tarantino, pasó a convertirse en los años ochenta en uno de los máximos representantes del denominado Eurotrash con largometrajes como “Tiburón 3” por la que fue demandado por la todopoderosa Universal al entender que había plagiado la famosa película de Spilberg o su tríptico post-apocalíptico en el que destaca “Los nuevos bárbaros” (1982), un claro homenaje a “Por un puñado de dólares”; para en los años noventa dedicarse a productos destinados, básicamente, a la televisión.




Moisés Lang, un atracador de tres al cuarto, aborta involuntariamente el intento de asalto a una diligencia, que transportaba 400.000 dólares, perpetrado por Edwin Kean, un actor reconvertido en atracador. Tras superar sus diferencias deciden recuperar los 400.000 dólares ahora depositados en el banco de Springwood. Una vez cometido el robo, se les unirá Clay, otro actor y aventurero, ya que gran parte del dinero robado por éstos lo había ganado jugando al póker y por tanto le pertenece. A partir de ese momento los tres pícaros intentarán engañarse entre ellos con el objeto de no compartir el botín, así como tendrán que hacer frente al ejército que pretende recuperarlo y a los hombres de Garrito, un temible bandolero mejicano.


Segunda parte de una peculiar trilogía iniciada con “Voy, le mato y vuelvo” de 1967 (film que homenajeaba a “El bueno, el feo y el malo”) y “Mátalos y vuelve” de 1968 (con clara influencias tanto del citado largometraje de Leone como de la cinta bélica “Doce del patíbulo”) que para mí constituye la más floja de las tres, ya que si en la primera introducía elementos cómicos (sobre todo en un par de escenas de peleas en las que se podía ve la huella de, entre otros, varios filmes clásicos de aventuras protagonizados por Burt Lancaster como “El temible burlón”) pero éstos estaban bien insertados en una trama seria, aquí se decanta abiertamente por la comedia disparatada, hecho en el que sin duda tuvo gran importancia la participación en el guión, junto con el más habitual en el spaghetti Augusto Finocchi, del escritor Vittorio Metz responsable de buena parte de los libretos pensados para el gran actor cómico Totó.


Así, tras un comienzo prometedor, la película se convierte en una sucesión de persecuciones y peleas pretendidamente divertidas protagonizadas por los tres protagonistas que terminan por hacerse larguísimas, pesadísimas y aburridísimas, y cuya culminación lo constituye el enfrentamiento en un río a modo de partido de waterpolo en el que los protagonistas se lanzan la bolsa con el dinero como si fuera la pelota mientras van acabando con los hombres de Garrito. Por todo ello creo que este spaghetti puede considerarse como un claro antecedente de “Le llamaban Trinidad” película que basaba su humor, aparte de en las replicas ingeniosas, en las numerosas peleas pretendidamente divertidas protagonizadas por los dos actores principales, y de todas sus imitaciones con las que se consiguió revivir a este subgénero por unos años, aunque, finalmente, terminaron por hundirlo.

No obstante este eurowestern presenta elementos que lo diferencian claramente de la mayoría de los spaghettis cómicos que proliferaron a partir del éxito de la película de Barboni y lo sitúan, a mí entender, por encima de éstos:


Algunos gags bastante conseguidos como las situaciones surrealistas que se producen al vestirse Edwin, que como buen actor tiene tendencia al travestismo, de sacerdote, lo que le lleva incluso a oficiar un responso por un fallecido; o la esperpéntica conversación mantenida en una Iglesia por Clay con un sacerdote, hermano de Rosario, la novia de Moisés que supuestamente ha quedado embarazada del primero, hecho por el que toda su familia le está persiguiendo y por lo que se ha refugiado en la iglesia.


Ciertas dosis de violencia, marca de la casa de Castellari; así choca bastante el largo y realista tiroteo entre los hombres de Garito y los soldados de la Unión con el tono jocoso del resto del film.


La cuidada dirección de Castellari, que está, para mí, muy por encima de la historia que cuenta (la presentación de Clay o el largo tiroteo anteriormente citado creo que constituyen buenos ejemplos de ello).


Por lo que respecta a la festiva banda sonora compuesta por Carlo Rustichelli, creo que junto a la dirección es de lo mejor del film y se ajusta muy bien al tono cómico del mismo.


En cuanto a los actores se produce un desequilibrio en el trío protagonista. Así nos encontramos a Ernesto Sabato, actor bastante limitado, que para dar vida a Moisés Lang pretende, sin conseguirlo, emular a Guiliano Gemma sonriendo constantemente y haciendo piruetas; John Saxon un mediocre actor estadounidense que tuvo la suerte de intervenir en alguna película interesante (“Los que no perdonan” de 1960) y al que pronto se le vio en producciones europeas, se me antojó bastante perdido en el papel del jugador y también actor Clay Watson; en cambio Frank Wolff, con el que Castellari repetiría en un papel diferente en “Mátalos y vuelve”, está estupendo como Edwin. Junto a ellos Leo Anchoriz, un notable actor que apareció en numerosos spaghettis, se muestra convincente en la piel del bandido Garrito, y al igual que Frank Wolff y el campeón de wrestling Hércules Cortés, aquí con un papel corto como hermano forzudo de Rosario, repetiría en la tercera parte de la trilogía anteriormente citada, mientras que Agata Flori me pareció algo sobreactuada en el rol de Rosario la despechada novia de Moisés, personaje de cierta importancia que desaparece en el último tercio de la película. Como curiosidad, y reforzando el carácter cómico del film, comentaros que reconocí en el papel del sacerdote hermano de Rosario a José María Tasso, un actor con un peculiar rostro que participó como secundario en numerosas comedias españolas de los años cincuenta y sesenta.



En definitiva estamos ante una comedia con algún elemento de spaghetti que pese al esfuerzo de su director tendente a dotarle de un acabado formal más que correcto resulta durante gran parte de su metraje repetitiva y aburrida, además de anunciar en lo que, desgraciadamente, se convertirá mayoritariamente el spaghetti durante la primera mitad de la siguiente década.


PUNTUACIÓN:
 
HISTORIA: 3
AMBIENTACIÓN: 4
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 5
MÚSICA: 6

 
MEDIA: 4,8

viernes, 11 de marzo de 2011

miércoles, 9 de marzo de 2011

DJANGO



DJANGO
1966
Italia/España
Director: Sergio Corbucci.
Intérpretes: Franco Nero, Loredana Nusciak, José Bódalo, Eduardo Fajardo, Ángel Álvarez, Rafael Albaicin, Gino Pernice, Luciano Rossi, Jose Terron, Silvana Bacci, Simon Arriaga, Ivan Scratuglia, Erik Schippers, Jose Canalejas, Remo de Angelis, Rafael Vaquero, Guillermo Mendez.
Guión: Sergio y Bruno Corbucci.
Fotografía: Enzo Barboni.
Montaje: Nino Baragli y Sergio Montanari.
Música: Luis Enríquez Bacalov.
Productores: Sergio Corbucci y Manolo Bolognini.


SINOPSIS: Django es un enigmático pistolero que vaga sin rumbo arrastrando un ataúd y se enfrentará a dos facciones (un grupo de sudistas liderados por el Coronel Jackson y unos revolucionarios mejicanos a cuyo frente se encuentra el general Rodríguez) que se disputan el control de un pueblo semi abandonado situado en la frontera entre Méjico y los Estados Unidos. 



Estamos ante un spaghetti que se convirtió en un film de culto entre los aficionados a este subgénero y fue fundamental para el desarrollo del western hecho en Europa. El largometraje comienza con un ataúd arrastrado por un hombre y termina con un plano de una cruz sobre la que se apoya un colt, entre ambas imágenes se nos cuenta una historia con marcadas connotaciones religiosas sobre el pecado, la culpa y la redención (el pistolero tras ser sometido a una brutal tortura se da cuenta de que se ha dejado llevar por la codicia y acaba lo que debió haber hecho mucho antes). Las referencias religiosas son numerosísimas: el héroe se comporta como un ángel exterminador que libra a los oprimidos, aunque sea buscando su propio beneficio, de un “ejército” extranjero (nos encontramos en un territorio fronterizo entre México y los EEUU); la primera persona a la que salva es una prostituta de nombre María que, cual María Magdalena, le será fiel durante todo el film; el protagonista será traicionado y torturado por aquellos a los que vino a liberar; el ejército extranjero está compuesto por cuarenta hombres, número mágico que se repite en las Escrituras; el dueño del saloon que le prestará ayuda tras haber sido torturado y protegerá a María se llama Nathaniel, nombre hebreo que significa algo así como regalo de Dios; son numerosas las referencias a la cruz y al fuego como elemento purificador de los pecados, etc.


Coproducción de 1966 con la que su director Sergio Corbucci, que había ya participado en otros dos eurowesterns (“Masacre en el Gran Cañon” y “Minessota Clay”) se convirtió en uno de los mayores representantes de este subgénero, al mismo tiempo que su protagonista Franco Nero, que había intervenido como actor secundario en algún film, paso a ser una de las mayores estrellas del western hecho en Europa. Además repetirían colaboración en otros dos proyectos fundamentales del primero: “Salario para matar” y “Los compañeros” ambas ambientadas en plena revolución mejicana y en las que Nero prácticamente repetía el mismo personaje de mercenario europeo.


El gran acierto del spaghetti, para mí, es que Corbucci lleva más lejos los postulados y hallazgos de Sergio Leone:


Al trasladar la acción de los soleados parajes de Almería a los embarrados paisajes de Madrid y alrededores (el film se rodó básicamente en Colmenar Viejo y La Pedriza) consigue potenciar la estética sucia, feista y desaliñada, mostrándonos a unos personajes que, con sus ropas ajadas y llenas de barro, se desplazan por auténticos lodazales. Y a esto hay que añadir un pueblo fantasma, decadente y semi abandonado en el que sólo permanecen el dueño del saloon y unas decrepitas prostitutas (la presentación de las mismas es sensacional).


Hay una mayor exaltación de la violencia. La película no es solamente uno de los spaghettis en los que hay más muertos, por lo menos de los que yo he visto, sino que se caracteriza por la crudeza, ya apuntada en su anterior western, de las escenas violentas: la flagelación a María, la presentación de Jackson en una especie de tiro al blanco con mejicanos, la famosa en la que el general Rodríguez, al que se nos muestra tan cruel y sádico como Jackson, le corta la oreja a uno de los hombres de Jackson y le obliga a comérsela (que inspiró a Tarantino para otra no menos famosa en su “Reservoir Dogs”) o aquella en la que el director se recrea mientras los hombres de Rodríguez fracturan las manos de Django (idea que retomaría en su, superior para mí, “El gran silencio”). Por lo que no es extraño que en 1966 tuviera problemas para ser estrenada en algunos países (en España se estrenó censurada y en Gran Bretaña no se pudo ver, por lo que he leído, hasta 1993)


Se potencian los rasgos característicos del antihéroe leoniano, así se incrementan su laconismo y su amoralidad (tanto el Hombre sin nombre como el Manco, a pesar de caracterizarse por su codicia, son capaces de llevar a cabo algún tipo de actuación que muestra cierta generosidad por su parte, mientras que aquí Django busca, casi hasta el final, su propio beneficio).


Por otra parte, Corbucci nos regala un puñado de escenas de gran impacto que, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los spaghettis, permanecen en la memoria:


-El comienzo con el protagonista arrastrando el ataúd (símbolo de un doloroso pasado) por el fango es hipnótico y te engancha al film, además de mostrarnos a un hombre que parece vagar sin un rumbo fijo.


-El enfrentamiento con los hombres de Jackson con Django sosteniendo la ametralladora es sensacional.


-El desenlace es portentoso y de una riqueza visual pocas veces superada en este subgénero, y en el mismo se nos muestra, por fin, a un héroe que en un supremo esfuerzo consigue regresar al camino recto abandonado por él mucho tiempo atrás.


Y a todo esto hay que añadir una sobresaliente labor de ambientación obra de uno de los más grandes profesionales de este subgénero, Carlo Simi y una estupenda banda sonora del argentino Luis Enriquez Bacalov que cuenta con una gran canción principal, de gran éxito en su época, repetida a lo largo del largometraje en distintas variaciones y una serie de acertados y variados temas incidentales, algunos de inspiración mejicana, bien insertados en la acción aunque lógicamente no están a la altura del principal.


En cuanto a las interpretaciones, Franco Nero creo que está magnífico como el letal pistolero de pocas palabras, porque ya se sabe que en un país donde “una palabra es poco y dos demasiado” hay que ser muy duro para poder sobrevivir. Junto a él Loredana Nusciak, mujer de gran belleza, encaja perfectamente en el papel de María la prostituta a la que salvará Django y será quien, con su actitud, consiga que éste se redima y dos estupendos secundarios que desarrollaron una fructífera carrera, con abundantes apariciones en este subgénero: Eduardo Fajardo como el cacique norteamericano y José Bódalo como el jefe de los bandoleros, dos seres que representan las dos caras de una misma moneda. Ambos cumplen con sus papeles, pero creo sinceramente que se les podía haber sacado más partido si se hubieran desarrollado algo más sus personajes que están bastante estereotipados, el primero como racista hombre del sur con un comportamiento cercano al del Ku Kus Klan, mientras que el segundo se nos presenta como un mejicano un tanto inculto, mujeriego y juerguista. Mención aparte creo que hay que hacer de Ángel Álvarez, otro de esos grandes secundarios del cine español, que está perfecto encarnando a Nathaniel.


Hasta aquí los que, para mí, son los aspectos positivos del film que explicarían la fama del mismo, pero creo, tras haberla visto tres veces en el último año, que donde flojea es en la propia historia (sospechosamente parecida a la de “Por un puñado de dólares”), así tras unos cuarenta minutos de ritmo trepidante y con una gran labor en la dirección de Corbucci, la película decae enormemente en la parte central aproximadamente a partir de la innecesaria escena de la pelea en el barro de las prostitutas y con la llegada de los bandoleros mejicanos, y ya no volverá a remontar hasta la portentosa escena del cementerio. En esta parte parece que la película va dando bandazos y la historia, además de perder credibilidad, se caracteriza por su indefinición. Incluso el trabajo de Corbucci se vuelve más rutinario.


Gracias a un amigo he podido ver la versión integra puesta a la venta en Argentina con una calidad de imagen muy superior a la edición bastante chapucera comercializada en su día por Filmax. A ver si de una vez toman ejemplo los distribuidores españoles.



En definitiva, y a pesar de sus imperfecciones que en todo caso creo que son menores que sus hallazgos, una película clave en la evolución del spaghetti western que resume como pocas las características estilísticas y temáticas de este subgénero. Imprescindible tanto para cualquier aficionado como para el que quiera comprender en qué consistió el western hecho en Europa.




PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 7
AMBIENTACIÓN: 10
DIRECCIÓN: 8
ACTORES: 8
MÚSICA: 8

 
MEDIA: 8,2


Reseña Adicional 

viernes, 4 de marzo de 2011

KILLER CALIBRE 32



Killer Calibre 32
Italia
1967
Director: Alfonso Brescia 
Reparto: Peter Lee Lawrence, Hélène Chanel, Agnès Spaak, Alberto Dell'Acqua, Jenny Slade, Andrea Bosic, Mirko Ellis, Massimo Righi, John Bartha, John Taylor, Stephen Wild, Roberto Dell'Acqua, Nello Pazzafini, Stephen Wilde, Michael Bolt, Gregory West, Joseph Holls, Giovanni Ivan Scratuglia, Silvio Bagolini, Claudio Ruffini, Luigi Bonos, Guido Tonti
Guión: Gicca Palli
Fotografía: Fulvio Testi
Música: Robby Poitevin

Silver, al que le gusta que le llamen Mister Silver, es un pistolero a sueldo muy peculiar que se caracteriza por su dandismo y sus buenos modales. Tras liberar a unos mejicanos de su opresivo patrón, será contratado por las fuerzas vivas de un pueblo con el objeto de que averigüe quién está detrás de una serie de robos a las diligencias, así como del asesinato de los pasajeros en el último asalto.

Producción italiana de 1967, es decir en pleno apogeo del spaghetti, dirigida por Alfonso Brescia con el seudónimo de Al Bradley (al igual que el director la mayor parte de los intervinientes en el film figuran con nombres norteamericanos para facilitar la distribución del western), un todoterreno que comenzó en el peplum y siguió con el spaghetti, algún giallo, poliziescos, fantásticos y de ciencia ficción, comedias, etc; y que en este caso intento, para mí, de forma fallida conjugar la típica película de detectives con el western.

Para ello contó con un guión de Lorenzo Gica Palli (escritor que retomaría, como guionista y director, en 1972 el personaje de Silver en la inferior “Persecución mortal”, en esta ocasión interpretado por Gianni Garko) que desarrolla la historia de forma embarullada, sin progresión y con una sucesión de escenas en la que los acontecimientos ocurren de forma gratuita (el protagonista desde el primer momento conoce la identidad de dos de los asaltantes porque sí, el ayudante del sheriff le tacha de conquistador sin apenas conocerlo…), cursis y ridículas (como la escena en la que surge el amor entre el protagonista y Sara, la hija del contable asesinado, que se resuelve con un par de esas frases habituales en Silver pretendidamente profundas pero en realidad bastante tópicas: “No es idiota -refiriéndose a Judel el ayudante del sheriff y prometido de Sara- está enamorado y los enamorados se comportan como idiotas” “Cásese con Judel, le hará feliz. Tiene el hábito de perder batallas, con el tiempo verá que no es mal atributo para un marido”. Pues si él lo dice…), o vergonzantes (la secuencia final del banco con Sara pegando a Judel y diciéndole que lo ha estropeado todo es más propia de un vodevil). A ello hay que añadir unos diálogos hueros y bastante grotescos, a los que no ayuda en nada el horrible doblaje de la película, que pretenden ser solemnes: “Desgraciadamente no puedo disparar contra una mujer. Me gustan demasiado. Después lo agradecen”.

La dirección, por otro lado, de Alfonso Brescia me ha parecido rutinaria, salvo en alguna escena nocturna aislada como la del enfrentamiento entre Silver y Spot, hecho que se aprecia en las típicas y tópicas peleas, metidas en la trama con calzador y que en cierta forma anuncian los que serían las refriegas de los spaghettis cómicos, que están torpemente rodadas. Además el director no consigue dotar del suspense y la tensión requerida a un film que en buena parte de su metraje se asemeja a las películas policíacas; en este sentido es muy significativa para mí la fallida escena de la partida de cartas.

En cuanto a los aspectos positivos, señalaría básicamente dos:

-La banda sonora compuesta por Robby Poitevin que cuenta con un buen tema principal repetido a lo largo de la película y que, incluso, el protagonista silba, con lo que se identifica al tema con él. Curiosamente, no sé si será sólo en la copia que he visto, en una escena se escucha el tema principal que compuso Ennio Morricone para “Las pistolas no discuten”.

-El propio personaje de Silver, un elegante caballero y bon vivant, que rechaza el colt 45 y dispara balas de plata (razón de su nombre) alejado de los típicos antihéroes del spaghetti y claro antecedente de otros dos personajes míticos de este subgénero: Sabata y, sobre todo, Sartana. Se trata, además, de un pistolero-aventurero que actúa por dinero pero que tiene su propio código del honor (en un momento señala que “Eres hombre de palabra, como yo”, para más tarde afirmar que: “Yo juego limpio, lo he hecho siempre” y terminar comentando: “Sólo mato criminales, incluso si lo son les doy una oportunidad”).

Para dar vida a este personaje se escogió, en para mí un error de casting, a Peter Lee Lawrence, actor con el que Alfonso Brescia colaboraría en varias ocasiones, que no está del todo mal pero creo que por edad no le va su papel, además por sus rasgos físicos pienso que no encajaba en roles de tipo duro y experimentado. Del resto del reparto reconocí a Alberto Dell’Acqua, con el seudónimo de Cole Kitosch, otro actor con rasgos aniñados y bastante limitado que interpreta a Spot, un personaje bastante absurdo que pretende aprender el oficio de Silver. También aparecen Mirko Ellis, interprete que antes de dedicarse al spaghetti había aparecido en numerosos peplums, como el sheriff de la población; Andrea Bosic, de cierto parecido con Robert Shaw, como el banquero que contrata a Silver; Helene Chanell, bajo el nombre de Sherrill Morgan, que interpreta a Dolly la mundanal dueña del saloon; Nello Pazzaffini como Red Carter, en el papel de Fitch, un personaje que parece una excusa para poder filmar una larga secuencia de pelea en el saloon y Massimo Righi (Max Dean) en el papel de Judel, el atolondrado ayudante del sheriff que desde el principio y sin saber por qué tiene enfilado a Silver (las características de este personaje serían retomadas por Gica Palli en la mencionada “Persecución mortal”). Todos ellos se limitan a cumplir, claro que sus personajes tampoco dan para más.

En definitiva, para mí, un mediocre spaghetti realizado con un limitadísimo presupuesto, hecho que se aprecia en la escasez de localizaciones (una mina, un pueblo y una cabaña), que carece, incluso, de un buen tiroteo y se me hizo un poco pesado.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 3
AMBIENTACIÓN: 3
DIRECCIÓN: 4
ACTORES: 5
MÚSICA: 6


 MEDIA: 4,2

jueves, 3 de marzo de 2011

Telly Savalas


Actor norteamericano (Nueva York 1924- Nueva York 1994) cuyo verdadero nombre era Aristóteles Savalas.


Nacido en el seno de una familia de emigrantes griegos, tras estudiar psicología en la Universidad de Columbia participó en la 2ª Guerra Mundial y al finalizar ésta comenzó a trabajar como periodista en la cadena ABC News. Su vocación como actor fue tardía y tras haber participado en varios episodios de televisión conoce a Burt Lancaster que se convirtió en un gran amigo y le dio la oportunidad de debutar en el cine con el premonitorio rol de policía en el drama “Los jóvenes salvajes” dirigida en 1961 por John Frakenheimer, con ambos volvería a coincidir el año siguiente en la estupenda “El hombre de Alcatraz” por la que fue nominado al Oscar. Ese mismo año participó en otra estupenda película, el intenso thriller dirigido por J. Lee Thompson “El cabo del miedo” al lado de Gregory Peck y Robert Mitchum y en el que volvía hacer de detective.


Durante esta década trabajó de forma incansable generalmente, debido a su aspecto físico, encarnando a hombres duros cuando no malvados o sicóticos. Así se le pudo ver en superproducciones como “La historia más grande jamás contada” de George Stevens en la que dio vida a Poncio Pilatos, “Genghis Khan” junto a Omar Shariff y Stephen Boyd o la bélica “La batalla de las Ardenas” película rodada en España y protagonizada por un gran elenco encabezado por Henry Fonda, todas ellas de 1965; también intervino en los westerns “El camino de la venganza” (1968) que dirigido por Sidney Pollack, con el que había colaborado en la notable “La vida vale más”, le volvió a emparejar con Burt Lancaster y “El oro de Mckenna” (1969) con de nuevo J. Lee Thompson y Gregory Peck; o las bélicas “Doce del patíbulo” dirigida en 1967 por Robert Aldrich que le proporcionó un gran papel como un soldado trastornado y “Los violentos de Kelly” (1970) que, con un tono de comedia, le dio la oportunidad de trabajar junto a Clint Eastwood.


La década de los setenta, en la que seguirá combinando cine y televisión, se caracterizará por su aparición en coproducciones europeas de todo tipo de géneros entre las que destacan “Pánico en el Transiberiano” dirigida por Eugenio Martín o “Capricornio uno” de Peter Hyams y, sobre todo, por su papel del teniente Kojak en la serie del mismo nombre de la que, durante los seis años que se mantuvo en antena (1973-1978), se emitieron 118 episodios.


Es en esta década cuando se le puede ver en varios spaghettis, debutando en este subgénero con la mediocre “Una ciudad llamada bastarda” (1971) junto a Robert Shaw y participando durante 1972 en otros tres euro westerns más, entre los que destaca “Una razón para vivir y una para morir” dirigida por Tonino Valerii; además de protagonizar “Al infierno gringo” un western rodado entre España y Hungría.


En las dos décadas siguientes, y hasta el momento de su muerte, sigue trabajando a buen ritmo sobre todo en producciones para televisión, volviendo a interpretar en algunas de ellas al teniente Kojak, mientras que sus apariciones en el cine se fueron espaciando cada vez más en películas de escaso interés, entre éstas destaca su participación en la película de Jesús Franco “Los depredadores de la noche” (1987).


En 1994 fallecía como consecuencia de un cáncer de próstata un actor al que siempre asociaremos con su sombrero de detective y con su chupa-chups.


Filmografía SW


martes, 1 de marzo de 2011

SEIS BALAS…UNA VENGANZA…UNA ORACIÓN


Seis balas...una venganza...una oración (Diamante Lobo)
1976
Italia/Israel
Director: Gianfranco Parolini
Reparto:  Lee Van Cleef, Jack Palance, Richard Boone, Sybil Danning, Leif Garrett, Rafi Ben Ami, Heinz Bernard, Chin Chin, Ricardo David, Didi Lukov, Zila Carni, Robert Lipton, Cody Palance, Ian Sanders, Pnina Golan, Carolyn Stellar 
Guión: John Foncesa, Gianfranco Parolini
Fotografía: Sandro Mancori
Música: Sante Maria Romitelli

Menahem Golan es un productor israelí que, junto con su primo Yoram Globus y tras su estancia en los Estados Unidos bajo la tutela del rey de la serie b Roger Corman, regresó a su país con intención de desarrollar en éste una industria cinematográfica sólida, para de vuelta a los EEUU fundar la Cannon Group, compañía responsable de gran parte de la filmografía de Jean Claude Van Damme y de Chuck Norris. De entre los proyectos rodado en su país de origen destacan dos westerns de dudosa calidad interpretados por un Lee Van Cleef en decadencia junto a un pujante y jovencísimo Leif Garrett, que por aquel entonces se había convertido en ídolo de las adolescentes gracias a su participación en la serie “Tres en la carretera” (1975), y en los que aprovecharon las posibilidades de los desiertos israelíes para recrear el viejo oeste, siendo éste el primero y mejor de los dos (el otro se estrenaría en España con el nombre de “Venganza sangrienta” dirigida por el televisivo Joseph Manduke y con Jim Brown acompañando a la pareja protagonista).


Los Clayton, una banda de forajidos capitaneada por Sam Clayton, tras robar el banco de Crane City, se dirigen a Juno City con la intención de asaltar una diligencia próxima en llegar. Allí asesinarán a un ciudadano y tan sólo el padre John les hará frente. Tras acabar también con él, Johnny, un muchacho huérfano que mantenía una especial relación con el sacerdote, buscará al hermano de John, un antiguo pistolero refugiado en Méjico llamado Lewis, con el objeto de que acabe con los bandidos.


En esta ocasión el tándem Golan-Globus encargó la dirección a un habitual de este subgénero, Gianfranco Parolini (creador de dos personajes míticos del spaghetti: Sabata, interpretado en dos ocasiones por Lee van Cleef, y Sartana al que dio vida, principalmente, Gianni Garko) que, supongo para facilitar la comercialización del producto haciéndolo pasar por norteamericano, empleo el seudónimo de Frank Kramer. El resultado de su trabajo, alejado del obtenido en otros spaghettis, resulta bastante vulgar y no supera al de cualquier telefilm de la época; destacando tan sólo la idea (supongo que buscada) de que lo que estamos viendo no es real sino una representación (así tanto la imágenes del principio como las del final aparecen encuadradas en un teatro de guiñol) y la larga secuencia en la que Lewis acaba con los pistoleros sin emplear los revólveres y a la que Parolini dota de una estética sobrenatural y fantástica (utilización de niebla aunque no se sepa de dónde sale, distorsión de imágenes, empleo de encuadres torcidos, etc), no obstante desde el punto de vista narrativo dicha escena no tiene mucho sentido (uno no termina de comprender por qué un pistolero decide ayudar a Johnny y vengar a su hermano sin utilizar sus herramientas de trabajo).


Si la dirección es vulgar, el guión obra de Parolini junto con John Fonseca (escritor del que no tengo referencias) es un despropósito desde la premisa inicial (el chaval buscando en Méjico a Lewis y, claro, como el país es pequeño encontrándolo nada más llegar), pasando por el trastorno en el habla que sufre Johnny del que milagrosamente se recupera al final, hasta el giro en el guión en relación con el verdadero progenitor del chico. Además, como la historia no daba para mucho más, ambos se inventan varias escenas que nada aportan al desarrollo de la trama, sobre todo un largo flashback en relación con el pasado de Lewis.


La banda sonora compuesta por Sante María Romitelli cuenta con un tema principal pasable, aunque el resto flojea mucho, en especial uno, que se repite constantemente y se me hizo insoportable, con un silbido seguido de un toque de guitarra.

En cuanto al elenco actoral está encabezado, como ocurriría en la posterior “Venganza sangrienta” (1977), por actores norteamericanos. En primer lugar, nos encontramos por partida doble, como el padre John y su hermano gemelo Lewis, con Lee Van Cleef cuya interpretación, aunque no está mal, dista mucho de las llevadas a cabo en su época de esplendor (los dos spaghettis con Sergio Leone, “El día de la ira”, “De hombre a hombre” o “El halcón y la presa”), además de portar una peluca realmente ridícula. Jack Palance, uno de los grandes malos que nos ofreció en este subgénero un par de personajes inolvidables bajo la batuta de Sergio Corbucci, está realmente sobreactuado en el rol de Sam Clayton, el jefe de los bandidos. Richard Boone, otro de los grandes secundarios de Hollywood (“La pradera sin ley”, “El Álamo”, “Río Conchos”) se limita a prestar su físico al cobarde sheriff de Juno, un personaje que desaparece a la media hora y no vuelve aparecer hasta el final en una pequeña escena. Leif Garrett, tan insoportable como en el era habitual, da vida a Johnny y la austriaca Sybil Danning interpreta a Jenny la madre de Johnny, personaje que guarda un terrible secreto en relación con el verdadero padre de su hijo, secreto que se desvelará a través de otro innecesario flashback.


Como curiosidad comentaros que el malogrado hijo de Jack Palance, Cody Palance, da vida en la película a Zeke Clayton, uno de sus sobrinos.


En cuanto al DVD comercializado por Wild West, y como suele ocurrir con los productos de esta compañía, tiene una calidad ínfima, no respeta el formato original, la imagen parece obtenida de un vídeo en mal estado y en bastantes escenas la imagen y el sonido están desincronizados. Una nueva tomadura de pelo para los amantes de este subgénero. En cuanto a los extras, vuelven a poner el mismo documental, una serie de trailers de spaghettis con la imagen quemada y las habituales biofilmografías y fichas técnica y artística.


En definitiva un spaghetti tardío que muestra claramente la decadencia de este subgénero y de uno de sus iconos, el gran Lee Van Cleef. Por lo que creo es sólo recomendable para fans del actor o incondicionales de este subgénero


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 2
AMBIENTACIÓN: 3 
DIRECCIÓN: 3
ACTORES: 4
MÚSICA: 4

MEDIA: 3,2