1970
Italia
Director: Mario Costa
Reparto: Klaus Kinski, Gabriella Giorgelli, Steven Tedd, Giovanni Pallavicino, Andrea Aureli, Remo Capitani, Giuliano Raffaelli, Paolo Casella, Grazia Di Marzà, Fiona Florence, Gioia Garson, Cristina Iosani, Vittorio Mangano, Ivana Novak, Pilù, Guido Lollobrigida, Luisa Rivelli, Antonio Anelli, Bruno Arié, Bruno Boschetti, Carla Mancini, Sandro Scarchilli, Luigi Ciavarro, Gilberto Galimberti, Andrea Aurelli, Giovanni Nuvoletti, Femi Benussi, Lando Buzzanca, Claudio Scarchilli, Sergio Scarchilli, Omero Capanna
Guión: Mario Costa
Fotografía: Luciano Trasatti
Música: Stelvio Cipriani
Película italiana de 1970, clara muestra del deterioro de la filmografía de su protagonista, Klaus Kinski, en este subgénero. Así, mientras que en la década de los sesenta participó en grandes spaghettis o, incluso, en algunos que fueron clave para el desarrollo del género, ofreciéndonos grandes composiciones, recordemos por ejemplo el pistolero jorobado de “La muerte tenía un precio”, el sacerdote revolucionario hermano del protagonista en “Yo soy la revolución”, el amoral pistolero con tendencias homosexuales de “Los profesionales del oro” y, sobre todo, el frío asesino de “El gran silencio”; en la década siguiente se le pudo ver, tanto como protagonista como en colaboraciones especiales, en largometrajes de escaso presupuesto (muchos de ellos dan la sensación de que destinaron gran parte del mismo a pagar el sueldo del actor) y bastante mediocres, cuando no malos (“Lo llamaban King”, “La venganza esperó diez años”, “Persecución mortal”, “Black killer” o “Mi nombre es Shangai Joe” creo que constituyen claros ejemplos) y en los que se limitaba a aportar su nombre como reclamo para hacer más comercial el filme de turno y, generalmente, a repetir su consabida legión de muecas y gestos desquiciados.
Música: Stelvio Cipriani
Película italiana de 1970, clara muestra del deterioro de la filmografía de su protagonista, Klaus Kinski, en este subgénero. Así, mientras que en la década de los sesenta participó en grandes spaghettis o, incluso, en algunos que fueron clave para el desarrollo del género, ofreciéndonos grandes composiciones, recordemos por ejemplo el pistolero jorobado de “La muerte tenía un precio”, el sacerdote revolucionario hermano del protagonista en “Yo soy la revolución”, el amoral pistolero con tendencias homosexuales de “Los profesionales del oro” y, sobre todo, el frío asesino de “El gran silencio”; en la década siguiente se le pudo ver, tanto como protagonista como en colaboraciones especiales, en largometrajes de escaso presupuesto (muchos de ellos dan la sensación de que destinaron gran parte del mismo a pagar el sueldo del actor) y bastante mediocres, cuando no malos (“Lo llamaban King”, “La venganza esperó diez años”, “Persecución mortal”, “Black killer” o “Mi nombre es Shangai Joe” creo que constituyen claros ejemplos) y en los que se limitaba a aportar su nombre como reclamo para hacer más comercial el filme de turno y, generalmente, a repetir su consabida legión de muecas y gestos desquiciados.
SINOPSIS: Juanita y Ricardo son una pareja de mejicanos que desean salir de la pobreza, casarse e irse a vivir a una gran ciudad. Para ello idean un plan con el objetivo de adueñarse de una herencia de 100.000 dólares, al mismo tiempo que contactan con oscuro personaje, Johnny Laster, en realidad un maniaco sexual y asesino sin escrúpulos, para que les ayude. Tras dar el golpe, que distará mucho de ser perfecto, la situación se deteriorará entre los miembros de la banda que, además, deberán enfrentarse con un temido forajido llamado Machete, quien desea apoderarse del producto del robo.
Oscuro y sugerente spaghetti carente de personajes positivos, salvo los padres adoptivos de Ricardo, y construido como una amalgama de géneros. Así, se pueden apreciar influencias del giallo (subgénero de suspense-terror típico italiano de gran éxito a finales de los sesenta y principios de los setenta) fundamentalmente en el personaje de Johnny “el Loco”, al que da vida Klaus Kinski, un psicópata sexual incapaz de mantener una relación normal con la mujeres que, por diversas razones, nunca llega a consumar sus encuentros sexuales lo que le lleva, en su frustración, a asesinar a las mujeres con las que intentó mantener esas relaciones; cine negro, ya que la película nos cuenta la típica historia de un golpe, no tan perfecto, y el posterior enfrentamiento entre los miembros de la banda, entre los que se encuentra la pareja protagonista que se verá arrastrada, a su pesar, a una vida de delincuencia; y tragedia clásica puesto que sobre toda la película se extiende un halo de fatalidad y pesimismo que culmina en un violento y moralista final: la avaricia y la codicia sólo originan sufrimiento, desolación y muerte a los seres queridos.
Pero esta prometedora propuesta se ve lastrada tanto por el guión como por la dirección de Mario Costa, un cineasta que comenzó a finales de la década de los treinta, se especializó en producciones baratas de aventuras (“La mujer pirata” que nada tiene que ver con la modélica película de 1951 protagonizada por Jean Peters y dirigida por Jacques Tourneur, “El pirata negro”, “El hijo del Caid” o “El retorno de Maciste”, estas dos últimas protagonizadas por el hercúleo Gordon Scott) y dirigió dos spaghettis, la película que nos ocupa, último de sus largometrajes, y la olvidable “El héroe del Oeste” (1965) protagonizada, de nuevo, por Gordon Scott, en este caso dando vida al legendario Buffalo Bill.
En esta ocasión, como guionista creo que desaprovecha los interesantes aspectos apuntados, sobre todo, en el inicio del filme, y se muestra incapaz de desarrollar éstos, convirtiéndose la película en una sucesión de escenas repetidas (cada vez que Johnny va a consumar el acto sexual alguien o algo le interrumpe, comenzando, generalmente, una persecución); ridículas, como la del cuadro flamenco con la bailaora dando estúpidos saltos mientras sus acompañantes tocan las palmas sin ningún gracejo; absurdas (¿Cómo no se dan cuenta el conductor de la diligencia y el escopetero que una de sus pasajeras ha sido raptada? ¿Por qué, una vez que Machete captura a Johnny y lo tortura, no le ata, hecho que propiciará su huida?), sin sentido (vemos a Johnny escondido en un bosque y al ver al sheriff y a sus hombres no se le ocurre otra cosa que perseguirlos) o con diálogos contradictorios (tras el asesinato de Powers un individuo dice que no se lo explica porque no tenía enemigos y a continuación otro señala “Sí hacía tiempo que eran enemigos él y Bowen -presunto asesino-. Se odiaban”. ¿En qué quedamos tenía o no tenía enemigos?); mientras que como director no dota al filme, salvo al final, de la carga dramática requerida, además de abundar los tiempos muertos; por lo que el largometraje se vuelve soporífero. Además de poderse apreciar un cierto descuido tanto a la hora de montar las distintas escenas (en alguna da la sensación de que falta algún plano explicativo) como al empalmar unas con otras (las transiciones entre las mismas son bastante bruscas).
Mención aparte creo que hay que hacer de la estupenda banda sonora compuesta por Stelvio Cipriani que cuenta con muy buenos y variados temas, el problema es que por lo visto la mayoría de los mismos son reciclados de otros spaghettis como “Un hombre, un caballo, un colt”, película englobada en la trilogía sobre el Extranjero protagonizada por Tony Anthony.
Por lo que respecta al elenco actoral, creo que el spaghetti tiene su razón de ser en la presencia de Klaus Kinski que, con su personalidad y buena actuación, eclipsa al resto de los intérpretes. Costa le ofrece un personaje, el único desarrollado, hecho a su medida: un maniaco que aparece retratado en la primera escena cuando se abalanza sobre una mujer con intención de violarla, una auténtica bestia (de ahí el nombre del filme) incapaz de mantener una relación normal con una mujer y de controlar sus impulsos sexuales (de hecho está obsesionada con las prostitutas y lo único que parece importarle del golpe es el dinero “con el que podré comprarme las mejores chicas”), un monstruo, cuya rareza queda reflejada incluso en su vestimenta, un traje blanco isabelino, una camisa azul con cuello blanco y corbata y un sombreo de color paja más propios de los hacendados del sur que de un pistolero. Personaje excesivo que tiende al histrionismo pero al que curiosamente da vida Kinski con una interpretación más comedida de lo que en él era habitual. Como coprotagonistas interpretando a la pareja de desdichados amantes nos encontramos con el soso y mediocre Steven Tedd, en realidad Giuseppe Cardillo, al que ya había visto en “El valor de un cobarde” y en “Una cuerda al amanecer”, que vuelve a demostrar sus limitaciones como actor, sobre todo en las escenas más dramáticas en la parte final del largometraje; y a Gabriella Giorgelli, actriz que participó en algunos spaghettis como “Los largos días de la venganza” y “Los cuatro de Fort Apache”, que me ha parecido muy floja y cuyo personaje, tras ser herido, desaparece sin que sepamos nada más de ella. Junto a ellos algunos rostros conocidos en papeles escasamente desarrollados como Paul Sullivan, cuyo verdadero nombre era Paolo Casella que volvería a trabajar al año siguiente con Kinski en la interesante “Reza al muerto y mata al vivo”, como Glen uno de los miembros de la banda; Guido Lollobrigida, bajo su habitual seudónimo de Lee Burton, en el rol de Logan-Bowen, un antiguo compinche de Johnny; y Remo Capitani como el sheriff que perseguirá a Johnny, personaje del que también se olvidan en el último tercio del spaghetti.
En resumen una peculiar propuesta que se ve malograda por un guión cargado de clichés y una dirección vulgar y descuidada, además de carecer de buenas escenas de tiroteos y acusar su falta de presupuesto, por lo que resulta bastante sosa y aburrida.
PUNTUACIÓN:
MEDIA: 3,8
Pero esta prometedora propuesta se ve lastrada tanto por el guión como por la dirección de Mario Costa, un cineasta que comenzó a finales de la década de los treinta, se especializó en producciones baratas de aventuras (“La mujer pirata” que nada tiene que ver con la modélica película de 1951 protagonizada por Jean Peters y dirigida por Jacques Tourneur, “El pirata negro”, “El hijo del Caid” o “El retorno de Maciste”, estas dos últimas protagonizadas por el hercúleo Gordon Scott) y dirigió dos spaghettis, la película que nos ocupa, último de sus largometrajes, y la olvidable “El héroe del Oeste” (1965) protagonizada, de nuevo, por Gordon Scott, en este caso dando vida al legendario Buffalo Bill.
En esta ocasión, como guionista creo que desaprovecha los interesantes aspectos apuntados, sobre todo, en el inicio del filme, y se muestra incapaz de desarrollar éstos, convirtiéndose la película en una sucesión de escenas repetidas (cada vez que Johnny va a consumar el acto sexual alguien o algo le interrumpe, comenzando, generalmente, una persecución); ridículas, como la del cuadro flamenco con la bailaora dando estúpidos saltos mientras sus acompañantes tocan las palmas sin ningún gracejo; absurdas (¿Cómo no se dan cuenta el conductor de la diligencia y el escopetero que una de sus pasajeras ha sido raptada? ¿Por qué, una vez que Machete captura a Johnny y lo tortura, no le ata, hecho que propiciará su huida?), sin sentido (vemos a Johnny escondido en un bosque y al ver al sheriff y a sus hombres no se le ocurre otra cosa que perseguirlos) o con diálogos contradictorios (tras el asesinato de Powers un individuo dice que no se lo explica porque no tenía enemigos y a continuación otro señala “Sí hacía tiempo que eran enemigos él y Bowen -presunto asesino-. Se odiaban”. ¿En qué quedamos tenía o no tenía enemigos?); mientras que como director no dota al filme, salvo al final, de la carga dramática requerida, además de abundar los tiempos muertos; por lo que el largometraje se vuelve soporífero. Además de poderse apreciar un cierto descuido tanto a la hora de montar las distintas escenas (en alguna da la sensación de que falta algún plano explicativo) como al empalmar unas con otras (las transiciones entre las mismas son bastante bruscas).
Mención aparte creo que hay que hacer de la estupenda banda sonora compuesta por Stelvio Cipriani que cuenta con muy buenos y variados temas, el problema es que por lo visto la mayoría de los mismos son reciclados de otros spaghettis como “Un hombre, un caballo, un colt”, película englobada en la trilogía sobre el Extranjero protagonizada por Tony Anthony.
Por lo que respecta al elenco actoral, creo que el spaghetti tiene su razón de ser en la presencia de Klaus Kinski que, con su personalidad y buena actuación, eclipsa al resto de los intérpretes. Costa le ofrece un personaje, el único desarrollado, hecho a su medida: un maniaco que aparece retratado en la primera escena cuando se abalanza sobre una mujer con intención de violarla, una auténtica bestia (de ahí el nombre del filme) incapaz de mantener una relación normal con una mujer y de controlar sus impulsos sexuales (de hecho está obsesionada con las prostitutas y lo único que parece importarle del golpe es el dinero “con el que podré comprarme las mejores chicas”), un monstruo, cuya rareza queda reflejada incluso en su vestimenta, un traje blanco isabelino, una camisa azul con cuello blanco y corbata y un sombreo de color paja más propios de los hacendados del sur que de un pistolero. Personaje excesivo que tiende al histrionismo pero al que curiosamente da vida Kinski con una interpretación más comedida de lo que en él era habitual. Como coprotagonistas interpretando a la pareja de desdichados amantes nos encontramos con el soso y mediocre Steven Tedd, en realidad Giuseppe Cardillo, al que ya había visto en “El valor de un cobarde” y en “Una cuerda al amanecer”, que vuelve a demostrar sus limitaciones como actor, sobre todo en las escenas más dramáticas en la parte final del largometraje; y a Gabriella Giorgelli, actriz que participó en algunos spaghettis como “Los largos días de la venganza” y “Los cuatro de Fort Apache”, que me ha parecido muy floja y cuyo personaje, tras ser herido, desaparece sin que sepamos nada más de ella. Junto a ellos algunos rostros conocidos en papeles escasamente desarrollados como Paul Sullivan, cuyo verdadero nombre era Paolo Casella que volvería a trabajar al año siguiente con Kinski en la interesante “Reza al muerto y mata al vivo”, como Glen uno de los miembros de la banda; Guido Lollobrigida, bajo su habitual seudónimo de Lee Burton, en el rol de Logan-Bowen, un antiguo compinche de Johnny; y Remo Capitani como el sheriff que perseguirá a Johnny, personaje del que también se olvidan en el último tercio del spaghetti.
En resumen una peculiar propuesta que se ve malograda por un guión cargado de clichés y una dirección vulgar y descuidada, además de carecer de buenas escenas de tiroteos y acusar su falta de presupuesto, por lo que resulta bastante sosa y aburrida.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 3
AMBIENTACIÓN: 3
DIRECCIÓN: 3
ACTORES: 5
MÚSICA: 5MEDIA: 3,8