jueves, 14 de octubre de 2010

Jeffrey Hunter




Actor de origen norteamericano (Louisiana 1926-California 1969) cuyo verdadero nombre era Henry Herman McKinnies Jr.

Fue un actor precoz que compaginó sus estudios en la escuela secundaria con apariciones en la radio y en el teatro de Chicago.

Tras hacer el servicio militar en la Marina y estudiar con una beca en UCLA fue descubierto por un cazatalentos y contratado por la 20th Century Fox que lo convirtió, junto a Robert Wagner, en una de sus estrellas juveniles.

Aunque su debut en el cine tuvo lugar en la adaptación que en 1949 hizo David Bradley del “Julio César” de Shakespeare (que volvería a ser adaptado por Mankiewicz en su famosa superproducción de 1953 con Marlon Brando como protagonista), su primer papel importante fue en el musical de Lloyd Bacon de 1951 “Call me mister” con Betty Grable y Dan Dailey. Durante esta década mostrará su versatilidad en todo tipo de géneros: thriller como “Fourteen hours” (1951) de Henry Hathaway o “Un beso antes de morir” (1956) en el que compartía protagonismo con Robert Wagner (con el que volvería a coincidir en el western de Nicholas Ray “La verdadera historia de Jesse James” de 1957 y en “In love and war” drama bélico de 1958); bélicas como “Luchas submarinas” (1951) con Richard Widmark y Dana Andrews o “Del infierno a la eternidad” (1960); de aventuras como “Un grito en el pantano” (1952) de Jean Negulesco que le emparejó con Jean Peters; westerns como “Tierra de violencia” (1956) junto a Robert Ryan y Virginia Mayo; o dramas como “Más fuerte que la vida” dirigido en 1957 por Martin Ritt con Joanne Woodward. Pero, sin duda, lo que marcó a este actor en esta década fueron sus tres colaboraciones con el maestro John Ford: “Centauros del desierto” (1956) uno de los mejores westerns de la historia protagonizado por John Wayne, el magnífico drama sobre el fin de un político “El último hurra” (1958) junto a Spencer Tracy y otro notable western, “El sargento negro” (1960).

Al comenzar la década de los sesenta parecía que se iba a asentar como una gran estrella, sobre todo tras dar vida a Jesús de Nazareth en la superproducción rodada en España por Nicholas Ray “Rey de reyes” (1962) pero, tras una breve aparición en otra superproducción “El día más largo” (1962), su estrella, como le ocurrió a otros actores que dieron vida a Jesús, se apagó. Así, y como harían otros intérpretes en decadencia, se le comenzó a ver en producciones europeas como “Oro para el César” (1963) al mismo tiempo que se refugiaba en la televisión (entre otros rodó 26 episodios para la serie Temple Houston entre 1962 y1963).

Su debut en el eurowestern vino de la mano del veterano George Sherman en el film con escaso rigor histórico “Joaquín Murrieta” (1965), para intervenir en otros dos eurowesterns más, uno de ellos en régimen de coproducción con los EEUU.

Su últimas películas fueron un western mejicano “Super colt 38” con Pedro Armendáriz Jr. y una coproducción hispano-italiana dirigida por Javier Setó “Viva América”, ambas de 1969. Ese mismo año fallecía al golpearse la cabeza en un accidente casero.

Filmografía SW:


miércoles, 13 de octubre de 2010

UNA CUERDA, UN COLT


Una cuerda, un colt (Une corde, un Colt)
1969
Italia/Francia
Director: Robert Hossein
Reparto: Robert Hossein, Michéle Mercier, Anne-Marie Balin, Daniele Vargas, Guido Lollobrigida, Serge Marquand, Pierre Colett, Chris Huerta, Michel Lemoine, Philippe Baronnet, Pierre Hatet, Angel Alvarez, Benito Stefanelli, Charly Bravo, Ivano Staccioli, Antonio Molino Rojo, Jose Canalejas, Lorenzo Robledo, Beatrice Altariba, Maria Gustafson, Simón Arriaga, Alvaro de Luna
Guión: Claude Desailly, Robert Hossein
Fotografía: Henri Persin
Música: Andre Hossein

Original spaghetti western dirigido en 1969 por el francés Robert Hossein, que se reservó el papel de protagonista, en régimen de coproducción entre Italia y Francia.



Los Rogers, unos ricos terratenientes de la región, ahorcan a Ben Caine delante de su mujer, María. Ésta contactará con Manuel, un letal pistolero que fue su antiguo amante, para llevar a cabo su venganza, que incluirá el rapto y posterior violación por parte de los cuñados de María de Johanna, la hija de Will Rogers.

Se trata de una película tan desmitificadora o más del lejano oeste que las realizadas por su amigo, al que dedica la misma, Sergio Leone, al presentarnos una tierra caracterizada por su brutalidad (sensacional la escena inicial en el que un grupo de vaqueros persiguen a un individuo herido, lo atrapan y delante de su mujer lo ahorcan) y su cotidiana violencia, y en la que no cabe lugar a la visión romántica que de ella hicieron los clásicos estadounidenses. Así nos va a describir un entorno físico y moral caracterizado por su sordidez y habitado por unos personajes crueles y despiadados a lo que no les importa alcanzar las más altas cotas de degradación moral con el fin de conseguir sus objetivos. Sólo el protagonista, el pistolero Manuel, a través de sus tristes miradas parece darnos a entender que no comparte los planes y acciones de María (sobre todo en relación con el secuestro y posterior violación de la hija de Will Rogers), pero su amor por ella le lleva a no actuar a favor de Johanna Rogers, convirtiéndose tanto en una víctima más como en un verdugo que deberá expiar sus pecados (maravillosa la escena final). De hecho, cuando María acude a él al principio de la película, le dirá una frase que será profética y que resume el espíritu del film: “La venganza es una planta maldita que da frutos amargos para todos”.



La película cuenta con un notable guión del propio Hossein, del que fuera maestro del giallo Dario Argento y de Claude Desailly (habitual colaborador de Robert y creador de la famosa serie de televisión “Las brigadas del Tigre”) que presenta ciertas similitudes con la gran novela negra “No hay orquídeas para miss Blandish” de James Hadley Chase, en la que una familia de gángsters, para llevar a cabo su plan, raptaban a una joven que se convertía en la víctima inocente al sufrir en su persona las consecuencias de la vileza de sus raptores; rapto que, como ocurre en la película, se convertía en el detonante de la historia.

El film está además contado de forma original por Hossein, realmente parece un ejercicio de estilo, sustituyéndose en gran parte del metraje los diálogos (que se reducen a la mínima expresión) por los silencios y las melancólicas miradas de los personajes (sobre todo las de los dos protagonistas), por las bellísimas imágenes que hablan por sí solas y por la acertada banda sonora de André Hossein (creo que era el padre del director) que cuenta con varios temas realmente buenos, sobre todo uno, de gran belleza, con protagonismo de la guitarra que acentúa el tono amargo del spaghetti. También destacan la preciosista fotografía de Henri Persin (el desierto de Almería está bellísimamente fotografiado) que ya había colaborado en otros proyectos de Hossein y una extraordinaria labor de ambientación, en la que sobresale, sin lugar a dudas, el pueblo fantasma

En cuanto a los actores, creo que se merecen una mención especial los dos protagonistas. Robert Hossein hace una gran composición como el letal pistolero Manuel, sustituyendo, como ya dije antes, en muchas escenas de la cinta su mirada lacónica por las palabras. Un hombre que interiormente está tan muerto como el pueblo fantasma en el que habita y que aceptará formar parte del proyecto de María por su amor hacia ella aunque eso suponga sentirse culpable por participar de un plan aberrante. Por otra parte nos encontramos con una gran Michèle Mercier en el papel de María Caine una mujer fría y dura que antepone su deseo de venganza a cualquier otro tipo de consideración moral y que no duda en sacrificar a una inocente para conseguir sus objetivo; al igual que Hossein se muestra capaz con tan sólo una mirada de reflejar múltiples sentimientos. Además su papel, a diferencia de los reservados para las mujeres en el spaghetti, tiene una gran transcendencia ya que toda la acción de la película gira en torno a sus decisiones, convirtiéndose en el elemento catalizador de la misma. Junto a ellos nos encontramos con unos correctos Daniele Vargas en el papel de Will Rogers, el rico e implacable terrateniente que controla junto a sus tres hijos el territorio (incluso el sheriff se comporta como un empleado suyo) y que se convertirá en el objeto de la venganza de María; Guido Lollobrigida en el rol de uno de los hermanos de Ben Caine y Serge Marquand como uno de los hijos de Will



En definitiva una dura, triste, desoladora y melancólica película rodada con un ritmo pausado, bastante diferente a la mayoría de los spaghettis que he visto hasta ahora y que me ha gustado mucho, aunque creo que puede sorprender a los que busquen la ligereza narrativa y la ausencia de connotaciones morales propias de este subgénero.


PUNTUACIÓN


HISTORIA: 8.
AMBIENTACIÓN: 9.
DIRECCIÓN: 8.
ACTORES: 8.
MÚSICA: 8.

MEDIA: 8,2.

viernes, 8 de octubre de 2010

TIERRA BRUTAL


Tierra brutal
1961
España/EEUU
Director: Michael Carreras
Reparto: Richard Basehart, Paquita Rico, Don Taylor, Alex Nicol, Fernando Rey, María Granada, José Nieto, Víctor Israel, Rafael Albaicín, Manolita Barroso, Víctor Bayo, Xan das Bolas, Pilar Caballero, Francisco Camoiras, Félix Fernández, Antonio Fuentes, José Manuel Martín, Sergio Mendizábal, Manolo Peiia, Alfonso Rojas, Rafael Vaquero.
Guión: Edmund Morris, Jose Gutierrez Maesso
Fotografía: Alfredo Fraile
Música: Antón García Abril

Primer western rodado en tierras españolas en 1961 que mostró las posibilidades de los paisajes almerienses para recrear el mundo del Far-west. Además fue la primera de numerosas coproducciones hispano-estadounidenses (la todopoderosa Metro Goldwyn Mayer se implicó en la distribución internacional de la película) en las que las productoras norteamericanas buscaban abaratar los costes rodando en España westerns que, generalmente, seguían miméticamente los cánones de los films serie b, eran dirigidos por realizadores curtidos en este tipo de productos (George Sherman, Roy Rowland, Sidney Pink, Paul Landres, Lesley Selander) y al frente de sus repartos solían figurar estrellas estadounidenses en decadencia (Jeffrey Hunter, Broderick Crawford) o de segunda fila (Audie Murphy, Russ Tamblyn, Rory Calhoun, Don Murray) con el objeto de facilitar su comercialización.



Steve Fallon, un temible pistolero que quiere olvidar su violento pasado, es recogido por Mike Summers, un ex oficial sudista que ha hecho del pacifismo su bandera tras su experiencia traumática durante la Guerra de Secesión, y su mujer, de origen mejicano. El problema es que la región, en la frontera con EEUU, está controlada por Ortega y su cuadrilla de pistoleros, entre los que destaca otro norteamericano llamado Danny Pose, que actúan como una auténtica mafia exigiendo a los rancheros el pago de una especie de impuesto a cambio de asegurarse su protección. El conflicto pronto alcanzará al rancho de Mike y Steve tendrá que actuar de nuevo.

La película me ha parecido bastante floja y muy lenta, sobre todo en su parte inicial, con un guión, obra de Edmund Morris, premioso, escasamente imaginativo (incluso cuenta con la tópica historia de amor muy mal desarrollada), con diálogos un tanto pretenciosos y forzados como el que mantiene la mujer de Mike con Steve al señalar la primera “Si el fuerte no quiere proteger al débil ¿A quién puede recurrir éste?”, a lo que le contesta el segundo “Si el débil siempre busca protección nunca se hará fuerte” y que se limita a repetir situaciones vistas en infinidad de westerns anteriores, como “Raíces profundas” puesto que el personaje de Steve recuerda a Shane y su intento, fallido por las circunstancias, de abandonar las armas o “Una vida por otra” en el que Howard Keel (actor de cierto parecido físico con Don Taylor) encarnaba a un ex oficial confederado que debía hacer frente con su mujer a los ataques de los bandidos mejicanos.



La dirección corrió a cargo de Michael Carreras productor y realizador ligado a la Hammer, que hizo de éste un proyecto personal ante la negativa de la mítica productora británica de financiar un western, y contó con la colaboración de otro compañero de la Hammer en labores de producción, el guionista de varios títulos emblemáticos de la citada productora Jimmy Sangster. Su labor en la dirección me ha parecido solamente correcta, destacando la escena del enfrentamiento entre Danny y Ortega cuyo inicio, curiosamente, parece más propio de un film gótico.

En cuanto a los actores cabe señalar que al frente del reparto se encuentran tres norteamericanos. En primer lugar Richard Basehart, que a pesar de haber participado en cintas de calidad como “Fixed Bayonets” de Samuel Fuller o “Moby Dick” de John Huston distaba mucho de ser una estrella, da vida a Steve Fallon, pero a pesar de sus esfuerzos creo que su físico está bastante alejado del de un temible pistolero, por lo que su elección, con independencia de su calidad como actor, me parece un error. Don Taylor, actor al que creo no había visto nunca y que dirigiría la notable “Un ejército de cinco hombres”, como el pacifista Mike Summers me ha parecido muy limitado. En cuanto Alex Nicol borda el papel de Danny Pose, el fanfarrón, brutal y ambicioso pistolero a sueldo de Ortega. Junto a ellos varios actores españoles: la folclórica Paquita Rico, que se encontraba en la cima de su popularidad, como la valiente y decidida mujer de Summers; un gran José Nieto como el “padrino” Ortega, un hombre que, como se afirma en su magnífica presentación, no hace la guerra a mujeres y niños pero sí deja viudas y huérfanos; y un correcto Fernando Rey en el rol de un antiguo hacendado al que Ortega le arrebató sus posesiones.



Por lo que respecta a los aspectos más destacables, para mí son la estupenda labor de Alfredo Fraile como director de fotografía que convierte Almeria en Sonora y la bella, variada y acertada banda sonora del maestro Antón García Abril.

En definitiva, pienso que es un eurowestern bastante flojo y aburrido, pero que tiene el indiscutible valor de haber sido el primero rodado en Almería con la transcendencia que supuso este hecho para el desarrollo de este subgénero.

PUNTUACIÓN

HISTORIA: 5
AMBIENTACIÓN: 6
DIRECCIÓN: 5
ACTORES: 6
MÚSICA: 6

MEDIA: 5,6

miércoles, 6 de octubre de 2010

John Steiner



Actor de origen inglés (Chesire 1941) que debido a su peculiar físico, con cierto parecido a Peter O’Toole pero más siniestro, se convirtió en uno de los malvados más recurrentes en el cine italiano de la década de los setenta y ochenta.

Estudiará en la Real Academia de Arte Dramático y gracias a su formación actoral clásica es contratado durante tres años por la prestigiosa Real Shakespeare Company, al mismo tiempo que comienza a aparecer en importantes series de la BBC como “Orlando” y “El Santo” junto a Roger Moore.

Su debut en el cine tuvo lugar en 1967 con “Marat/Sade” dirigida por Peter Brook, con el que obtuvo un gran éxito, sobre todo en Italia, lo que hizo que varios productores se fijarán en él y en 1968 fuera llamado para interpretar al doctor británico envuelto en la Revolución Mejicana en la estupenda “Tepepa”. A partir de ese momento se trasladará a vivir al país Transalpino y no regresará a Gran Bretaña, salvo en ocasiones puntuales, hasta finales de la década de los ochenta.

Entre sus apariciones más interesantes durante estos años se pueden destacar “El bosque del lobo” (1970) dirigida por Pedro Olea; tres grandes films caracterizados por su fuerte carga política: “L’istruttoria è chiusa: dimentichi” (Damiano Damiani 1971) con Franco Nero, “Noticias de una violación en primera página” (Marco Bellochio 1972) protagonizada por Gian María Volonté y “Defendiendo a los ciudadanos” (Romolo Guerrieri 1973) con Enrico Maria Salerno.

Será otro spaghetti, “Colmillo blanco” (1973) de Lucio Fulci, el que le convertirá en uno de los villanos ideales del cine europeo, repitiendo roles negativos en sus dos colaboraciones con Tinto Brass: “Salón Kitty” (1976) con Ingrid Thulin y Helmut Berger, en el que daba vida a un oficial nazi (personaje que volvería a interpretar en otros films dentro del denominado nazi-exploitation) y la controvertida “Calígula” (1979) con Peter O’Toole y John Gieguld o en otro spaghetti de época tardía “Mannaja” (Sergio Martino 1977). También participará en el último trabajo del maestro italiano del terror Mario Bava, Shock (1977).

No obstante, a pesar de trabajar en infinidad de producciones, en muy pocas ocasiones tuvo papeles de protagonista y cada vez con más asiduidad en la década de los ochenta, salvo en contadas ocasiones como sus apariciones en “Tenebre” (1982) de Dario Argento o “Julia y Julia” (1987), se le vio en producciones baratas dirigidas por conocidos realizadores del denominado cine Eurotrash como Ruggero Deodato, Antonio Margheriti o Enzo G. Castellari.

Su último trabajo fue en 1991 en otro film de Tinto Brass, “Los burdeles de Paprika”, retirándose ese mismo año a California para desarrollar una fructífera carrera como promotor inmobiliario.


Filmografía SW:

1968.- Tepepa /// Reseña Adicional
1973.- Colmillo Blanco
1974.- La carrera del oro
1977.-Mannaja /// Reseña Adicional

lunes, 4 de octubre de 2010

TEPEPA




TEPEPA
España/ Italia
1969
Director: Giulio Petroni
Reparto: Tomas Milian, John Steiner, Orson Welles, Luciano Casamonica, Angel Ortiz, Anna Maria Lanciaprima, José Torres, Paloma Cela, George Wang, Giancarlo Badessi, Francisco Sanz, Armando Casamonica, Clara Colosimo, Mario Daddi, Lina Franchi, Vittorio Gigli, Rafael Hernández, Alba Majolini, Paola Natale, Alba Maiolini
Guión: Ivan Della Mea, Franco Solinas, Giulio Petroni
Fotografia: Francisco Marí­n
Música: Ennio Morricone


Coproducción hispano-italiana de 1966 que se enmarca dentro de la corriente de los Zapata-western, spaghettis ambientados durante la revolución mejicana que permitieron tanto a guionistas como a directores, fundamentalmente de izquierdas, dotar de una mayor carga ideológica a sus películas. En este caso creo que, por su gravedad y seriedad, este spaghetti está más cercano a ejemplos como “Yo soy la revolución” (en cuyo guión, como en este caso, participó Franco Solinas, reputado miembro del Partido Comunista Italiano) que a otros de mayor ligereza e incluso comicidad como “Corre Cuchillo…corre”, “Salario para matar” o “Vamos a matar compañeros”.

Un carismático campesino devenido en revolucionario, apodado Tepepa, es salvado por un misterioso médico inglés, que pretende acabar con él personalmente para vengar el asesinato de su amada, en el mismo momento en que iba a ser fusilado por los hombres de Cascorro, sanguinario coronel que se comporta como un dictador. Las circunstancias políticas, con el estallido de un nuevo proceso revolucionario, obligarán al médico a posponer sus planes al mismo tiempo que se producirá un cierto acercamiento de éste hacia Tepepa.



La película nos presenta una visión desoladora de la revolución mejicana como arquetipo del proceso revolucionario. Así a través de una compleja estructura a base de flashback nos muestra la escasa efectividad de las revoluciones, ya que vemos cómo, tras haber combatido en ella y haber derrotado a sus enemigos, los campesinos son traicionados por quienes se valieron de ellos durante la lucha revolucionaria, volviendo a su situación inicial de miseria. En este sentido cobran gran importancia dos escenas, parcialmente cortadas en algunas versiones por lo que os aconsejo la versión íntegra, en las que se reflexiona sobre este hecho:

En la primera ante el cuerpo ahorcado de un párroco (imagen que se contrapone a la del cardenal situado a la derecha del coronel durante el intento de fusilamiento de Tepepa, por lo que se da el mensaje de la complicidad de las altas jerarquías eclesiásticas con los estamentos de poder) el protagonista se lamenta de que en ese infeliz y desgraciado país sólo saben escribir los ricos, los militares y los sacerdotes y encima el pueblo no sabe de lo que escriben porque no pueden leerlo, de esta forma se denuncia el analfabetismo como arma de dominación política.



En la segunda con la entrega de las armas por parte de los campesinos a Madero, que aparece ya tutelado por un general que creo es Huertas, en el que Tepepa mantiene una clarificadora conversación con el Presidente en la que en un momento dado el general deja claro que los militares diferencian entre estado (definido por el propio Madero como una organización para todos los ciudadanos) y patria, en una clara crítica a la injerencia de los militares en el poder civil y a la involución de los procesos revolucionarios que terminan siendo controlados por éstos en contra del pueblo.

Aparte de estas consideraciones creo que estamos ante un estupendo spaghetti western, magníficamente realizado por Giulio Petroni (director de la también sensacional “De hombre a hombre”) que se aleja de los clichés habituales (apenas se utiliza el zoom, por ejemplo), espectacularmente fotografiada por Francisco Marín que sabe sacar un gran partido a los desiertos almerienses, muy bien ambientada, con una gran, muy adecuada y variada banda sonora de inspiración mejicana compuesta por Ennio Morricone y un sobresaliente guión de entre otros ,el propio director y el citado Franco Solina que gira, aparte del proceso revolucionario, en torno a unos temas tan típicos para el spaghetti como son la venganza y la traición, caracterizándose por su complejidad sobre todo en su estructura y en los dos personajes principales, que distan mucho de ser planos.

Así Tepepa (Milian está enorme y bastante comedido dándole vida, teniendo en cuenta además que es el típico personaje que puede dar lugar a una interpretación un tanto histriónica) aparece como un ser ambiguo: simple, ignorante, primitivo, ingenuo pero también seductor y con gran carisma, lo que le convierte en un líder natural que conecta muy bien a través de sus mensajes sencillos y directos con el pueblo llano. El problema es que todo su mensaje humanista de defensa de los desheredados choca con su lado más oscuro que le lleva a violar a una mujer que posteriormente se suicida (aunque realmente nunca sabremos si la violó o todo fue un ardid del coronel Cascorro para indisponer a Steiner contra él), pero, en todo caso, su ambigüedad moral quedará puesta de manifiesto tanto en la última conversación que mantiene con el médico inglés, en la que parece despreciar la vida de un ser humano en comparación con el fin de la revolución, como cuando en un primer momento abandona y traiciona (es decir mantiene la misma actitud que reprocha a Madero) a su amigo Piojo porque, al haberle cortado las manos, ya no le sirve.

Por otra parte está el médico inglés, muy bien interpretado por el británico John Steiner, extranjero que, a diferencia de otros Zapata-westerns, no se va involucrar en el proceso revolucionario buscando un beneficio económico sino para vengarse de aquél que le arrebato a su amada, y que durante toda la película se debatirá entre su deseo de venganza y su creciente admiración por un personaje tan carismático como Tepepa, teniendo que escoger en el momento cumbre entre su juramento hipocrático o sus ansias de venganza, lo que supondría traicionarse a sí mismo.

Como tercer personaje nos encontramos con el alcohólico coronel Cascorro, símbolo de la traición del ejército al proceso revolucionario y al poder civil, al que Orson Welles, con su gran actuación, convierte en un despreciable villano muy difícil de olvidar.

Pero no sólo en los personajes principales está muy presente el tema de la traición, sino también en varios secundarios, como Madero (Paco Sanz) símbolo del pragmatismo ya que una vez que llega al poder olvidará y traicionará sus principios revolucionarios e inocentemente confiará en el ejército que terminará por derrocarlo y asesinarlo, o Piojo (José Torres) que es capaz de traicionar a su amigo para escapar de la miseria y poder garantizar a su hijo un futuro mejor.

Y por último cabe citar al personaje de Paquito el hijo de Piojo, muy bien interpretado por Luciano Casamonica (por una vez me encuentro con un personaje infantil que es soportable), que convertirá en tragedia uno de los escasos gag de la película consistente en preguntar constantemente a distintos individuos “Si Méjico les gusta”, ya que acabará con un personaje por no gustarle su país; y que parece, al final, asumir tanto la personalidad como los principios revolucionarios de Tepepa, convirtiéndose en una especie de sucesor de éste.



En resumen, para mí, uno de los mejores spaghettis ambientados en la revolución mejicana que he visto hasta ahora dirigido por, para mí, uno de los grandes realizadores de este subgénero. Lástima que otra de sus películas de las que tengo muy buenas referencias, “La noche de la serpiente”, sea casi imposible de encontrar.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA: 9
AMBIENTACIÓN: 9
DIRECCIÓN: 9
ACTORES: 9
MÚSICA: 8

viernes, 1 de octubre de 2010

BANDIDOS


Bandidos
1967
España/Italia
Director: Massimo Dallamano
Reparto: Terry Jenkins, Enrico Maria Salerno, Venantino Venantini, Maria Martin, Fred Robsahm, Chris Huerta, Marco Guglielmi, Víctor Israel, Roberto Messina, Valentino Macchi, Antonio Pica, Arthur Chase, Jesus Puente, Massimo Scarchielli, Renzo Pevarello, Aysanoa Runachagua, Gino Barbacane, Giancarlo Sisti, Claudio Scarchilli, Luciano Pallocchia, Giancarlo Bastianoni, Juan Jose Milian, Franco Morici, Osiride Pevarello 
Guión: Luis Laso, Juan Cobos, Romano Migliorini, Gianbattista Mussetto
Fotografía: Emilio Foriscot
Música: Egisto Macchi


Extraordinario spaghetti de 1967 en régimen de coproducción entre España e Italia y dirigido por Massimo Dallamano (director de fotografía de, entre otras, “Por un puñado de dólares” y “La muerte tenía un precio”) bajo el seudónimo de Max Dillman, que supuso su única y brillantísima aportación a este subgénero, ya que a partir de este año, y hasta su prematura muerte a mediados de los setenta, se especializó en dramas y, sobre todo, giallos como “¿Qué habéis hecho con Solange?” o “El medallón ensangrentado”.

Nos encontramos ante una gran historia, perfectamente desarrollada por un guión estupendo que carece de tiempos muertos escrito, entre otros, por Juan Cobos y una de las mejores labores de dirección que he visto hasta ahora en un spaghetti.

Como toda buena película nos relata temas universales, en este caso trasladados al oeste americano; así, no sólo nos cuenta la típica historia de una venganza tan propia de este subgénero sino también el dolor que produce la traición de los seres queridos o la necesaria rebelión del hijo contra el padre (aquí del discípulo contra el maestro) para poder afianzar su personalidad el primero y poder recorrer su propio camino.

El film cuenta con un grandísimo prólogo que marcará el devenir de los tres protagonistas. Un tren es asaltado por la banda de Billy Kane en colaboración con un grupo de forajidos mejicanos comandados por Vigonza. Del asalto sólo se salvarán dos pasajeros: un joven, Ricky Shot, que es arrojado del mismo y Richard Martin un feriante, antiguo maestro de Kane del que éste aprendió todo sobre el manejo del revólver y al que abandonó para dedicarse a la delincuencia, modo de vida más lucrativo. Kane, en recuerdo a los viejos tiempos y rompiendo una de sus máximas (”Dejar testigos es cosa de principiantes. Jamás lo hago”), le perdonará la vida, no sin antes dispararle a las manos en una gran secuencia con una fuerte carga simbólica que recuerda ligeramente a la protagonizada por James Stewart y Alex Nicol en “El hombre de Laramie”. A partir de ese momento Richard planeará acabar con Kane en una decisión en la que cobra tanta importancia el deseo de vengarse como el dolor por haber sido traicionado por aquel al que más quiso. La oportunidad le llegará al conocer a un joven, Shot, al que adiestrará en el manejo de las armas de fuego como lo hizo con Kane; lo que desconoce es que éste es el otro superviviente y tiene sus propios planes ya que le acusaron del asesinato de un pasajero que uno de los hombres de Kane cometió con su cuchillo. Traicionado por segunda vez, Richard tomará una decisión que será trágica.

Si el guión me ha parecido muy bueno por su dinamismo lo que, creo que, destaca sobre todo es el montaje (en la larga escena del robo del tren es prodigioso), y la labor de Emilio Foriscot (responsable también ese mismo año de “Dos cruces en Danger Pass” o “Cara a cara”) como director de fotografía y de Dallamano en la dirección, que huye de los clichés del spaghetti como los primerísimos planos de la miradas de los personajes que se alargan hasta la extenuación o el abuso del zoom (recurre a éste en contadísimas ocasiones y siempre de forma justificada) para ofrecernos toda una lección sobre el uso del travelling (maravilloso el inicial en el que se van viendo las víctimas del tren o el que precede al tiroteo final en el que sólo se ven las piernas de Kane mientras se desplaza), de la utilización de la cámara subjetiva (grandioso el inicio del enfrentamiento que sostienen en el salón Kane y Shot con los hombres de Vigonza), con secuencias perfectamente planificadas (extraordinario el enfrentamiento de Kane con uno de sus hombres que viene precedido con un precioso plano de una botella deslizándose por la barra) y planos de una gran originalidad (el del mejicano mirando a través del agujero de su sombrero o el del pistolero cuya imagen, al ser abatido, se ve reflejada en un cristal) y belleza, además de rodar de forma magistral las escenas de acción, sobre todo el tiroteo final y, como ya indique, el asalto al tren. Demostrando, así, que partiendo de los elementos propios de este subgénero se podía contar una buena historia de forma original.


A ello hay que añadir una gran banda sonora de temas variados compuesta por Egisto Machi que acentúa el tono amargo y melancólico de la película y una muy buena labor de ambientación a pesar de que no se dispuso de un gran presupuesto.

Y para redondear el film nos encontramos con unos estupendos actores que dan vida a unos personajes perfectamente perfilados. En primer lugar a un gran Enrico María Salerno capaz de transmitir en todo momento el sufrimiento (físico y moral), las ansias de venganza, la desesperación y la derrota (gran escena la del enfrentamiento con su ex discípulo) de su personaje, Richard; lástima que no se prodigara mucho en el género (creo que tan sólo apareció en cuatro spaghettis). Un estupendo Venantino Venantini (actor, que si no recuerdo mal, es la primera vez que veía) que hace una gran composición como Billy Kane, uno de los más despiadados pistoleros del spaghetti (incluso sus hombres lo temen y pretenden liquidarlo) que se caracteriza por desarmar a sus oponentes antes de matarlos a sangre fría, pero también con su propio código del honor (respeta el acuerdo con Shot) e, incluso, capaz de mostrar ciertos sentimientos respecto a quien fue su maestro. Un más que correcto Terry Jenkins (actor británico que tan sólo rodaría “La leyenda de la ciudad sin nombre”) como Ricky Shot, el inteligente y nuevo discípulo de Richard que también lo traicionará, aunque al final rectificará al darse cuenta de su error. Un competente Cris Huerta como el bandolero mejicano Vigonza, casi tan despiadado como Billy pero mucho menos hábil con el revólver, que, traicionado por éste, pretenderá acabar con él; es en la película en la que mejor le he visto aunque creo que ese personaje lo hubiera bordado Fernando Sancho. Y la colaboración de María Martín como Betty Starr, una madura prostituta.

Como único elemento negativo destacaría, para mi gusto, el personaje del pianista travestido que, creo, está fuera de contexto y no aporta absolutamente nada a la película.

En resumen un grandísimo spaghetti, de una gran riqueza visual (pienso que para apreciar su grandeza hace falta verla más de una vez), extraordinariamente dirigido (viendo esta película no sé si Dallamano fue un discípulo aventajado de Sergio Leone o, incluso, pudo influir en el maestro en su obra cumbre, “Hasta que llegó su hora”) y cuya visión creo que es imprescindible para cualquier amante de este subgénero en particular y del cine en general; por lo que sólo me queda recomendaros que la veáis y la paladeéis plano a plano y secuencia a secuencia.



PUNTUACIÓN:


HISTORIA: 9.
AMBIENTACIÓN: 9.
DIRECCIÓN: 10.
ACTORES: 8.
MÚSICA: 8.


MEDIA: 8,8.