miércoles, 27 de octubre de 2010

Mario Adorf


Actor, novelista y cantante alemán pero nacido en Suiza (Zurich 1930).

Hijo ilegítimo de un cirujano calabrés, su madre (una radióloga alemana) lo crió en una pequeña localidad, Eifel Mayen. Pronto se sintió atraído por el mundo de la interpretación por lo que se preparó en la escuela de Falckenberg en Munich para, en los años 50, formar parte del prestigioso Kammerspiele de esa misma ciudad.

Su debut en el cine tuvo lugar en la trilogía bélica dirigida por Paul May entre 1954 y 1955 “08/15” en la que coincidió con actores como Joachim Fuchsberger, Peter Carsten y Hans Christian Blech. Durante esta década alternará apariciones en televisión con participaciones en largometrajes entre los que destacan sus colaboraciones con Gerd Oswald (“Am tag, als der regen kam” y “Juego de reyes” con Curd Jürgens y Claire Bloom) o Robert Siodmak tras su vuelta de Hollywood (“Nachts, wenn der teufel kam” en el que interpretó a un asesino en serie retrasado que le valió su primer premio importante y “Mein Sculfreund”).

En los años sesenta decide trasladarse a Italia y, gracias a su facilidad para los idiomas (habla inglés, francés, italiano y alemán), comienza a participar en las más variadas producciones europeas y en películas norteamericanas, trabajando con directores como Luigi Comencini (“A cavallo de la tigre” con Nino Manfredi y Gian Maria Volonté), Sam Pekinpah (“Mayor Dundee” con Charlton Heston, Richard Harris y Senta Berger), George Pollock (“Diez negritos”), Antonio Isasi-Isasmendi (“Estambul 65” con Horst Buchholz y Sylva Koscina), Antonio Pietrangeli (“Yo la conocía bien” con Stefania Sandrelli), Dino Risi (“Arreglo de cuentas en San Genaro” en la que volvió a coincidir con Nino Manfredi y Senta Berger) o Dario Argento (“El pájaro de las plumas de cristal” con Toni Musante).

En la década de los setenta destacan sus participaciones en varios notables polizescos, algunos con una fuerte carga política (“Milán calibre 9” de Fernando di Leo, “La policia agradece” dirigida por Steno y protagonizada por Enrico María Salerno, “Nuestro hombre en Milán” de nuevo de di Leo y coprotagonizada por Woody Strode y Henry Silva, “La polizia Childe aiuto” realizada por Massimo Dallamano y “Tengo miedo” dirigida por Damiano Damiani y en la que coincidió de nuevo con Gian Maria Volonté), su memorable papel de Mussolini en “El caso Matteoti” dirigida por Florestano Vancini y protagonizada por Franco Nero, o sus interpretaciones en decisivas películas de lo que se denominó el nuevo cine alemán (“El honor perdido de Katharina Blum” y “El tambor de hojalata” que obtuvo la Palma de Oro, ambas de Volker Schlöndorf y “Lola”, ésta de 1981, dirigida por Fassbinder), apariciones que le convirtieron en uno de los más prestigiosos actores de Alemania

Durante las tres décadas siguientes se el pudo ver en distintas producciones tanto europeas como norteamericanas en películas de directores tan variados como Liliana Cavani, Imanol Uribe, John Frakenheimer o Claude Chabrol, siendo cada vez más habituales sus trabajos para la pequeña pantalla.

Hombre hiperactivo ha sabido compatibilizar su carrera en el cine con sus interpretaciones en el teatro, su actividad como cantante (con musicales de gran éxito) y, en la actualidad, su faceta de escritor (es autor de cinco novelas, entre las que destaca “Der mäusetöter” con la que vendió más de 600.000 ejemplares en Alemania, y una biografía).

Su primer contacto con el spaghetti western tuvo lugar en 1961 con la coproducción italo-francesa-alemana dirigida e interpretada por Robert Hossein “El sabor de la violencia”, para intervenir en otros seis eurowesterns más entre los que destaca “El especialista” de Sergio Corbucci.

Filmografía SW:


1961.- El sabor de la violencia
1963.- Furia apache
1964.- El sheriff implacable
1964.- Die goldsucher von Arkansas
1965.- Tierra de fuego
1968.- Por techo, las estrellas
1969.- El especialista

martes, 26 de octubre de 2010

UN MINUTO PARA REZAR, UN SEGUNDO PARA MORIR


Un minuto para rezar, un segundo para morir (Un Minuto per pregare, un istante per morire )
1968
Italia
Director: Franco Giraldi
Reparto: Alex Cord, Arthur Kennedy, Robert Ryan, Enzo Fiermonte, Renato Romano, Franco Lantieri, Giampiero Albertini, Mario Brega, Nicoletta Machiavelli, Rosa Palomar, Fortunato Arena, Franco Balducci, John Bartha, Silla Bettini, José Canalejas, Spartaco Conversi, Alberto Dell'Acqua, Ottaviano Dell'Acqua, Franco Gulà, Paolo Magalotti, Daniel Martín, José Manuel Martín, Gino Marturano, Antonio Molino Rojo, Osiride Pevarello, Mimmo Poli, Lorenzo Robledo, Claudio Ruffini, Aldo Sambrell, Francisco Sanz, Massimo Sarchielli, Giovanni Ivan Scratuglia, Antonio Vico, Nino Vingelli, Frank Braña, Guglielmo Spoletinit
Guión: Albert Band, Ugo Liberatore, Louis Garfinkle
Fotografía: Aiace Parolin
Música: Carlo Rustichelli

Película dirigida en 1968 por Franco Giraldi (”Sugar Colt”, “Siete pistolas para los McGregor”, “Siete mujeres para los McGregor") que supuso su última contribución al spaghetti western con la que parece quiso hacer algo diferente tanto en cuanto a la trama como al personaje principal de la misma, y para lo que contó con un buen libreto de tres de los cinco guionistas que habían escrito el de “Los despiadados” el año anterior (otro spaghetti que se alejaba de los temas más característicos de este subgénero).



Clay McCord es uno de los más famosos pistoleros de Nuevo Méjico al que han puesto precio por su cabeza, en concreto 10.000 dólares. Cada vez más acosado por los representantes de la ley y por los cazadores de recompensas y aquejado por una dolencia que amenaza con dejarle paralítico, se planteará acogerse a la amnistía promulgada por el gobernador del Estado. Pero para ello no sólo deberá enfrentarse a sus propias reticencias, sino también a un sheriff corrupto de Tascosa que no está de acuerdo con esta política y al líder de los bandidos de la región que se han refugiado en un pueblo de las montañas llamado Escondido.



Así pues el film aborda el tema, pocas veces visto en este subgénero, de la reinserción en la sociedad de hombres violentos (asesinos, forajidos) que han hecho de su habilidad con las armas su medio de vida. Además lo hace desde un enfoque bastante original ya que el protagonista no se plantea abandonar su vida por cuestiones éticas sino porque las circunstancias le están obligando y se encuentra en una situación límite, ya que si se agrava su dolencia, que le provoca la parálisis del brazo derecho, estaría a merced de cualquier inexperto pistolero; así en ningún momento va a mostrar el más mínimo arrepentimiento sobre la conducta que ha mantenido hasta ese momento e incluso, consciente de las dificultades que podría tener una vez conseguido el indulto, no se conformará con los cincuenta dólares prometidos por el gobernador sino que exigirá la suma de cinco mil. Por tanto nos encontramos ante un personaje negativo con el que resultaría difícil identificarse si no fuera porque el inteligente guión nos describe un mundo violento, feroz y hostil habitado por seres más crueles y despiadados que el propio protagonista: la comunidad de Escondido (una especie de refugio para los bandidos que remite a “Encubridora” de Fritz Lang) está muy lejos de la visión un tanto idílica e influida por los movimientos sociales de finales de los sesenta que nos mostró Sergio Sollima en “Cara a Cara”, ya que aquí nos encontramos que está controlada de forma despótica por el líder, Krant, hasta el punto de que es él el que dicta las normas y decide sobre la vida y la muerte de los miembros sin que se ponga en duda su poder y sus decisiones; los cazadores de recompensas se muestran como seres despreciables y amorales que se aprovechan de la ley para enriquecerse asesinando a otros hombres (en este sentido cobran gran importancia la escena en la que dos cazadores de recompensas acaban, tras torturarlo, con a un sacerdote, y uno de ellos le dice al otro: “Esto no me gusta. Matar curas no es negocio. No valen nada” y el comportamiento, como si fueran dos buitres que me recordó a los de “Grupo salvaje”, de dos de ellos en la escena final); incluso aquellos que deben velar por el cumplimiento de la ley como es el sheriff de Tascosa, llevados por su odio, deciden incumplirla potenciando la caza del hombre a través de seres repugnantes o impidiendo que les lleguen alimentos a los forajidos de Escondido aunque esto suponga matarlos de hambre. Pocas veces (recuerdo, por ejemplo, “El gran silencio” o “Una cuerda y un colt”) he visto reflejado con tanta crudeza un mundo tan desolador y cruel.

El otro elemento curioso del film es sin duda el protagonista, un hombre enfermo cuya dolencia, que remite a la de Cole Thornton en “El Dorado”, aunque aquí se explota su lado más trágico, le hace por momentos arrastrarse infringiéndole un dolor tanto físico como mental, ya que a través de varios flashbacks sabremos que su padre murió de epilepsia (causa de que sufriera el desprecio y la burla de sus vecinos y de que se lanzará una vida de delincuencia al acabar con ellos) y que él teme haber heredado la enfermedad de su progenitor. Esta dolencia, además, le convierte, frente al típico protagonista casi invencible de los spaghettis, en un antihéroe vulnerable e, incluso, por momentos inerme.



Para dar vida a este complejo personaje se escogió a un actor norteamericano, Alex Cord (había participado dos años antes en el remake de “La diligencia” dirigido por Gordon Douglas, demostrando que daba perfectamente la imagen de vaquero) que hace un buen trabajo como McCord, transmitiendo con corrección las características de este complejo personaje fruto, en gran parte, de su trágico pasado: su fragilidad, su codicia, su carácter violento, sus miedos. Un individuo que, además, parece atraer a la muerte allí donde va. Junto a él, en uno de los grandes aciertos del film, dos grandes veteranos de Hollywood que en su día se especializaron en roles negativos: un gran Robert Ryan (“Los profesionales”, “Grupo salvaje”), que les gana la partida a sus compañeros en las escenas en las que interviene y con cuya aparición gana muchísimo la película, da vida al bienintencionado gobernador de Nuevo Méjico; y un convincente Arthur Kennedy (“Horizontes lejanos”, “El hombre de Laramie”) en el rol de Colby, el Marshall de Tascosa que se opone a aplicar la amnistía decretada por el gobernador. Además aparecen habituales de este subgénero que se muestran a un gran nivel (prueba de una buena e inusual labor de dirección con los actores) como Mario Brega en el papel de Krant el dictatorial líder de Escondido que teme que la decisión de acogerse a la amnistía por parte de McCord haga efecto en más forajidos y ello suponga la pérdida de su poder; Nicoletta Maquiavelo que aporta su belleza en el único papel femenino destacable para protagonizar una, para mí, poco convincente historia de amor; José Manuel Martín en un pequeño papel como uno de los hombres de Krant que le sirve, no obstante, para protagonizar una gran escena; Aldo Sambrell, Antonio Molino Rojo y José Canalejas como los salvajes cazarrecompensas; Paco Sanz en el rol del barbero de Escondido que también se luce en otra gran escena que recuerda a una muy famosa de "Los largos días de la venganza"; Daniel Martín como un sacerdote amigo del protagonista o Lorenzo Robledo que da vida a otro hombre de Krant.

Como aspectos no tan afortunados del film señalaría el comienzo un tanto errático y dubitativo, la dirección de Franco Giraldi que, aunque consigue buenas escenas (sobre todo las de acción), me parece inferior a la historia que narra, y la banda sonora de Carlo Rustichelli, que cuenta con un buen tema de corte melancólico adecuado para resaltar el pesimismo del film pero que se repite en exceso, mientras que el resto de temas me han parecido muy flojos.



En resumen, creo que se trata de un interesante, atípico y bastante cuidado spagheti (son, por ejemplo, numerosas y variadas las localizaciones) pero está lejos de la gran película que podría haber sido.

PUNTUACIÓN

HISTORIA: 8
AMBIENTACIÓN: 8
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 8
MÚSICA: 6

MEDIA: 7,2

lunes, 25 de octubre de 2010

Por un puñado de euros. Top 10 SW


En el Blog amigo "Por un puñado de Euros" me pidieron un listado con mis 10 spaghettis preferidos.
Este es el listado.
Pasaros por allí para ver que os parece.

domingo, 24 de octubre de 2010

Trailer True Grit

Trailer de la nueva película de los Hermanos Coen, un remake de un viejo western de John Wayne...

lunes, 18 de octubre de 2010

JOHNNY EL VENGADOR


Johnny el vengador (Quella sporca storia nel west)
1968
Italia
Director: Enzo G. Castellari
Reparto: Andrea Giordana, Gilbert Roland, Horst Frank, Ignazio Spalla, Francoise Prevost, Stefania Careddu, Gabriella Grimaldi, Ennio Girolami, Manuel Silvester Serrano, Franco Latini, Giorgio Sammartino, Janos Bartha, Franco Leo, Fabio Pajella, Ugo Aldinolfi, Claudio Trionfi
Guión: Tito Carpi, Francesco Scardamaglia, Enzo G. Castellari
Fotografía: Angelo Filppini
Música: Francesco De Masi, Alessandro Alessandroni, Audrey Nohra

Película dirigida en Enzo G. Castellari en 1968 basada en una idea de Sergio Corbucci que, por falta de tiempo, tuvo que abandonarla, por lo que nunca sabremos cuál hubiera sido el resultado si la llega a dirigir éste, pero lo cierto es que Castellari hizo con esta película uno de sus mejores spaghetti westerns (para mí sólo superado por “Keoma”) demostrando que cuando contaba con una buena historia y medios suficientes era un más que competente director.



Johnny Hamilton, tras dos años combatiendo en la Guerra de Secesión, regresa a su casa para encontrarse que su padre ha sido asesinado, según le cuentan, por un bandido mejicano que ya ha muerto, y su tío Claude (hermano de su padre) se ha casado con su madre y ahora controla el patrimonio familiar. Muy pronto sospechará que hay algo más detrás del asesinato de su padre y con su fiel Horacio (el hombre que le cuido cuando era un niño) intentará descubrir quién fue el que realmente le mato.

El spaghetti me parece, junto con el anteriormente citado “Keoma”, el más ambicioso, complejo y logrado tanto desde el punto de vista formal como conceptual de los dirigidos por Castellari.



Desde el punto de vista conceptual porque el film adapta de forma libre a través de un guión en el que intervinieron, entre otros, el propio Castellari, Tito Carpi (habitual en los spaghettis de este director) y Bruno Corbucci, el “Hamlet” de William Shakespeare, captando, para mí, toda la esencia trágica, basada en la traición y la venganza, de la obra original. Así nos ofrecen un spaghetti más profundo de lo habitual pero sin renunciar a las características propias de este subgénero al contar con un ritmo trepidante, abundantes peleas que están estupendamente coreografiadas (sobre todo la parte inicial de la que mantiene Johnny con Ross y Guild en una especie de molino), numerosos tiroteos (gracias sobre todo a la creación del personaje de Santana, un bandido mejicano que, al considerarse traicionado, se enfrentará a Claude Hamilton) y las típicas cabalgadas (en este caso bien insertadas en la historia). Además, da la sensación de que no contentos con la complejidad de la adaptación de la obra, los guionistas quisieron dotar a la película de un fuerte simbolismo religioso, sobre todo en la impactante escena en la que, como ocurrirá en “Keoma”, crucifican al protagonista para que salvado por su doliente madre y tras vencer, por tanto, a la muerte consiga llevar a cabo su misión consistente en castigar a los traidores que asesinaron a su padre, terminando así con una situación injusta.

Desde el punto de vista formal porque junto a la notable adaptación de la obra de Shakespeare destaca la brillante labor en la dirección de Castellari que dota a la película de una inusual riqueza visual desde su primera escena en la que vemos, en una secuencia más propia del cine gótico y con un gran tratamiento del color, cómo se le aparece al héroe su padre para a continuación despertar y encontrarse rodeado de unos cómicos que le sirven para introducir el famoso monólogo de “Ser o no ser” (de esta forma, además de resolver de forma notable la escena, se hace alusión a la compañía de teatro que en la obra de Shakespeare tenía gran importancia). Incomprensiblemente este comienzo está cortado en la versión que se comercializó en España.



Otras secuencias realmente magníficas desde el punto de vista visual son las que se desarrollan en el cementerio situado en una cueva en las que, como ya había ocurrido en “7 winchesters para una masacre”, cobran gran importancia tanto el tratamiento del color como el juego de luces y sombras, dotando a la historia de una atmósfera surrealista que se ve acentuada además por un soberbio y complejo movimiento de cámara en vertical alrededor de la cara del protagonista que Castellari solucionó colocando la cámara en una rueda y haciéndola girar. Secuencias en las que además se luce Enzo Bulgarelli como responsable de los decorados y de la dirección artística, realmente magníficos.

A esta sensación de irrealidad también ayuda el que se escogiera a la Ciudad Encantada de Cuenca, con sus famosas formaciones rocosas en forma de hongos, para rodar gran parte de los exteriores. El paraje, además, está realmente bien fotografiada por Angelo Filippini que saca un gran partido a sus inquietantes prominencias.

El film cuenta, por otra parte, con una gran banda sonora, en la que intervinieron, entre otros, dos grandes compositores: Alessandro Alessandroni y Francesco de Massi, compuesta de abundantes y variados temas, incluidos fragmentos de La Misa Flamenca muy apropiados para las secuencias del cementerio.

Por lo que respecta a los actores, se escogió a Andrea Giordana (interprete al que todavía no había visto) para dar vida al vengativo Johnny y creo que está realmente acertado en un personaje bastante complejo. Horst Frank para mí vuelve a demostrar que fue uno de los mejores malos del spaghetti al dar vida al pérfido y maquiavélico Claude Hamilton (tío de Johnny, asesino de su padre y esposo de su madre). Gilbert Roland está perfecto en la piel de Horacio, fiel amigo de Johnny (fue uno de sus educadores) que se convertirá en su ángel de la guarda al salvarle siempre que se encuentra en una situación comprometida. El reparto se completa con Francoise Prevost como Gertrude, la sufrida madre de Johnny que se debate entre el amor que siente por Claudio y las crecientes sospechas sobre su conducta a partir de la llegada de su hijo, y con los correctos Ignazio Spalla como Guild (Guildenstern en la obra original) y Ennio Girolami en el papel de Ross (Rossencratz en la obra de Shakespeare), los hombres de confianza de Claude con los que pronto tendrá problemas Johnny. Quizás sea Gabriela Grimaldi en el papel de la desdichada Emily (Ofelia) la única que desentona con una actuación un tanto forzada.



En resumen un gran film con una factura técnica irreprochable que conjuga perfectamente el universo de Shakespeare con el mundo del spaghetti western y que demuestra el enorme talento visual de su director, por lo que creo es de visión obligatoria para todo buen aficionado.


PUNTUACIÓN

HISTORIA: 9
AMBIENTACIÓN: 9
DIRECCIÓN: 9
ACTORES: 8
MÚSICA: 8.

MEDIA: 8,6

viernes, 15 de octubre de 2010

CORRE CUCHILLO CORRE



Corre Cuchillo Corre (Corri, uomo, corri)
1969
Italia/España
Director Sergio Sollima
Reparto Tomás Milián,Donald O'Brien, John Ireland, Federico Boido, Linda Veras,Chelo Alonso,José Torres, Luciano Rossi, Nello Pazzafini
Guión Sergio Sollima, Pompeo de Angelis
Fotografía Guglielmo Mancori
Música Bruno Nicolai


Segunda parte realizada en 1968 por Sergio Sollima de la afamada “El halcón y la presa” que comienza donde acababa ésta, con el regreso de Cuchillo (personaje que adquiere total protagonismo) a un Méjico bajo la presidencia de Porfirio Díaz, época en la que abundantes grupos de bandidos, antiguos revolucionarios, campaban a sus anchas por el país.

Cuchillo tras volver de los EEUU es detenido. En prisión conocerá a un poeta llamado Ramírez, líder del movimiento juarista, con el que escapará y le revelará, antes de morir, el secreto sobre el lugar donde se encuentra el oro de la revolución. A partir de ese momento el éxito del proceso revolucionario dependerá del triunfo de Cuchillo en su misión.

La película tiene como protagonista absoluto a Cuchillo, personaje que hunde sus raíces en la literatura picaresca del Siglo de Oro. Así se nos presenta a Cuchillo como el típico antihéroe de condición humilde que aspira, sin conseguirlo, a mejorar su condición social a través de actos que rozan el delito (para una vez que gana bastante dinero lo detienen y la policía se lo requisa). Incluso su relación amorosa recuerda a aquellas de carácter marcadamente humorístico que mantenían los siervos en contraposición con las de carácter más grave de sus señores propia del teatro español de los siglos XVI y XVII. Y para rematar los paralelismos se encuentra la figura del antiguo sheriff que entroncaría con la del hidalgo empobrecido, personaje habitual de esa literatura.

Como consecuencia, el tono del film es más ligero y humorístico que el de otros Zapata-westerns aunque tampoco olvida una de las características de este subgénero, también incluida en la novela picaresca, como es la denuncia social, al mostrarnos los aspectos más sórdidos y desagradables de la sociedad en la que se desarrolla la acción, en este caso tamizada por la ideología marxista. Así, como ocurre con otras películas propias de este subgénero, Sollima reflexiona sobre el verdadero valor y eficacia del proceso revolucionario y nos presenta a un pueblo que, tras haberse enfrentado a Maximiliano, se encuentra a merced tanto del ejército de Porfirio Díaz (son continuos los fusilamientos de la población civil) como de los antiguos revolucionarios que, convertidos en simples bandidos, no dudan en acabar con la población para conseguir sus fines. La situación de violencia que sufre el campesinado mejicano la resume perfectamente Cuchillo en la escena en la que encuentra a la mujer del Ejército de Salvación enterrando a su compañero, ésta le dice que ha muerto de enfermedad y él le responde con total naturalidad: “La gente también muere de eso”. Mientras que la crítica social y a la revolución se encuentra diseminada a través de distintas escenas a lo largo de la película, algunas de ellas cortadas en la versión española por lo que os recomiendo que os intentéis hacer con la integra, como por ejemplo cuando en prisión al protagonista le presentan a Ramírez como un hombre peligroso por ser poeta (se subraya así la idea de la cultura como arma para acabar con las injusticias y la pobreza); la conversación que mantiene Cassidy con un antiguo compañero revolucionario antes de acabar con él en un duelo, fundamental para conocer el pasado de este personaje y el desencanto que siente por la revolución que le lleva a afirmar ante el cadáver de su antiguo amigo: “No basta con que la causa sea justa”; o la secuencia en la que Cuchillo reparte el pan a una muchedumbre hambrienta y les arenga a que lo tomen por la fuerza y no lo mendiguen, ya que les pertenece por derecho propio.

Además también se aprecia una crítica a la injerencia norteamericana en el continente sudamericano a través de la figura de los dos agentes franceses trasunto de los asesores norteamericanos cada vez más abundantes en aquella época como consejeros, sobre todo en los gobiernos totalitarios que comenzaban a proliferar en América del Sur. Crítica que se extiende a los norteamericanos en general al presentarlos como seres mezquinos e hipócritas que desprecian a sus vecinos del sur (en este sentido cobra gran importancia la secuencia en la que Cuchillo y otro mejicano le preguntan a un gringo por Tejas y al increparlos éste señalan: “Efectivamente, estamos en Tejas”).


Y todo ello está contado con un tono menos grave que otros Zapata-westerns a través de un guión, escrito por el propio Sollima junto con Pompeo de Angelis (autor del que no tengo ningún tipo de referencia), muy entretenido que combina perfectamente aventura, acción y humor (excelente la escena inicial); además de contar con la elegante dirección de Sollima.

Por lo que respecta tanto a la fotografía de Gugliemo Mantori (un profesional que empezó en los péplums) como a la ambientación cabe señalar que rayan a gran altura.

Mención aparte hay que hacer, de nuevo, de la banda sonora compuesta por Bruno Nicolai, aunque por lo que he leído tuvo una participación fundamental en la misma Ennio Morricone, con una gran variedad de temas que van desde algunos fácilmente asociables a este subgénero a otros propios del país en donde se desarrolla la acción.


En cuanto a las actuaciones, el film cuenta con la gran baza de un Tomas Milian que borda el papel de Cuchillo (creo que está un poco más comedido que en su predecesora) un ingenuo y simple campesino (presenta a Ramírez a su mujer como un peligroso poeta, tal y como le había dicho el carcelero momentos antes) aunque también poseedor de una gran inteligencia natural y con una gran capacidad para escapar de las situaciones comprometidas en las que continuamente se ve metido. Junto a él, Donal O’ Brien (que me ha gustado más que la primera vez que le vi ya que me recordaba muchísimo a Fernando Fernán Gómez y no le veía en el papel) como Cassidy, el antiguo sheriff que, desencantado con el proceso revolucionario, busca ahora el provecho económico, aunque será de los pocos personajes que evolucionen a lo largo del film. John Ireland (en un corto papel y cuya presencia, supongo, que tenía como objeto vender mejor el film) y Nello Pazzaffini como los antiguos revolucionarios devenidos en bandidos que intentan servirse del caos existente; ambos cumplen en sus papeles, sobre todo el segundo gracias a su físico amenazante. Y dos mujeres en papeles más importantes de lo que era habitual en este género: Chelo Alonso como la vivaracha y decidida novia de Cuchillo y Linda Veras como la mojigata e hipócrita sargento del Ejército de Salvación, hija del avaricioso y corrupto alcalde del pueblo estadounidense en donde se encuentra el oro.


En resumen un buen spaghetti, narrado con agilidad y buen ritmo por Sergio Sollima aunque, para mí, no llega al nivel de “El halcón y la presa”, ni a la maestría de “Cara a Cara”.

PUNTUACIÓN:


HISTORIA: 7.
AMBIENTACIÓN: 8.
DIRECCIÓN: 8.
ACTORES: 8.
MÚSICA: 8.


MEDIA: 7,8.

Reseña Adicional 

jueves, 14 de octubre de 2010

Jeffrey Hunter



Actor de origen norteamericano (Louisiana 1926-California 1969) cuyo verdadero nombre era Henry Herman McKinnies Jr.

Fue un actor precoz que compaginó sus estudios en la escuela secundaria con apariciones en la radio y en el teatro de Chicago.

Tras hacer el servicio militar en la Marina y estudiar con una beca en UCLA fue descubierto por un cazatalentos y contratado por la 20th Century Fox que lo convirtió, junto a Robert Wagner, en una de sus estrellas juveniles.

Aunque su debut en el cine tuvo lugar en la adaptación que en 1949 hizo David Bradley del “Julio César” de Shakespeare (que volvería a ser adaptado por Mankiewicz en su famosa superproducción de 1953 con Marlon Brando como protagonista), su primer papel importante fue en el musical de Lloyd Bacon de 1951 “Call me mister” con Betty Grable y Dan Dailey. Durante esta década mostrará su versatilidad en todo tipo de géneros: thriller como “Fourteen hours” (1951) de Henry Hathaway o “Un beso antes de morir” (1956) en el que compartía protagonismo con Robert Wagner (con el que volvería a coincidir en el western de Nicholas Ray “La verdadera historia de Jesse James” de 1957 y en “In love and war” drama bélico de 1958); bélicas como “Luchas submarinas” (1951) con Richard Widmark y Dana Andrews o “Del infierno a la eternidad” (1960); de aventuras como “Un grito en el pantano” (1952) de Jean Negulesco que le emparejó con Jean Peters; westerns como “Tierra de violencia” (1956) junto a Robert Ryan y Virginia Mayo; o dramas como “Más fuerte que la vida” dirigido en 1957 por Martin Ritt con Joanne Woodward. Pero, sin duda, lo que marcó a este actor en esta década fueron sus tres colaboraciones con el maestro John Ford: “Centauros del desierto” (1956) uno de los mejores westerns de la historia protagonizado por John Wayne, el magnífico drama sobre el fin de un político “El último hurra” (1958) junto a Spencer Tracy y otro notable western, “El sargento negro” (1960).

Al comenzar la década de los sesenta parecía que se iba a asentar como una gran estrella, sobre todo tras dar vida a Jesús de Nazareth en la superproducción rodada en España por Nicholas Ray “Rey de reyes” (1962) pero, tras una breve aparición en otra superproducción “El día más largo” (1962), su estrella, como le ocurrió a otros actores que dieron vida a Jesús, se apagó. Así, y como harían otros intérpretes en decadencia, se le comenzó a ver en producciones europeas como “Oro para el César” (1963) al mismo tiempo que se refugiaba en la televisión (entre otros rodó 26 episodios para la serie Temple Houston entre 1962 y1963).

Su debut en el eurowestern vino de la mano del veterano George Sherman en el film con escaso rigor histórico “Joaquín Murrieta” (1965), para intervenir en otros dos eurowesterns más, uno de ellos en régimen de coproducción con los EEUU.

Su últimas películas fueron un western mejicano “Super colt 38” con Pedro Armendáriz Jr. y una coproducción hispano-italiana dirigida por Javier Setó “Viva América”, ambas de 1969. Ese mismo año fallecía al golpearse la cabeza en un accidente casero.

Filmografía SW:


miércoles, 13 de octubre de 2010

UNA CUERDA, UN COLT


Una cuerda, un colt (Une corde, un Colt)
1969
Italia/Francia
Director: Robert Hossein
Reparto: Robert Hossein, Michéle Mercier, Anne-Marie Balin, Daniele Vargas, Guido Lollobrigida, Serge Marquand, Pierre Colett, Chris Huerta, Michel Lemoine, Philippe Baronnet, Pierre Hatet, Angel Alvarez, Benito Stefanelli, Charly Bravo, Ivano Staccioli, Antonio Molino Rojo, Jose Canalejas, Lorenzo Robledo, Beatrice Altariba, Maria Gustafson, Simón Arriaga, Alvaro de Luna
Guión: Claude Desailly, Robert Hossein
Fotografía: Henri Persin
Música: Andre Hossein

Original spaghetti western dirigido en 1969 por el francés Robert Hossein, que se reservó el papel de protagonista, en régimen de coproducción entre Italia y Francia.



Los Rogers, unos ricos terratenientes de la región, ahorcan a Ben Caine delante de su mujer, María. Ésta contactará con Manuel, un letal pistolero que fue su antiguo amante, para llevar a cabo su venganza, que incluirá el rapto y posterior violación por parte de los cuñados de María de Johanna, la hija de Will Rogers.

Se trata de una película tan desmitificadora o más del lejano oeste que las realizadas por su amigo, al que dedica la misma, Sergio Leone, al presentarnos una tierra caracterizada por su brutalidad (sensacional la escena inicial en el que un grupo de vaqueros persiguen a un individuo herido, lo atrapan y delante de su mujer lo ahorcan) y su cotidiana violencia, y en la que no cabe lugar a la visión romántica que de ella hicieron los clásicos estadounidenses. Así nos va a describir un entorno físico y moral caracterizado por su sordidez y habitado por unos personajes crueles y despiadados a lo que no les importa alcanzar las más altas cotas de degradación moral con el fin de conseguir sus objetivos. Sólo el protagonista, el pistolero Manuel, a través de sus tristes miradas parece darnos a entender que no comparte los planes y acciones de María (sobre todo en relación con el secuestro y posterior violación de la hija de Will Rogers), pero su amor por ella le lleva a no actuar a favor de Johanna Rogers, convirtiéndose tanto en una víctima más como en un verdugo que deberá expiar sus pecados (maravillosa la escena final). De hecho, cuando María acude a él al principio de la película, le dirá una frase que será profética y que resume el espíritu del film: “La venganza es una planta maldita que da frutos amargos para todos”.



La película cuenta con un notable guión del propio Hossein, del que fuera maestro del giallo Dario Argento y de Claude Desailly (habitual colaborador de Robert y creador de la famosa serie de televisión “Las brigadas del Tigre”) que presenta ciertas similitudes con la gran novela negra “No hay orquídeas para miss Blandish” de James Hadley Chase, en la que una familia de gángsters, para llevar a cabo su plan, raptaban a una joven que se convertía en la víctima inocente al sufrir en su persona las consecuencias de la vileza de sus raptores; rapto que, como ocurre en la película, se convertía en el detonante de la historia.

El film está además contado de forma original por Hossein, realmente parece un ejercicio de estilo, sustituyéndose en gran parte del metraje los diálogos (que se reducen a la mínima expresión) por los silencios y las melancólicas miradas de los personajes (sobre todo las de los dos protagonistas), por las bellísimas imágenes que hablan por sí solas y por la acertada banda sonora de André Hossein (creo que era el padre del director) que cuenta con varios temas realmente buenos, sobre todo uno, de gran belleza, con protagonismo de la guitarra que acentúa el tono amargo del spaghetti. También destacan la preciosista fotografía de Henri Persin (el desierto de Almería está bellísimamente fotografiado) que ya había colaborado en otros proyectos de Hossein y una extraordinaria labor de ambientación, en la que sobresale, sin lugar a dudas, el pueblo fantasma

En cuanto a los actores, creo que se merecen una mención especial los dos protagonistas. Robert Hossein hace una gran composición como el letal pistolero Manuel, sustituyendo, como ya dije antes, en muchas escenas de la cinta su mirada lacónica por las palabras. Un hombre que interiormente está tan muerto como el pueblo fantasma en el que habita y que aceptará formar parte del proyecto de María por su amor hacia ella aunque eso suponga sentirse culpable por participar de un plan aberrante. Por otra parte nos encontramos con una gran Michèle Mercier en el papel de María Caine una mujer fría y dura que antepone su deseo de venganza a cualquier otro tipo de consideración moral y que no duda en sacrificar a una inocente para conseguir sus objetivo; al igual que Hossein se muestra capaz con tan sólo una mirada de reflejar múltiples sentimientos. Además su papel, a diferencia de los reservados para las mujeres en el spaghetti, tiene una gran transcendencia ya que toda la acción de la película gira en torno a sus decisiones, convirtiéndose en el elemento catalizador de la misma. Junto a ellos nos encontramos con unos correctos Daniele Vargas en el papel de Will Rogers, el rico e implacable terrateniente que controla junto a sus tres hijos el territorio (incluso el sheriff se comporta como un empleado suyo) y que se convertirá en el objeto de la venganza de María; Guido Lollobrigida en el rol de uno de los hermanos de Ben Caine y Serge Marquand como uno de los hijos de Will



En definitiva una dura, triste, desoladora y melancólica película rodada con un ritmo pausado, bastante diferente a la mayoría de los spaghettis que he visto hasta ahora y que me ha gustado mucho, aunque creo que puede sorprender a los que busquen la ligereza narrativa y la ausencia de connotaciones morales propias de este subgénero.


PUNTUACIÓN


HISTORIA: 8.
AMBIENTACIÓN: 9.
DIRECCIÓN: 8.
ACTORES: 8.
MÚSICA: 8.

MEDIA: 8,2.

viernes, 8 de octubre de 2010

TIERRA BRUTAL


Tierra brutal
1961
España/EEUU
Director: Michael Carreras
Reparto: Richard Basehart, Paquita Rico, Don Taylor, Alex Nicol, Fernando Rey, María Granada, José Nieto, Víctor Israel, Rafael Albaicín, Manolita Barroso, Víctor Bayo, Xan das Bolas, Pilar Caballero, Francisco Camoiras, Félix Fernández, Antonio Fuentes, José Manuel Martín, Sergio Mendizábal, Manolo Peiia, Alfonso Rojas, Rafael Vaquero.
Guión: Edmund Morris, Jose Gutierrez Maesso
Fotografía: Alfredo Fraile
Música: Antón García Abril

Primer western rodado en tierras españolas en 1961 que mostró las posibilidades de los paisajes almerienses para recrear el mundo del Far-west. Además fue la primera de numerosas coproducciones hispano-estadounidenses (la todopoderosa Metro Goldwyn Mayer se implicó en la distribución internacional de la película) en las que las productoras norteamericanas buscaban abaratar los costes rodando en España westerns que, generalmente, seguían miméticamente los cánones de los films serie b, eran dirigidos por realizadores curtidos en este tipo de productos (George Sherman, Roy Rowland, Sidney Pink, Paul Landres, Lesley Selander) y al frente de sus repartos solían figurar estrellas estadounidenses en decadencia (Jeffrey Hunter, Broderick Crawford) o de segunda fila (Audie Murphy, Russ Tamblyn, Rory Calhoun, Don Murray) con el objeto de facilitar su comercialización.



Steve Fallon, un temible pistolero que quiere olvidar su violento pasado, es recogido por Mike Summers, un ex oficial sudista que ha hecho del pacifismo su bandera tras su experiencia traumática durante la Guerra de Secesión, y su mujer, de origen mejicano. El problema es que la región, en la frontera con EEUU, está controlada por Ortega y su cuadrilla de pistoleros, entre los que destaca otro norteamericano llamado Danny Pose, que actúan como una auténtica mafia exigiendo a los rancheros el pago de una especie de impuesto a cambio de asegurarse su protección. El conflicto pronto alcanzará al rancho de Mike y Steve tendrá que actuar de nuevo.

La película me ha parecido bastante floja y muy lenta, sobre todo en su parte inicial, con un guión, obra de Edmund Morris, premioso, escasamente imaginativo (incluso cuenta con la tópica historia de amor muy mal desarrollada), con diálogos un tanto pretenciosos y forzados como el que mantiene la mujer de Mike con Steve al señalar la primera “Si el fuerte no quiere proteger al débil ¿A quién puede recurrir éste?”, a lo que le contesta el segundo “Si el débil siempre busca protección nunca se hará fuerte” y que se limita a repetir situaciones vistas en infinidad de westerns anteriores, como “Raíces profundas” puesto que el personaje de Steve recuerda a Shane y su intento, fallido por las circunstancias, de abandonar las armas o “Una vida por otra” en el que Howard Keel (actor de cierto parecido físico con Don Taylor) encarnaba a un ex oficial confederado que debía hacer frente con su mujer a los ataques de los bandidos mejicanos.



La dirección corrió a cargo de Michael Carreras productor y realizador ligado a la Hammer, que hizo de éste un proyecto personal ante la negativa de la mítica productora británica de financiar un western, y contó con la colaboración de otro compañero de la Hammer en labores de producción, el guionista de varios títulos emblemáticos de la citada productora Jimmy Sangster. Su labor en la dirección me ha parecido solamente correcta, destacando la escena del enfrentamiento entre Danny y Ortega cuyo inicio, curiosamente, parece más propio de un film gótico.

En cuanto a los actores cabe señalar que al frente del reparto se encuentran tres norteamericanos. En primer lugar Richard Basehart, que a pesar de haber participado en cintas de calidad como “Fixed Bayonets” de Samuel Fuller o “Moby Dick” de John Huston distaba mucho de ser una estrella, da vida a Steve Fallon, pero a pesar de sus esfuerzos creo que su físico está bastante alejado del de un temible pistolero, por lo que su elección, con independencia de su calidad como actor, me parece un error. Don Taylor, actor al que creo no había visto nunca y que dirigiría la notable “Un ejército de cinco hombres”, como el pacifista Mike Summers me ha parecido muy limitado. En cuanto Alex Nicol borda el papel de Danny Pose, el fanfarrón, brutal y ambicioso pistolero a sueldo de Ortega. Junto a ellos varios actores españoles: la folclórica Paquita Rico, que se encontraba en la cima de su popularidad, como la valiente y decidida mujer de Summers; un gran José Nieto como el “padrino” Ortega, un hombre que, como se afirma en su magnífica presentación, no hace la guerra a mujeres y niños pero sí deja viudas y huérfanos; y un correcto Fernando Rey en el rol de un antiguo hacendado al que Ortega le arrebató sus posesiones.



Por lo que respecta a los aspectos más destacables, para mí son la estupenda labor de Alfredo Fraile como director de fotografía que convierte Almeria en Sonora y la bella, variada y acertada banda sonora del maestro Antón García Abril.

En definitiva, pienso que es un eurowestern bastante flojo y aburrido, pero que tiene el indiscutible valor de haber sido el primero rodado en Almería con la transcendencia que supuso este hecho para el desarrollo de este subgénero.

PUNTUACIÓN

HISTORIA: 5
AMBIENTACIÓN: 6
DIRECCIÓN: 5
ACTORES: 6
MÚSICA: 6

MEDIA: 5,6

miércoles, 6 de octubre de 2010

John Steiner



Actor de origen inglés (Chesire 1941) que debido a su peculiar físico, con cierto parecido a Peter O’Toole pero más siniestro, se convirtió en uno de los malvados más recurrentes en el cine italiano de la década de los setenta y ochenta.

Estudiará en la Real Academia de Arte Dramático y gracias a su formación actoral clásica es contratado durante tres años por la prestigiosa Real Shakespeare Company, al mismo tiempo que comienza a aparecer en importantes series de la BBC como “Orlando” y “El Santo” junto a Roger Moore.

Su debut en el cine tuvo lugar en 1967 con “Marat/Sade” dirigida por Peter Brook, con el que obtuvo un gran éxito, sobre todo en Italia, lo que hizo que varios productores se fijarán en él y en 1968 fuera llamado para interpretar al doctor británico envuelto en la Revolución Mejicana en la estupenda “Tepepa”. A partir de ese momento se trasladará a vivir al país Transalpino y no regresará a Gran Bretaña, salvo en ocasiones puntuales, hasta finales de la década de los ochenta.

Entre sus apariciones más interesantes durante estos años se pueden destacar “El bosque del lobo” (1970) dirigida por Pedro Olea; tres grandes films caracterizados por su fuerte carga política: “L’istruttoria è chiusa: dimentichi” (Damiano Damiani 1971) con Franco Nero, “Noticias de una violación en primera página” (Marco Bellochio 1972) protagonizada por Gian María Volonté y “Defendiendo a los ciudadanos” (Romolo Guerrieri 1973) con Enrico Maria Salerno.

Será otro spaghetti, “Colmillo blanco” (1973) de Lucio Fulci, el que le convertirá en uno de los villanos ideales del cine europeo, repitiendo roles negativos en sus dos colaboraciones con Tinto Brass: “Salón Kitty” (1976) con Ingrid Thulin y Helmut Berger, en el que daba vida a un oficial nazi (personaje que volvería a interpretar en otros films dentro del denominado nazi-exploitation) y la controvertida “Calígula” (1979) con Peter O’Toole y John Gieguld o en otro spaghetti de época tardía “Mannaja” (Sergio Martino 1977). También participará en el último trabajo del maestro italiano del terror Mario Bava, Shock (1977).

No obstante, a pesar de trabajar en infinidad de producciones, en muy pocas ocasiones tuvo papeles de protagonista y cada vez con más asiduidad en la década de los ochenta, salvo en contadas ocasiones como sus apariciones en “Tenebre” (1982) de Dario Argento o “Julia y Julia” (1987), se le vio en producciones baratas dirigidas por conocidos realizadores del denominado cine Eurotrash como Ruggero Deodato, Antonio Margheriti o Enzo G. Castellari.

Su último trabajo fue en 1991 en otro film de Tinto Brass, “Los burdeles de Paprika”, retirándose ese mismo año a California para desarrollar una fructífera carrera como promotor inmobiliario.


Filmografía SW:

1968.- Tepepa /// Reseña Adicional
1973.- Colmillo Blanco
1974.- La carrera del oro
1977.-Mannaja /// Reseña Adicional

lunes, 4 de octubre de 2010

TEPEPA




TEPEPA
España/ Italia
1969
Director: Giulio Petroni
Reparto: Tomas Milian, John Steiner, Orson Welles, Luciano Casamonica, Angel Ortiz, Anna Maria Lanciaprima, José Torres, Paloma Cela, George Wang, Giancarlo Badessi, Francisco Sanz, Armando Casamonica, Clara Colosimo, Mario Daddi, Lina Franchi, Vittorio Gigli, Rafael Hernández, Alba Majolini, Paola Natale, Alba Maiolini
Guión: Ivan Della Mea, Franco Solinas, Giulio Petroni
Fotografia: Francisco Marí­n
Música: Ennio Morricone


Coproducción hispano-italiana de 1966 que se enmarca dentro de la corriente de los Zapata-western, spaghettis ambientados durante la revolución mejicana que permitieron tanto a guionistas como a directores, fundamentalmente de izquierdas, dotar de una mayor carga ideológica a sus películas. En este caso creo que, por su gravedad y seriedad, este spaghetti está más cercano a ejemplos como “Yo soy la revolución” (en cuyo guión, como en este caso, participó Franco Solinas, reputado miembro del Partido Comunista Italiano) que a otros de mayor ligereza e incluso comicidad como “Corre Cuchillo…corre”, “Salario para matar” o “Vamos a matar compañeros”.

Un carismático campesino devenido en revolucionario, apodado Tepepa, es salvado por un misterioso médico inglés, que pretende acabar con él personalmente para vengar el asesinato de su amada, en el mismo momento en que iba a ser fusilado por los hombres de Cascorro, sanguinario coronel que se comporta como un dictador. Las circunstancias políticas, con el estallido de un nuevo proceso revolucionario, obligarán al médico a posponer sus planes al mismo tiempo que se producirá un cierto acercamiento de éste hacia Tepepa.



La película nos presenta una visión desoladora de la revolución mejicana como arquetipo del proceso revolucionario. Así a través de una compleja estructura a base de flashback nos muestra la escasa efectividad de las revoluciones, ya que vemos cómo, tras haber combatido en ella y haber derrotado a sus enemigos, los campesinos son traicionados por quienes se valieron de ellos durante la lucha revolucionaria, volviendo a su situación inicial de miseria. En este sentido cobran gran importancia dos escenas, parcialmente cortadas en algunas versiones por lo que os aconsejo la versión íntegra, en las que se reflexiona sobre este hecho:

En la primera ante el cuerpo ahorcado de un párroco (imagen que se contrapone a la del cardenal situado a la derecha del coronel durante el intento de fusilamiento de Tepepa, por lo que se da el mensaje de la complicidad de las altas jerarquías eclesiásticas con los estamentos de poder) el protagonista se lamenta de que en ese infeliz y desgraciado país sólo saben escribir los ricos, los militares y los sacerdotes y encima el pueblo no sabe de lo que escriben porque no pueden leerlo, de esta forma se denuncia el analfabetismo como arma de dominación política.



En la segunda con la entrega de las armas por parte de los campesinos a Madero, que aparece ya tutelado por un general que creo es Huertas, en el que Tepepa mantiene una clarificadora conversación con el Presidente en la que en un momento dado el general deja claro que los militares diferencian entre estado (definido por el propio Madero como una organización para todos los ciudadanos) y patria, en una clara crítica a la injerencia de los militares en el poder civil y a la involución de los procesos revolucionarios que terminan siendo controlados por éstos en contra del pueblo.

Aparte de estas consideraciones creo que estamos ante un estupendo spaghetti western, magníficamente realizado por Giulio Petroni (director de la también sensacional “De hombre a hombre”) que se aleja de los clichés habituales (apenas se utiliza el zoom, por ejemplo), espectacularmente fotografiada por Francisco Marín que sabe sacar un gran partido a los desiertos almerienses, muy bien ambientada, con una gran, muy adecuada y variada banda sonora de inspiración mejicana compuesta por Ennio Morricone y un sobresaliente guión de entre otros ,el propio director y el citado Franco Solina que gira, aparte del proceso revolucionario, en torno a unos temas tan típicos para el spaghetti como son la venganza y la traición, caracterizándose por su complejidad sobre todo en su estructura y en los dos personajes principales, que distan mucho de ser planos.

Así Tepepa (Milian está enorme y bastante comedido dándole vida, teniendo en cuenta además que es el típico personaje que puede dar lugar a una interpretación un tanto histriónica) aparece como un ser ambiguo: simple, ignorante, primitivo, ingenuo pero también seductor y con gran carisma, lo que le convierte en un líder natural que conecta muy bien a través de sus mensajes sencillos y directos con el pueblo llano. El problema es que todo su mensaje humanista de defensa de los desheredados choca con su lado más oscuro que le lleva a violar a una mujer que posteriormente se suicida (aunque realmente nunca sabremos si la violó o todo fue un ardid del coronel Cascorro para indisponer a Steiner contra él), pero, en todo caso, su ambigüedad moral quedará puesta de manifiesto tanto en la última conversación que mantiene con el médico inglés, en la que parece despreciar la vida de un ser humano en comparación con el fin de la revolución, como cuando en un primer momento abandona y traiciona (es decir mantiene la misma actitud que reprocha a Madero) a su amigo Piojo porque, al haberle cortado las manos, ya no le sirve.

Por otra parte está el médico inglés, muy bien interpretado por el británico John Steiner, extranjero que, a diferencia de otros Zapata-westerns, no se va involucrar en el proceso revolucionario buscando un beneficio económico sino para vengarse de aquél que le arrebato a su amada, y que durante toda la película se debatirá entre su deseo de venganza y su creciente admiración por un personaje tan carismático como Tepepa, teniendo que escoger en el momento cumbre entre su juramento hipocrático o sus ansias de venganza, lo que supondría traicionarse a sí mismo.

Como tercer personaje nos encontramos con el alcohólico coronel Cascorro, símbolo de la traición del ejército al proceso revolucionario y al poder civil, al que Orson Welles, con su gran actuación, convierte en un despreciable villano muy difícil de olvidar.

Pero no sólo en los personajes principales está muy presente el tema de la traición, sino también en varios secundarios, como Madero (Paco Sanz) símbolo del pragmatismo ya que una vez que llega al poder olvidará y traicionará sus principios revolucionarios e inocentemente confiará en el ejército que terminará por derrocarlo y asesinarlo, o Piojo (José Torres) que es capaz de traicionar a su amigo para escapar de la miseria y poder garantizar a su hijo un futuro mejor.

Y por último cabe citar al personaje de Paquito el hijo de Piojo, muy bien interpretado por Luciano Casamonica (por una vez me encuentro con un personaje infantil que es soportable), que convertirá en tragedia uno de los escasos gag de la película consistente en preguntar constantemente a distintos individuos “Si Méjico les gusta”, ya que acabará con un personaje por no gustarle su país; y que parece, al final, asumir tanto la personalidad como los principios revolucionarios de Tepepa, convirtiéndose en una especie de sucesor de éste.



En resumen, para mí, uno de los mejores spaghettis ambientados en la revolución mejicana que he visto hasta ahora dirigido por, para mí, uno de los grandes realizadores de este subgénero. Lástima que otra de sus películas de las que tengo muy buenas referencias, “La noche de la serpiente”, sea casi imposible de encontrar.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 9
AMBIENTACIÓN: 9
DIRECCIÓN: 9
ACTORES: 9
MÚSICA: 8

viernes, 1 de octubre de 2010

BANDIDOS


Bandidos
1967
España/Italia
Director: Massimo Dallamano
Reparto: Terry Jenkins, Enrico Maria Salerno, Venantino Venantini, Maria Martin, Fred Robsahm, Chris Huerta, Marco Guglielmi, Víctor Israel, Roberto Messina, Valentino Macchi, Antonio Pica, Arthur Chase, Jesus Puente, Massimo Scarchielli, Renzo Pevarello, Aysanoa Runachagua, Gino Barbacane, Giancarlo Sisti, Claudio Scarchilli, Luciano Pallocchia, Giancarlo Bastianoni, Juan Jose Milian, Franco Morici, Osiride Pevarello 
Guión: Luis Laso, Juan Cobos, Romano Migliorini, Gianbattista Mussetto
Fotografía: Emilio Foriscot
Música: Egisto Macchi


Extraordinario spaghetti de 1967 en régimen de coproducción entre España e Italia y dirigido por Massimo Dallamano (director de fotografía de, entre otras, “Por un puñado de dólares” y “La muerte tenía un precio”) bajo el seudónimo de Max Dillman, que supuso su única y brillantísima aportación a este subgénero, ya que a partir de este año, y hasta su prematura muerte a mediados de los setenta, se especializó en dramas y, sobre todo, giallos como “¿Qué habéis hecho con Solange?” o “El medallón ensangrentado”.

Nos encontramos ante una gran historia, perfectamente desarrollada por un guión estupendo que carece de tiempos muertos escrito, entre otros, por Juan Cobos y una de las mejores labores de dirección que he visto hasta ahora en un spaghetti.

Como toda buena película nos relata temas universales, en este caso trasladados al oeste americano; así, no sólo nos cuenta la típica historia de una venganza tan propia de este subgénero sino también el dolor que produce la traición de los seres queridos o la necesaria rebelión del hijo contra el padre (aquí del discípulo contra el maestro) para poder afianzar su personalidad el primero y poder recorrer su propio camino.

El film cuenta con un grandísimo prólogo que marcará el devenir de los tres protagonistas. Un tren es asaltado por la banda de Billy Kane en colaboración con un grupo de forajidos mejicanos comandados por Vigonza. Del asalto sólo se salvarán dos pasajeros: un joven, Ricky Shot, que es arrojado del mismo y Richard Martin un feriante, antiguo maestro de Kane del que éste aprendió todo sobre el manejo del revólver y al que abandonó para dedicarse a la delincuencia, modo de vida más lucrativo. Kane, en recuerdo a los viejos tiempos y rompiendo una de sus máximas (”Dejar testigos es cosa de principiantes. Jamás lo hago”), le perdonará la vida, no sin antes dispararle a las manos en una gran secuencia con una fuerte carga simbólica que recuerda ligeramente a la protagonizada por James Stewart y Alex Nicol en “El hombre de Laramie”. A partir de ese momento Richard planeará acabar con Kane en una decisión en la que cobra tanta importancia el deseo de vengarse como el dolor por haber sido traicionado por aquel al que más quiso. La oportunidad le llegará al conocer a un joven, Shot, al que adiestrará en el manejo de las armas de fuego como lo hizo con Kane; lo que desconoce es que éste es el otro superviviente y tiene sus propios planes ya que le acusaron del asesinato de un pasajero que uno de los hombres de Kane cometió con su cuchillo. Traicionado por segunda vez, Richard tomará una decisión que será trágica.

Si el guión me ha parecido muy bueno por su dinamismo lo que, creo que, destaca sobre todo es el montaje (en la larga escena del robo del tren es prodigioso), y la labor de Emilio Foriscot (responsable también ese mismo año de “Dos cruces en Danger Pass” o “Cara a cara”) como director de fotografía y de Dallamano en la dirección, que huye de los clichés del spaghetti como los primerísimos planos de la miradas de los personajes que se alargan hasta la extenuación o el abuso del zoom (recurre a éste en contadísimas ocasiones y siempre de forma justificada) para ofrecernos toda una lección sobre el uso del travelling (maravilloso el inicial en el que se van viendo las víctimas del tren o el que precede al tiroteo final en el que sólo se ven las piernas de Kane mientras se desplaza), de la utilización de la cámara subjetiva (grandioso el inicio del enfrentamiento que sostienen en el salón Kane y Shot con los hombres de Vigonza), con secuencias perfectamente planificadas (extraordinario el enfrentamiento de Kane con uno de sus hombres que viene precedido con un precioso plano de una botella deslizándose por la barra) y planos de una gran originalidad (el del mejicano mirando a través del agujero de su sombrero o el del pistolero cuya imagen, al ser abatido, se ve reflejada en un cristal) y belleza, además de rodar de forma magistral las escenas de acción, sobre todo el tiroteo final y, como ya indique, el asalto al tren. Demostrando, así, que partiendo de los elementos propios de este subgénero se podía contar una buena historia de forma original.


A ello hay que añadir una gran banda sonora de temas variados compuesta por Egisto Machi que acentúa el tono amargo y melancólico de la película y una muy buena labor de ambientación a pesar de que no se dispuso de un gran presupuesto.

Y para redondear el film nos encontramos con unos estupendos actores que dan vida a unos personajes perfectamente perfilados. En primer lugar a un gran Enrico María Salerno capaz de transmitir en todo momento el sufrimiento (físico y moral), las ansias de venganza, la desesperación y la derrota (gran escena la del enfrentamiento con su ex discípulo) de su personaje, Richard; lástima que no se prodigara mucho en el género (creo que tan sólo apareció en cuatro spaghettis). Un estupendo Venantino Venantini (actor, que si no recuerdo mal, es la primera vez que veía) que hace una gran composición como Billy Kane, uno de los más despiadados pistoleros del spaghetti (incluso sus hombres lo temen y pretenden liquidarlo) que se caracteriza por desarmar a sus oponentes antes de matarlos a sangre fría, pero también con su propio código del honor (respeta el acuerdo con Shot) e, incluso, capaz de mostrar ciertos sentimientos respecto a quien fue su maestro. Un más que correcto Terry Jenkins (actor británico que tan sólo rodaría “La leyenda de la ciudad sin nombre”) como Ricky Shot, el inteligente y nuevo discípulo de Richard que también lo traicionará, aunque al final rectificará al darse cuenta de su error. Un competente Cris Huerta como el bandolero mejicano Vigonza, casi tan despiadado como Billy pero mucho menos hábil con el revólver, que, traicionado por éste, pretenderá acabar con él; es en la película en la que mejor le he visto aunque creo que ese personaje lo hubiera bordado Fernando Sancho. Y la colaboración de María Martín como Betty Starr, una madura prostituta.

Como único elemento negativo destacaría, para mi gusto, el personaje del pianista travestido que, creo, está fuera de contexto y no aporta absolutamente nada a la película.

En resumen un grandísimo spaghetti, de una gran riqueza visual (pienso que para apreciar su grandeza hace falta verla más de una vez), extraordinariamente dirigido (viendo esta película no sé si Dallamano fue un discípulo aventajado de Sergio Leone o, incluso, pudo influir en el maestro en su obra cumbre, “Hasta que llegó su hora”) y cuya visión creo que es imprescindible para cualquier amante de este subgénero en particular y del cine en general; por lo que sólo me queda recomendaros que la veáis y la paladeéis plano a plano y secuencia a secuencia.



PUNTUACIÓN:


HISTORIA: 9.
AMBIENTACIÓN: 9.
DIRECCIÓN: 10.
ACTORES: 8.
MÚSICA: 8.


MEDIA: 8,8.