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martes, 2 de octubre de 2012
lunes, 1 de octubre de 2012
EL VALLE DE LA MUERTE
El Valle de la Muerte (Mannaja)
1977
Italia
Director: Sergio Martino
Actores: Maurizio Merli, John Steiner, Enzo Fiermonte, Donald O´Brien, Sonja Jeannine, Salvatore Puntillo, Nino Casale, Enzo Fiermonte
Música Guido & Maurizio De Angelis
Fotografía Federico Zanni
Guión: Sergio Martino
Spaghetti tardío, su año de producción es de 1977, y, junto a otros realizados a mediados de los setenta como “Los cuatro del apocalipsis”, “Keoma” o “California”, de carácter marcadamente crepuscular que supuso una cierta reacción a la corriente humorística dominante durante esta década en los westerns hechos en Europa que, como ya expusieron Sergio Leone y Tonino Valerii en la recomendable “Mi nombre es ninguno”, terminó por aniquilar a este subgénero.
La película, también conocida por el nombre de “Mannaja”, contó con la solvente producción de Luciano Martino, mientras que detrás la cámara, como era habitual y tras su primera experiencia en el western con la olvidable salvo por su parte final “Arizona vuelve” (spaghetti que cuenta con su oportuna reseña), se situó su hermano Sergio Martino, para mi gusto uno de los grandes directores italianos de cine de género que brilló en la primera mitad de la década de los setenta especialmente en el giallo con cinco títulos indispensables para todo buen aficionado al mismo como “La perversa señora Ward” (1971), “Todos los colores de la oscuridad” (1972) y “”Vicios prohibidos” (1972) todos ellos protagonizados por la actriz nacida en Argelia Edwige Fenech quien estuvo acompañada en los dos primeros por George Hilton, protagonista además de “La cola del escorpión” (1971); cerrando su aportación a este subgénero con, para mí, su mejor giallo “Torso” (1973). También fue notable su aportación al poliziesco con “Milán tiembla, la policía pide justicia” (1973); pero desde finales de esta década su filmografía creo que es mucho menos atractiva con títulos como “La montaña del dios caníbal” (1978) encuadrada dentro del controvertido género de caníbales de moda en esa época y cuyo máximo exponente quizás sea “Holocausto caníbal” (Ruggero Deodato, 1980), con largometrajes que explotaban descaradamente el éxito obtenido por otros como es el caso de “Caimán” (1979) respecto al tiburón de Spielberg, y “2019, tras la caída de Nueva York” (1983) en relación con la maravillosa “1997: Rescate en Nueva York” (John Carpenter, 1981) o con intranscendentes comedias al servicio de la citada Fenech, con quien mantiene una gran amistad.
SINOPSIS: Un cazador de recompensas llamado Mannaja tras atrapar a un forajido, Cravern, llega a Suttonville, un pueblo insalubre y carente de ley, con la intención de cobrar su recompensa. Pronto tendrá un enfrentamiento con Voller, el temible lugarteniente del cacique del lugar Edward McGowan, con el que, además, tiene una cuenta pendiente.
Filme que vuelve a tratar temas típicos del western hecho en Europa como la venganza, la codicia y la traición, representadas las dos últimas sobre todo por el triángulo formado por Voller, McGowan y su hija, a los que agrega otros propios de la época en la que se realizó, como la crítica al capitalismo representado en su faceta más salvaje por McGowan, el propietario de la mina de plata que trata a sus trabajadores como si fueran esclavos o el ecologismo que comenzaba a convertirse en un movimiento importante tras la Conferencia de Estocolomo (1972). Así mediante una serie de flasbacks nos enteraremos de que en el lugar en donde se encuentra emplazada la mina, causante con sus emanaciones del deterioro ambiental, se encontraba un bosque propiedad del padre de Mannaja que McGowan no dudo, con su desmedida ambición, en destruir; mientras que en otra escena el protagonista le espeta al cacique: “Convertiste esto en un lugar infectado de hombres desesperados”. El mensaje, por tanto, es claro: el progreso desmedido conlleva a la destrucción de la naturaleza y con ello al deterioro de la vida de los hombres.
La película, por otra parte, es claramente deudora de “Keoma”, largometraje de gran éxito realizado un año antes. Así desde el punto de vista estético nos encontramos con un pueblo deteriorado, en este caso por la contaminación de la mina, con paisajes encharcados y neblinosos que dan al conjunto una sensación de irrealidad, aunque en este caso el director señaló en una entrevista que tuvieron que acudir a este recurso para que no se notara demasiado el deterioro real de los decorados de los estudios Elios, o el vestuario de reminiscencias hippies de algunos de los personajes. Desde el punto de vista temático con la llegada del protagonista, un hombre errante, a un pueblo degradado y cuyos habitantes están sometidos por el cacique del lugar (en el caso de “Keoma” utiliza la peste y el control de los medicamentos, mientras que en ésta su medio de dominación los constituye la mina de plata) o la tortura que sufrirá el antihéroe con anterioridad a poner fin a los desmanes cometidos por el cacique. Incluso hay escenas que remiten al filme dirigido por Castellari como la pelea en la que el protagonista termina literalmente rebozado en el barro que claramente recuerda a la que mantenía el personaje interpretado por Franco Nero con sus tres hermanos y el tiroteo desarrollado en el pueblo en el que Mannaja se protege entre dos caballos. Y a todo ello hay que añadir el principal tema musical compuesto también por Guido y Maurizio De Angelis e interpretado por un tal Dandylion, muy similar tanto musicalmente como en el empleo de la voz al compuesto para “Keoma”, que, además, se utiliza con la misma finalidad dramática, aunque en este caso su repetición es menos frecuente. Además también se puede apreciar la huella de otros spaghettis como la ya citada “Los cuatro del apocalipsis” (spaghetti ya comentado) en la visión, no ya desesperanzada, sino auténticamente apocalíptica del salvaje Oeste que se presenta como un mundo en declive en el que los personajes que lo pueblan, tanto los poderosos (McGowan o Voller) como aquellos que tan sólo pretenden sobrevivir bajo la dominación de los anteriores (los mineros o la troupe de bailarinas), carecen de futuro y consecuentemente tendrán el mismo fin; o la estupenda y también comentada en este blog “Como lobos sedientos”, largometraje producido por Luciano Martino y en la que además intervino Sergio Martino, de la que “se toma prestada” la forma de torturar al antihéroe. Mientras que la sombra de “Django” también planea a lo largo de la película.
A esta falta de originalidad hay que añadir un guión, obra del propio director junto con Sauro Scavolini (autor con bastante experiencia en este género al haber intervenido en siete spaghettis, incluido el citado “Como lobos sedientos”) bastante dubitativo en la primera parte, con escenas que suceden con escasa ilación, de tal forma que no tienes muy claro el argumento de la película; o con personajes que aparecen, desaparecen y actúan a capricho de los autores del libreto, lo que da lugar a situaciones inverosímiles como el plan de Voller respecto a McGowan (¿No hubiera sido más fácil acabar con él?), a indefiniciones (no me quedó claro si el protagonista regresa al pueblo por casualidad o siguiendo un plan previsto) o a relaciones poco explicadas y un tanto artificiosas como la mantenida por Voller y la hija de McGowan. Además hay graves errores en el montaje de la escena del levantamiento de los mineros; así, vemos cómo estos se enfrentan a los hombres de McGowan en una batalla campal, cambia la escena para seguir los pasos de Mannaja y, a continuación, volvemos a ver a los mineros en formación como si no hubiera pasado nada para inmediatamente después iniciar la sangrienta revuelta, todo un despropósito.
Pero a pesar de estos fallos, sus indefiniciones y su falta de originalidad la película me ha gustado gracias, sobre todo, a la labor de Sergio Martino que no sólo dota al largometraje de un ritmo trepidante, sino que rueda magníficamente las distintas escenas de tiroteo y peleas, extraordinaria por su realismo la citada anteriormente en las calles embarradas del pueblo; y muestra su impronta visual en otras difícilmente olvidables como aquella con la que se inicia el spaghetti, más propia de un trhiller o una película de terror que de un western (de hecho me recordó a la secuencia del segundo asesinato en “Torso”), en la que vemos a un hombre correr por un paisaje encharcado y neblinoso mientras que otro a caballo, que se nos muestra a cámara lenta, le persigue blandiendo un hacha que terminará por arrojarle arrancándole la mano; la que se desarrolla en el interior de la cueva con un protagonista medio cegado; aquella en la que utiliza el montaje simultáneo para ver como son asesinados a cámara lenta los pasajeros de la diligencia, la sombra de Pekinpah es alargada, mientras bailan las chicas en el pueblo, consiguiendo un contraste brutal entre el dramatismo de la primera acción y el carácter lúdico y festivo de la segunda; o la que cierra el filme, también de atmósfera gótica, con el enfrentamiento entre Mannaja y Voller en la que la niebla vuelve a cobrar un gran protagonismo y en la que, al igual que en la escena con la que se abre la película o la de la cueva, la contribución de Federico Zanni como director de fotografía se me antoja fundamental.
Por lo que respecta a los actores, el protagonista, un silencioso y enigmático cazador de recompensas que se caracteriza por su hábil manejo del hacha, está interpretado, en su única aparición en este subgénero, por un inexpresivo Maurizio Merli, intérprete italiano prematuramente desaparecido que se hizo famoso en el género poliziesco, sobre todo con la trilogía sobre el comisario Berti: “Roma violenta” (1975), “Italia a mano armada” (1976) ambas dirigidas por Marino Girolami y “Nápoles violenta” (1976) de Umberto Lenzi; y al que, por lo que he leído, le pasaba con Franco Nero como a Joel McCrea con Gary Cooper, que en ocasiones le contrataban cuando no podían pagar los emolumentos superiores del segundo. Para compensar nos encontramos con un extraordinario John Steiner, una especie de versión canallesca de Peter O’Toole, que hace una gran composición como el desalmado, ambicioso y siniestro Voller y al que su físico (alto, enjuto y de mirada fría) le ayuda bastante. Personaje sibilino y amenazante que va acompañado de dos fieros dogos y suele vestir con una capa negra, elementos que remarcan su carácter. Donald O’Brien está muy acertado como el traicionero Cravern que cuenta, incluso, con su propio tema cantado en alusión a su traición, para mí bastante insoportable; mientras que Philippe Leroy despacha con solvencia a su personaje de McGowan, uno de los más complejos del filme caracterizado por su decadencia física símbolo del declive financiero de su imperio. Nos encontramos ante un falso moralista, inhumano y altivo, más preocupado por los pecados de la carne (el saloon se cerró por una orden suya y, posteriormente, impedirá a “las bailarinas” que se asienten en el pueblo) que por las condiciones de sus trabajadores, explotados en la mina como si fueran esclavos; de ahí que en un momento dado Mannaja le reproche que: “No se han cometido ni cometerán pecados más graves que los suyos, McGowan”. En cambio los principales personajes femeninos, interpretados por Sonja Jeannine, la hija de McGowan, y Martine Brochard, la bailarina enamorada de Mannaja, están muy poco desarrollados. Junto a ellos caras habituales como Nello Pazzafini, en su sempiterno papel de pistolero, o Rick Battaglia en el rol del padre de Mannaja.
Como dato curioso comentaros que la película fue prohibida en 1977 en Suecia, supongo que por su excesiva carga violenta.
En definitiva, un tardío, oscuro, violento, sangriento, despiadado y desesperanzado spaghetti crepuscular en el que brilla la labor de los hermanos Martino, y que, a pesar de su falta de originalidad y sus fallos, no defraudará a los aficionados al género.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 5
AMBIENTACIÓN: 9
DIRECCIÓN: 7
ACTORES: 7
MÚSICA: 5
viernes, 28 de septiembre de 2012
SHALAKO
1968
Inglaterra-Alemanía
Director: Edward Dmytryk
Reparto: Sean Connery, Brigitte Bardot, Stephen Boyd, Jack Hawkins, Peter van Eyck, Honor Blackman, Wood Strode, Eric Sykes, Alexander Knox, Valerie French, Julian Mateos, Donald Berry, Rodd Redwing, 'Chief' Tug Smith, Hans De Vries, Charles Stalnaker, Bob Cunningham, John Clark, Bob Hall, Juan Terron
Guión: Louis L'Amour, J.J. Griffith, Hal Hopper, Scot Finch
Fotografía: Ted Moore
Música: Robert Farnon
SINOPSIS: Ante los abusos cometidos por un grupo de aristócratas europeos de cacería en Nuevo México, los indios del territorio se ponen en pie de guerra. Diezmados y engañados por sus guías, la única esperanza de los nobles la constituirá Shalako, un antiguo oficial del ejército que intentará protegerlos y evitar su muerte.
Producción germano-británica de 1968 que obedece a un proyecto personal de Euan Lloyd basado en una novela del escritor especializado en relatos ambientados en el Oeste Louis L’Amour, al que Lloyd conocía personalmente gracias a Alan Ladd y del que adaptó tres libros para la gran pantalla, la película que nos ocupa y las ya comentadas en este blog “Catlow-El oro de nadie” (Sam Wanamaker, 1971) y “Un hombre llamado Noon” (Peter Collinson, 1973), todas ellas rodadas en España; para posteriormente producir dos de sus mayores éxitos bajo la dirección de Andrew Victor McLaglen, los filmes bélicos “Patos salvajes” (1978) y “Lobos marinos” (1980).
En un principio estaba previsto que los personajes principales los interpretaran Henry Fonda y la austríaca Senta Berger, así como que el rodaje se llevara a cabo en México, pero problemas financieros (parece ser que las distribuidoras no deseaban la presencia de Fonda, y rodar en el país norteamericano era bastante caro), decidieron al productor trasladarse a Almería, donde se rodaron los exteriores, mientras que para los escasos interiores se utilizaron los famosos y prestigiosos Estudios Shepperton. Además Lloyd consiguió sumar al proyecto a la poderosa productora alemana Central Cinema Company Film (CCC), responsable de algunos westerns europeos de concepción clásica y factura técnica más que aceptable como “La última batalla de los apaches” (película de 1964 sobre el jefe apache Winnetou creado por Karl May), o las también comentadas en este blog “Un lugar llamado Glory” (filme de 1965 que obtuvo un gran éxito y fue uno de los primeros euro westerns estrenados en Estados Unidos) y “La balada de Johnny Ringo” (largometraje de 1966 protagonizado, igual que los otros dos, por el ex Tarzán Lex Barker, aquí en un papel negativo). Asimismo los actores inicialmente previstos fueron sustituidos por dos estrellas europeas que en ese momento gozaban de una grandísima popularidad: el bondiano Sean Connery y la sex symbol Brigitte Bardot, uno de los mayores mitos eróticos europeos desde que protagonizara “Y Dios creó la mujer” (Roger Vadim, 1956).
Como director se escogió Edward Dmytryk, realizador nacido en Canadá con películas del nivel de “Historia de un detective” (1944) y “Encrucijada de odios” (1947), que, tras protagonizar una actitud poco ejemplar ante la bochornosa Comisión de Actividades Antiamericanas delatando a antiguos compañeros del Partido Comunista Americano, rodaría tres westerns: la magnífica “Lanza rota” (1954), un remake ambientado en el Far-west y protagonizada por Spencer Tracy y Richard Widmark de “Odio entre hermanos” (Joseph Mankiewicz, 1949), superior para mí al original; la estupenda “El hombre de las pistolas de oro” (1959) que, con un trío masculino protagonista insuperable: Richard Widmark, Henry Fonda y Anthonny Quinn, adaptaba la novela finalista del Pulitzer “Warlock” escrita por Oakley Hall; y la aceptable “Alvarez Kelly” con, de nuevo, Richard Widmark acompañado en esta ocasión por William Holden interpretando al ganadero que prestaba su nombre al título de la película. Por tanto Dmytryk, dadas su solvencia y experiencia en el género, parecía un director muy apropiado para filmar este western, máxime teniendo en cuenta que ya había rodado algunas películas en Europa.
Si a estos nombres se les añaden otros del prestigio del director de fotografía Ted Moore, responsable entre otros de los títulos de James Bond, que parece ser fue recomendado por el propio Connery, o de Ron Beck como jefe de vestuario, está claro que nos encontramos ante un proyecto muy serio, máxime teniendo en cuenta que el coste de la película superó los cinco millones de dólares. Para que os hagáis una idea “La muerte tenía un precio” costó alrededor de seiscientos mil dólares, “El bueno, el feo y el malo” aproximadamente un millón doscientos mil y una producción de tipo medio oscilaba entre los ciento veinte mil y los ciento ochenta mil; es decir, que prácticamente podemos estar hablando de una superproducción dentro del subgénero del western europeo.
Por todo ello, la decepción tras verla ha sido mayor, ya que nos encontramos ante un western que, para mí, no pasa de correcto. Es verdad que cuenta con un empaque formal superior a la media y que técnicamente está bien hecho, destacando la labor del mencionado Moore que saca un gran partido a la belleza de los paisajes almerienses, pero creo que es lo mínimo que se puede pedir a este tipo de producciones; mientras que, por el contrario, los elementos más importantes de una película, la dirección y el guión, no están a la misma altura.
Así, el guión escrito por el actor James Griffith junto a, entre otros, al también actor y especialista en adaptar novelas de L’Amour, Scott Finch se muestra bastante original en la primera parte de la película para a medida que transcurre ésta transformarse en más convencional, reduciendo la historia a la típica y anodina película de aventuras con un grupo heterogéneo de individuos que intentan sobrevivir en un territorio hostil acechados por enemigos que le superan en número, e incluso cuenta con la típica y fallida escena de amor cargada de frases ridículas, para desembocar en un final algo decepcionante por previsible.
En cuanto a la dirección, Dmytryk muestra su decadencia al limitarse de forma fría y rutinaria a plasmar en imágenes el guión, y sólo en contadas ocasiones, como en el asalto apache al rancho defendido por los europeos, da muestras de un cierto talento; además de recurrir a los peores tics del spaghetti y acusar cierta tendencia al efectismo más facilón.
La parte más destacable e interesante del filme, como señalé anteriormente, se encuentra al principio del mismo ya que a través de un hecho histórico como eran las cacerías y viajes organizados en países “exóticos” para los miembros de las clases altas europeas (al inicio de la película se hace alusión a estos viajes citándose como participantes a personas tan ilustres como Oscar Wilde, Charles Dickens o Rudyard Kipling, acérrimo defensor de la supremacía del hombre blanco) y también mediante los principales personajes se va a llevar a cabo una mirada crítica a la época colonial y a las sociedades que la sustentaban. Así se va a presentar a los europeos como seres prepotentes que, en su soberbia, se consideran superiores a los nativos, por los que sólo sienten desprecio; individuos clasistas y racistas cuya forma de pensar queda resumida en la actitud del embajador que afea la conducta de su mujer al advertirla de que: “No debes hablar con estos asalariados. Limítate a hacerlo con los de nuestra clase”. Y todo ello en un contexto histórico en el que las grandes potencias europeas, representadas sobre todo por Francia e Inglaterra, habían extendido su presencia y poder a través de las colonias de explotación y poblamiento por todo el mundo (Francia, por ejemplo había prácticamente conseguido su sueño de crear un imperio que atravesaba el continente africano de este a oeste, además de tener una fuerte presencia en el Próximo y Medio Oriente y en el Sudeste Asiático, mientras que Gran Bretaña se había expandido de norte a sur en África y estaba a punto de iniciar su proyecto más ambicioso con la construcción de un tren que enlazara El Cairo con Ciudad del Cabo, además de también explotar sus colonias en la Península Arábiga y en la zona de la India y contar con colonias de poblamiento en Australia y Canadá). Al mismo tiempo que se efectúa esta crítica al colonialismo, y a través del grupo heterogéneo que conforman los principales personajes, el filme refleja los profundos cambios que se estaban produciendo en el interior de las sociedades de los países de Europa, fundamentalmente en la Inglaterra Victoriana , en las que frente a la denominada upper class compuesta por una trasnochada, clasista y anclada en el pasado nobleza, representada en el filme por los prepotentes aristócratas británicos y rusos, emergía con fuerza la burguesía, clase social más moderna y acorde con los tiempos de cambio que se vivían cuyos valores principales lo constituían el esfuerzo y el talento, que en este caso aparece representada a través de los personajes de Furton y, sobre todo, Shalako. Así, la incapacidad para adaptarse por parte de los nobles europeos al salvaje Oeste, cuyas reglas no acaban de entender, constituye una clara metáfora del fin de una época y de una clase social dominante por razones de sangre. Lástima que este interesante planteamiento se diluya a lo largo del filme.
Como solía ocurrir en este tipo de superproducciones se contó con un gran elenco actoral. Al frente del reparto dando vida al personaje del título de la película, cuya presentación me recordó al inicio de “Los valientes andan solos” (David Miller, 1962), el escocés Sean Connery, para mí uno de los mejores actores vivos, que intentaba abandonar su imagen como el Agente 007. Creo que ofrece un rendimiento muy inferior al que nos tiene acostumbrados al mostrarse sólo correcto, quizás porque su personaje carece de la ironía y la sorna tan propias de sus mejores actuaciones, pero el caso es que parece desubicado y, en algunos momentos, incómodo como el ex coronel del ejército que, a pesar de entender a los indios, hará todo lo posible para evitar el aniquilamiento de los arrogantes europeos en manos de éstos. Brigite Bardot aporta poco más que su belleza al personaje de la condesa rusa Irina Lazaar, e incluso protagoniza una escena un tanto erótica en la que muestra su espalda desnuda. La verdad es que, dadas sus limitaciones, tampoco creo que se le pudiera pedir más. El gran actor británico Jack Hawkins, habitual en superproducciones de la talla de “El puente sobre el río Kwai” (David Lean,1957), “Ben Hur” (William Wyler,1959), “Lawrence de Arabia” (David Lean,1962), “Zulú” (Cy Endfield, 1964) o “Lord Jim” (Richard Brooks, 1965) como sir Charles Dagget, ejemplo de esta aristocracia caduca e hipócrita, se muestra bastante cansado ofreciéndonos una actuación un tanto desfallecida, actuación en la que pudo influir su reciente operación de un cáncer de laringe. Sin embargo, y para compensar, creo que rayan a gran altura Stephen Boyd, presencia habitual del western hecho en Europa en la década de los setenta e inolvidable Messala en la mencionada superproducción “Ben-Hur”, como Bosky Futon, el desleal y traicionero guía. Un personaje muy interesante pero poco desarrollado. Peter Van Eyck, actor especializado en interpretar oficiales alemanas, que da vida al altanero barón Frederick Von Hallstatt, un individuo que muestra su desprecio por los nativos (cuando Shalako le recuerda que existe un tratado con los indios no duda en afirmar: “¿Tratado? No queremos tratar con salvajes”) y continuamente reivindica su condición (en una escena se dirige a Irina recordándole que “Somos de una recia estirpe”, para más tarde negarse a entregar a Fulton su anillo porque contiene el escudo de su familia); no obstante es un personaje que muestra nobleza y el único que evoluciona a lo largo de la película mostrando su capacidad de adaptación. La otrora chica Bond Honor Blackman en el papel de Lady Dagget, esposa de Charles, que caerá rendida ante los encantos de Bosky Fulton. Y Eric Sykes, perfecto como el mayordomo, un personaje cómico y un tanto esperpéntico encargado de servir las lujosas comidas de los europeos (su presentación le define claramente, ya que en mitad de una cacería en Nuevo México su máxima preocupación es la imposibilidad de servir el champagne a la temperatura adecuada). Junto a ellos un joven Julián Mateos y la siempre gratificante presencia de Woody Strode, también habitual de los westerns hechos en Europa, como el improbable indio Chato. La verdad es que choca un poco ver a un actor de raza negra interpretando a un indio, pero lo cierto es que en “Dos cabalgan juntos” (John Ford, 1961) ya había interpretado a un piel roja, e, incluso, en “Gengis Khan” (1965) y en “Siete mujeres” (1966), también dirigida por el maestro Ford, lo pudimos ver como un mongol.
La banda sonora compuesta por Robert Farnon cuenta con un aceptable tema principal que se escucha en diversas versiones, incluida una cantada por Jim Dale que recuerda ligeramente al tema “New York, New York” del musical “Un día en Nueva York” (Stanley Donen, 1949) pero menos revolucionado.
Tengo la copia puesta a la venta por Diamond Light que respeta el formato original y cuenta con una imagen y un sonido sólo correctos, además de carecer prácticamente de extras.
En resumen un euro western un tanto decepcionante por los nombres que figuran en él, los medios técnicos de los que se dispusieron y el presupuesto con el que se contó, pero que cuenta con los suficientes aciertos (la original primera parte ya comentada o algunas escenas de acción como el también comentado asalto al rancho y el ataque a la diligencia) para hacer pasar un buen rato si el receptor del mismo no es muy exigente.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 5
AMBIENTACIÓN: 6
DIRECCIÓN: 5
ACTORES: 6
MÚSICA: 5
MEDIA: 5,4
miércoles, 26 de septiembre de 2012
HECHO EN EUROPA
El presente volumen supone emprender un viaje hacia el cine popular y de género hecho en Europa durante el período 1960-1979, cuando el viejo continente ofertaba sin complejos westerns, films bélicos, policíacos, cintas de aventuras, de capa y espada, de piratas, de sucedáneos de Tarzán, de superhéroes enmascarados y superagentes mediterráneosen la estela de James Bond… compitiendo holgadamente con el todopoderoso Hollywood.
Coordinado por Javier G. Romero, director de “Quatermass”, y escrito por un equipo de once especialistas, este libro –ilustrado con 300 fotografías, en su mayor parte inéditas– depara emociones que van de lo puramente nostálgicoa lo desconcertante e inusual, mediante un repaso documentado, riguroso y amenoa la edad de oro del cine de género europeo.
HECHO EN EUROPA. CINE DE GÉNEROS EUROPEO, 1960-1979
Coordinador: Javier G. Romero
Prólogo: Jesús Parrado
Autores: Carlos Aguilar, Joan Bassa, Pablo Fernández, Tomás Fernández Valentí, Ramón Freixas, Ángel García Romero, Pablo Herranz, Alfredo Lara López, Antonio José Navarro, Nino Ortea, Javier G. Romero
Formato: 15 x 20,5 cm.
Páginas: 144
Fotografías: 300
Encuadernación: rústica cosida a hilo
PVP: 12 euros
ISBN: 978-84-96906-19-8
Edita: Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. Ayuntamiento de Gijón
miércoles, 19 de septiembre de 2012
CJAMANGO EL VENGADOR
1968
Italia
Director: Vincenzo Musolino
Reparto: George Ardisson, Anthonny Gidra , Cristina Iosani, Ignazio Spalla, Gaetano Cimarosa, Pietro Martellanza, Luigi Pavese, Lilli Lembo, Jean Louis
Guión: Vincenzo Musolino
Musica: Felice di Stefano
Fotografía: Mario Mancini
Durante dos años formó un prolífico tándem centrado en el euro western con Edoardo Mulargia en el que ejerció como guionista y productor, mientras el segundo, aparte de coescribir el guión de algunas, se encargó de la dirección, dando lugar a cuatro spaghettis, “Vete con Dios, gringo” de 1966, y en 1967 “¿Por qué seguir matando?”, “Cjamango” (ambas con sus correspondientes comentarios en este blog) y “Non aspettare Django, spara”. Precisamente la ruptura profesional entre ambos tuvo lugar a raíz de las profundas desavenencias que surgieron en relación con “Cjamango el vengador”; película que, por otra parte, puede entenderse como un compendio de dos de los anteriores westerns producidos por Vicenzo Musolino (“Non aspettare django, spara” no la he visto por lo que no puedo opinar sobre ella) puesto que retoma de “Cjamango” al personaje principal, mientras que de “¿Por qué seguir matando?” hace lo propio con la base argumental; sobre todo en relación con la antigua rivalidad y enemistad existente entre los McDonald y los Stuart, familias pertenecientes a clases sociales muy diferentes, y representada fundamentalmente en los jefes de ambos clanes, protagonistas de un enfrentamiento en el pasado que postró en una silla de ruedas a uno de ellos. Con lo que se puede hablar de una especie de díptico en el que Mussolino se centra en sentimientos como el odio o la venganza y las funestas consecuencias derivados de los mismos.
SINOPSIS: Mientras Cjamango visita el pueblo más próximo a su rancho los miembros de su familia, los McDonald, son brutalmente asesinados por los hermanos Smart y sus secuaces que habían sido contratados por el jefe del clan rival, los Stuart. A partir de ese momento Cjamango, con la ayuda de un poco convencional cazador de recompensas llamado Barrica, no cejará hasta acabar con todos ellos.
Estamos, por tanto, ante otro spaghetti que, como señalé en un párrafo anterior, aborda los sempiternos temas del odio y la venganza, pero en esta ocasión, y de forma aún más evidente que en sus anteriores spaghettis, su director y guionista trata de articular un discurso que muestre la inutilidad de ambos sentimientos, puesto que el protagonista se ve envuelto en un círculo prácticamente sin fin que sólo genera más muertes. Así, si en un primer momento a Dick Smart, cabecilla de los asesinos de la familia de Cjamango, le mueve el dinero, a partir del asesinato por parte de Cjamango de su hermano Jack, su motivación principal será, como la del protagonista, la de vengar su muerte, por lo que se produce una clara aproximación moral entre ambos personajes que reaccionan de igual forma ante hechos semejantes, sembrando la destrucción y , por ende, más sufrimiento, incluso en personajes inocentes como el de Conchita, la mujer de uno de los hombres de Dick que participó en el asesinato de los McDonald.
Este tono de parábola sobre las consecuencias de la venganza, que tan sólo genera más muertes y mayor odio, queda claramente expuesto tanto en el inicio del filme en el que, mientras vemos los títulos de crédito, podemos escuchar una voz en off decir: “Un día una tempestad me devastó y me arrebató la vida. La muerte comenzó a cabalgar su caballo loco y a sembrar muerte y destrucción. Parecía que las llamas del infierno hubiesen incluso ascendido a la tierra para quemar absolutamente todo”; como en el final, ya que, al igual que le ocurría al sheriff Kane en el clásico “Solo ante el peligro” (Fred Zinnemann, 1952), el protagonista asqueado, en esta ocasión, por tantas muertes arroja su colt al suelo y se marcha en un carro de caballos con su novia para emprender una vida alejada del odio y de la destrucción.
Incluso, por lo que he leído, existe una versión más larga de la que he visto que refuerza el posicionamiento moral del directo-guionista-productor respecto a la violencia y la venganza al comenzar en un cementerio en el que un anciano Cjamango, a modo ejemplarizante, relata su vida a un joven llamado Manuel que pretende vengar a sus padres. Este inicio, curiosamente, entroncaría con “Diez horcas para un pistolero” rodada un año antes por Luigi Capuano, en el que un joven mejicano, llamado Manuel, vengaba el asesinato de sus padres acaecido cuando era un niño. Curiosamente, además, el spaghetti que nos ocupa retomaría también la historia de amor a lo Romeo y Julieta desarrollada en el filme de Capuano, al presentarnos al protagonista y a su ex novia obligados a permanecer separados debido al odio que se profesan sus respectivas familias.
Spaghetti, por tanto, con un fondo muy interesante pero que desgraciadamente Musolino no sabe desarrollar, quizás en parte por el reducido presupuesto que le obliga a rodar en escasas localizaciones, y termina por tratarlo de forma banal y sin profundizar. Además a lo largo de la película se aprecia una clara falta de ideas, por lo que se recurre durante gran parte del metraje a los típicos clichés del spaghetti y a las situaciones mil veces vistas: la partida de póker preludio de un duelo, la paliza al antihéroe, las interminables cabalgadas, a lo Demofilo Fidani, de un lado para otro sin que sepamos muy bien hacia dónde se dirigen los caballistas, etc; y a todo ello hay que añadir las múltiples referencias a otras películas como, además de las dos anteriormente citadas producidas por Musolino o a la dirigida por Capuano mencionada en el párrafo anterior, a las ya reseñadas en este blog “Django” y su precuela oficial “El clan de los ahorcados” no sólo en el nombre del protagonista que remite claramente al personaje creado por Corbucci sino sobre todo en el espectacular final en el que una ametralladora cobra vital importancia, ”La muerte tenía un precio” puesto que nos encontramos con una pareja protagonista que pretende acabar con unos bandoleros por motivos diferentes, la venganza en el caso de Cjamango y el cobro de las recompensas que ofrecen por ellos en el caso de Barrica, o “Johnny Yuma” en la construcción del personaje de Barrica, un oportunista que se aprovecha del odio de Cjamango para cobrar la recompensa de los bandidos, que presenta claras semejanzas con el personaje de Fidel.
Por otra parte, la película cuenta con un ritmo desigual, con un inicio muy interesante y un primer tercio vibrante estructurado de forma casi episódica en la que Cjamango, como ocurre en “Joko invoca a Dios… y muere" (película dirigida ese mismo año por Antonio Margheritti y también comentada), va encontrando a los diferentes miembros de la banda y acabando con ellos, para sufrir un estancamiento en la parte central y remontar con el gran final. Mientras que en su haber debe anotarse la cuidada puesta en escena en gran parte del metraje, con bellos planos, acertados movimientos de cámara y correcta utilización de la grúa, y una aseada banda sonora compuesta por Felice de Steffano, músico habitual en los westerns de Musolino, variada y ajustada a los hechos narrados, en la que destaca un tema épico bastante resultón, otro en el que predomina la trompeta con un fuerte carga de tristeza y uno de corte cómico que se asocia con Barrica.
Por lo que respecta a los actores, para dar vida a Cjamango se escogió al para mí limitadísimo
George Ardisson
, actor bastante inexpresivo e incapaz de mostrar los sentimientos de su personaje .
Como su principal antagonista, Dick Smart, nos encontramos con el serbio Anthonny Gidra que vuelve a demostrar su solidez como actor (no en vano gozó de un gran prestigio en su país como demuestra el hecho de que esté enterrado en el callejón de ciudadanos celebres del cementerio nuevo de Belgrado). Junto a ellos un gran Ignazio Spalla, bajo el seudónimo de Pedro Sánchez, da vida a Barrica, un curioso cazador de recompensas que sirve como contrapunto cómico en una historia caracterizada por su tono amargo y que no suele utilizar las armas, ya que para él: “No basta con ser bueno con la pistola. Usar el cerebro es lo más importante”. En colaboraciones especiales aparecen Pietro Martellanza, alias Peter Martell, en una de las mejores interpretaciones que le he visto como Jack, el alcoholizado y torturado hermano de Dick eternamente perseguido por cazadores de recompensas, un personaje muy interesante pero escasamente desarrollado que parece anunciar al interpretado por Robert Woods en “El Puro se sienta, espera y dispara” (película, ya comentada, dirigida en 1969 por Eduardo Mulargia) o al protagonista de la magnífica “La noche de la serpiente” que, dirigida por Giulio Petroni en 1969, también cuenta con su oportuna reseña; y Tano Cimarosa que, como uno de los bandidos de Dick, protagoniza una de las escenas más violentas y conseguidas del filme en la que el protagonista recita la frase que da titulo a la película. Mientras que el principal papel femenino recayó en Cristina Iosani, a la que ya había visto en spaghettis de bajo presupuesto como las reseñadas “Mi nombre es Pecos” (1967), “El último maldito” (1967), “Un par de asesinos” (1970) y “La bestia” (1970).
Como su principal antagonista, Dick Smart, nos encontramos con el serbio Anthonny Gidra que vuelve a demostrar su solidez como actor (no en vano gozó de un gran prestigio en su país como demuestra el hecho de que esté enterrado en el callejón de ciudadanos celebres del cementerio nuevo de Belgrado). Junto a ellos un gran Ignazio Spalla, bajo el seudónimo de Pedro Sánchez, da vida a Barrica, un curioso cazador de recompensas que sirve como contrapunto cómico en una historia caracterizada por su tono amargo y que no suele utilizar las armas, ya que para él: “No basta con ser bueno con la pistola. Usar el cerebro es lo más importante”. En colaboraciones especiales aparecen Pietro Martellanza, alias Peter Martell, en una de las mejores interpretaciones que le he visto como Jack, el alcoholizado y torturado hermano de Dick eternamente perseguido por cazadores de recompensas, un personaje muy interesante pero escasamente desarrollado que parece anunciar al interpretado por Robert Woods en “El Puro se sienta, espera y dispara” (película, ya comentada, dirigida en 1969 por Eduardo Mulargia) o al protagonista de la magnífica “La noche de la serpiente” que, dirigida por Giulio Petroni en 1969, también cuenta con su oportuna reseña; y Tano Cimarosa que, como uno de los bandidos de Dick, protagoniza una de las escenas más violentas y conseguidas del filme en la que el protagonista recita la frase que da titulo a la película. Mientras que el principal papel femenino recayó en Cristina Iosani, a la que ya había visto en spaghettis de bajo presupuesto como las reseñadas “Mi nombre es Pecos” (1967), “El último maldito” (1967), “Un par de asesinos” (1970) y “La bestia” (1970).
Como curiosidades comentaros que el personaje interpretado por Anthony Gidra se llama igual que el protagonista de un pseudobond dirigido el año anterior por Franco Prosperi al que dio vida Richard Wyler, y que como ayudante de dirección aparece Aldo Lado, cineasta que dirigió a principios de los setenta dos interesantísimos giallos: la desoladora “La corta noche de las muñecas de cristal” (1971) y la sobrecogedora “¿Quién la ha visto morir?” (1972)
En definitiva, creo que estamos ante una buena idea malograda por la falta de presupuesto para llevarla a cabo y por un guión superficial y cargado de tópicos. No obstante, creo que contiene suficientes elementos, entre ellos una fuerte carga de violencia y un final espectacular, para no defraudar a los aficionados al género.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 5
AMBIENTACIÓN: 5
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 6
MÚSICA: 6
MEDIA: 5,6
martes, 18 de septiembre de 2012
BOLSILIBRO Y CINEMA BIS
volumen coordinado por Javier G. Romero, director de "Quatermass".
Coordinador: Javier G. Romero
Asesor: Pablo Herranz
Prólogo: Lou Carrigan
Autores: Carlos Aguilar, Pablo Fernández, Pablo Herranz, Alfredo Lara López, Pedro Porcel, Adrián Sánchez
Formato: 15 x 20,5 cm.
Páginas: 152
Fotografías: 380 (BN y color)
Encuadernación: rústica cosida a hilo
PVP: 12 euros
ISBN: 978-84-964-4141-5
Edita: VTP Editorial (www.vtpeditorial.com)
miércoles, 12 de septiembre de 2012
TODOS PARA UNO, GOLPES PARA TODOS
Todos para uno, golpes para todos (Tutti per uno... botte per tutti)
1973
España/Italia/Alemania
Director: Bruno Corbucci
Reparto: Giancarlo Prete, George Eastman, Eduardo Fajardo, Karin Schubert, Cris Huerta, Leo Anchóriz, Chen Lee, Carlo Rustichelli, Peter Berling, Vittorio Congia, Eleonora Giorgi, Osiride Pevarello, Pietro Tordi, Max Turilli.
Guión: Bruno Corbucci, Tito Carpi, Leonardo Martino, Peter Berling
Fotografía: Rafael Pacheco
Música: Carlo Rustichelli
Coproducción italo-hispano-alemana de 1973 encuadrada dentro del spaghetti western bufo dirigida por Bruno Corbucci, hermano de Sergio Corbucci y prolífico escritor (participó en más de ciento treinta guiones de películas entre los que destacan, dentro de este subgénero, “Django”, “Odio por odio”, “Johnny el vengador” o “El gran silencio”, todas ellas ya comentadas). Mientras que como director cuenta con más de cincuenta películas en su haber entre las que podemos señalar su debut con los dos filmes sobre el detective James Tont, personaje paródico de James Bond interpretado por Lando Buzzanca, la saga de once filmes coescritas por él y Mario Amendola sobre el heterodoxo y extravagante inspector Nico Giraldi al que dio vida Tomas Milian, y algunos largometrajes protagonizados por Terence Hill y/o Bud Spencer (“Como el perro y el gato” de 1983, “Dos superpolicias en Miami” de 1985).
Dentro de este subgénero dirigió tres spaghettis, el paródico “Héroes a la fuerza” (1966) con, de nuevo, Lando Buzzanca, la muy estimable “Dispara, Gringo, dispara” de 1968 que, conocida también como “Stark el Pistolero”, es su mejor aportación al euro western, y la película que nos ocupa.
SINOPSIS: El joven Dart Clotheswater, recién nombrado ranger de Texas, abandona su pueblo situado en Cheese Valley para encontrarse con tres amigos de su padre. En una posada se enterará casualmente de los planes del banquero Riche LeDuque consistentes en hacer llegar ilegalmente una fuerte suma de dinero al dictador mejicano Ortega. A partir de ese momento, junto a sus tres amigos, intentará abortar los planes de Duke apoderándose del oro que transporta camuflado en un carromato de la Cruz Roja la bella Alice Fergusson.
La película pretende ser una adaptación muy libre de la inmortal novela de aventuras escrita por Alejandro Dumas en 1844 “Los tres mosqueteros”. De hecho el título en español hace referencia a la más famosa frase de la novela y, a su vez, lema de los protagonistas; mientras que en inglés se la conoce por “The three musketeers of the West”. No obstante las semejanzas con la novela son escasísimas y casi anecdóticas: el arranque con un rústico y desaliñado protagonista que abandona su pueblo natal (en la obra de Dumas contará con un viejo penco mientras que aquí monta un burro bastante cabezota) para enrolarse en un cuerpo militar (en el filme los rangers de Texas y en la novela los mosqueteros); el nombre de los principales personajes (los ex rangers amigos de su padre se llaman Mac Athos, Aramirez y Portland, mientras que el principal personaje negativo es Richie LeDuque en clara alusión el cardenal Richelieu, aunque en este caso se trata de un banquero con lo que se da a entender que el poder de la iglesia durante el Antiguo Régimen es ostentado ahora por los banqueros, representantes del gran capitalismo en el siglo XIX, capaces de provocar guerras y favorecer la llegada al poder de individuos que les sean proclives), la caracterización de ciertos personajes, así se nos presentan Aramirez y Portland como, respectivamente, un mujeriego y un glotón, mientras que Alice es tan pérfida y malvada como Milady de Winter; y algunas situaciones como el primer encuentro poco amistoso del protagonista con los ex rangers o el intento de hacerse con el oro para evitar que caiga en manos del dictador (una de las partes de la novela se centraba en el desesperado intento de recuperar unos herretes de diamantes que podían poner en una situación muy delicada a la reina e incluso provocar un conflicto diplomático con Gran Bretaña). Pero, en realidad, no nos encontramos con una película de aventuras trasladada al universo del western sino con el típico spaghetti cómico realizado tras el éxito de las dos entregas de Trinidad y que pretende, sin conseguirlo, copiar su fórmula y aprovecharse de su fama. Incluso a lo largo de la película se pueden rastrear algunos guiños a ambas películas como la escena en la que el protagonista come las inevitables judías, aquella en la que Mac Athos demuestra sus habilidades con las cartas al igual que lo hiciese Trinidad, o la presentación del antihéroe como un individuo mujeriego, irresponsable, sucio y algo anárquico.
Además, los guionistas, entre los que se encuentran el propio director, el prolífico Tito Carpi y Peter Berling, autor de la exitosa pentalogía “Los hijos del Grial”, no contentos con mezclar la obra de Dumas con los filmes de Barboni, introducen, siguiendo también otra de las tendencias del spaghetti durante los primeros años de los setenta, elementos del cine de artes marciales con una escena larguísima, rodada por lo que he leído en Taipei, que se desarrolla en un pueblo habitado por chinos expertos en kung-fu, y en la parte final del filme, que se ubica en un Méjico revolucionario controlado por el general-dictador Ortega, otros propios del zapata-western. Incluso la secuencia inicial se puede entender como un homenaje a los musicales norteamericanos y, en concreto, a “Siete novias para siete hermanos” (Stanley Donen, 1954)
El resultado, para mí, es un pastiche cómico basado en un humor pueril, tontorrón y chusco, en el que todo vale y cuya máxima expresión son las larguísimas y aburridísimas peleas, incluida la inicial en la que unos quesos sustituyen a las típicas tartas de las películas mudas o aquella con la que se cierra el largometraje que tiene como protagonistas a los miembros de un circo alemán, que dan lugar a una película tediosa consistente en repetir hasta la saciedad las mismas situaciones, ante las que nada puede hacer una correcta puesta en escena por parte de Corbucci.
Por lo que respecta a la banda sonora de Carlo Rustichelli para mí se eleva un poco por encima del resultado final, siendo llamativo el homenaje al gran Dimitri Tiomkin en la secuencia del pueblo de los chinos en la que se escucha el tema de “Degüello” que orquestó tanto “Río Bravo” como “El Álamo”.
En cuanto a los actores, creo que dado el producto se limitan a estar por ahí y cumplir como buenamente pueden. Como protagonista nos encontramos con Timothy Brent, en realidad Giancarlo Prete, un actor bastante limitado al que ya había visto en la comentada en este blog “Persecución mortal” (Lorenzo Gica Palli, 1971) y en la también humorística e igualmente olvidable “Tedeum” (Enzo G. Castellari, 1972). En el largometraje encarna a un atolondrado Dart al que le gusta citar proverbios, tan escasamente ingeniosos como poco divertidos, del estilo de: “Al aroma del queso de oveja, el ladrón asoma la oreja”, “Si dejas escapar la ocasión, no eres listo sino tontorrón” o “El que no mea en compañía, es un ladrón o un espía”. Dando vida a los tres ex rangers nos encontramos con interpretes habituales de este subgénero como el italiano Luigi Montefiori alias George Eastman, Mac Atos, el español Leo Anchoriz, Aramirez, o el portugués Chris Huerta, una especie de remedo de Bud Spencer especializado en sus últimos spaghettis de corte cómico en personajes glotones y fuertotes que solían acompañar al héroe, como Portland. El principal y único personaje femenino fue encomendado a la alemana Karin Schubert, actriz a la que se la pudo ver en la también reseñeda “Los compañeros” (Sergio Corbucci, 1970), que terminó especializándose tanto en filmes softcore (“Emanuelle negra”, “Emanuelle alrededor del mundo”) como, en los años ochenta, hardcore (“Morbosamente vostra”, “Il vizio nell ventre”, “Orgien der vollust”) y protagonizando varios intentos de suicidio en los noventa. El cupo español se completa con un poco inspirado e histriónico Eduardo Fajardo como Richie LeDuque y con José Canalajes en el papel de un pistolero.
Como curiosidades señalaros que en el intervalo desarrollado en el pueblo chino aparece Chen Lee que protagonizaría ese mismo año la ya reseñada “Mi nombre es Shangai Joe”, una especie de fusión entre western y cine de artes marciales dirigido por Mario Caiano, y que, como haría el propio Dumas en “Veinte años después” y “El vizconde de Bragelonne”, en la escena final se nos anuncia una segunda parte sobre las correrías de los cuatro rangers, aunque no sé si se trataba de una broma o el proyecto no terminó por materializarse ya que no he encontrado información alguna sobre esa posible secuela.
En definitiva creo que estamos ante un disparate de euro western sólo apto para aquellos acérrimos seguidores de este subgénero que quieran comprobar el grado de degradación al que se llegó en el western hecho en Europa.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 1
AMBIENTACIÓN: 3
DIRECCIÓN: 4
ACTORES: 2
MÚSICA: 5
MEDIA: 3
jueves, 6 de septiembre de 2012
Gerard Tichy
Actor alemán nacido en plena República de Weimar (1920) en Weissenfels a. Saale y cuyo verdadero nombre era Gerhard Johannes Alexander Tichy Wondzinski.
Atraído por el mundo del arte de joven compagina la poesía, escultura, pintura y el teatro, actividades que abandona tras estallar la Segunda Guerra Mundial enrolándose como soldado desde el primer momento. Durante el conflicto bélico obtiene los galones de teniente, además de ser condecorado con la prestigiosa “Cruz de Hierro”.
Tras finalizar la contienda se escapa del campo en el que estaba confinado y llega a España en donde desempeña varios trabajos hasta que, gracias a un compatriota, participa en su primer largometraje (Neutralidad, 1949) en el que interpretó a un oficial alemán. A partir de ese momento desarrolló una fructífera carrera con más de cien títulos entre largometrajes y películas para televisión, en los que, salvo excepciones, perfeccionó un tipo de personaje negativo no carente de inteligencia, refinamiento y elegancia.
Durante la década de los cincuenta, en la que trabaja sin descanso con años en los que rueda entre cinco y seis filmes, destacan sus cuatro colaboraciones con Rafael Gil, las religiosas “La guerra de Dios” (1953) y “El beso de Judas” (1954) y las propagandísticas “Murió hace quince años” (1954) y “El canto del gallo” (1955), sus apariciones en largometrajes de directores tan destacados como José Antonio Nieves Conde en “Balarrasa” de 1951 con la que participa en el Festival de Cannes y Luis Lucia en “Molokai de 1959 (otro largometraje religioso como el anterior en el que Javier Escriva daba vida a un misionero); así como en las nacientes coproducciones hispano-británicas o hispano-estadounidenses que le permitieron compartir créditos con Honor Blackman (“Manchas de sangre en la luna”, 1952), Joan Fontaine, Luis Jordan y Joan Collins (“Tres historias de amor”, 1953), y Richard Burton y Frederic March (“Alejandro Magno” dirigida por Robert Rossen en 1956). También interviene en alguna película estadounidense (“Contrabando en Málaga” protagonizada por Maureen O’Hara), en notables muestras de cine negro protagonizadas por el recurrente José Suárez como “¿Crimen imposible?” (César Fernández Ardavín, 1954) y en la típicas películas a mayor gloria de destacados deportistas (Kubala) o cantantes (Lilian de Celis).
Con la nueva década, y gracias a su perfecto dominio del español, inglés, francés y alemán, se abonará a las coproducciones entre las que destacan tres grandes superproducciones como “Rey de reyes” (Nicholas Ray, 1961) en la que dio vida a José, “El Cid” (Anthony Mann, 1961) protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren y “Doctor Zhivago” (David Lean, 1965) película que encumbraría a Omar Shariff con el que volvería a trabajar en “La isla misteriosa”, adaptación de la novela homónima de Julio Verne realizada por Juan Antonio Bardem en 1973. Asimismo trabaja con directores de la talla de Jesús Franco en películas como “La muerte silba un blues” (1964), otro ejemplo de cine negro protagonizado, en esta ocasión, por el también habitual Conrado San Martin y “Justine” (1969), o Mario Bava en el gialllo “Un hacha para la luna de miel” (1970); además de participar en el pujante cine de género europeo en todo tipo de películas, desde péplums como “Los siete espartanos” (Pedro Lazaga, 1962) hasta seudo-bonds como “Operación silencio” (1966), pasando por bélicas como “Hora cero: Operación Rommell” dirigida en 1969 por León Klimovsky y con Jack Palance en el principal papel, y, por supuesto, euro-westerns de los que rodó ocho, destacando sus cuatro colaboraciones con Producciones Balcázar y el filme de Sergio Corbucci “Los compañeros”, su último spaghetti.
En las dos siguientes décadas su trabajo disminuye aunque todavía se le puede ver en largometrajes de calidad como “Un verano para matar” (1973) típica coproducción de acción dirigida por Antonio Isasi-Isasmendi con el que ya había colaborado en “Las Vegas, 500 millones” (1968), para terminar apareciendo en varias películas de Juan Piquer Simón y en las típicas comedias al servicio de Andrés Pajares y Fernando Esteso.
Su último trabajo fue la adaptación de la obra de teatro de Adolfo Marsillach “Yo me bajo en la próxima, ¿Y usted?”, estrenada el mismo año de su muerte acaecida en 1992.
Filmografía SW:
1964.- “Desafío en Río Bravo”.
1965.- “Un lugar llamado Glory”.
1965.- “Viva Carrancho”.
1965.- “Sangre sobre Texas”.
1966.- “Texas Kidd”.
1968.- “Cuatro dólares de venganza”.
1968.- “Sartana no perdona”.
1970.- “Los compañeros”.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
sábado, 18 de agosto de 2012
Muere Joaquin Luis Romero Marchent.
MADRID, 17-8-2012 (EUROPA PRESS)
Artífice de uno de los mejores westerns rodados en España, 'Antes llega la muerte', autor de las dos primeras películas sobre el héroe de José Mallorquí, El Coyote, y director de doce capítulos de una de las series más exitosas de RTVE, 'Curro Jiménez', Joaquín Romero Marchent ha muerto en Madrid, a los 91 años.
Miembro de una familia dedicada al cine, Joaquín Luis Romero Marchent (Madrid, 1926), introdujo en España, en la década de los años cincuenta, el western, en el que dejó su huella y para muchos fue el precursor, junto a Sergio Leone, del llamado spaghetti western, género por el que fue más reconocido, aunque cultivó muchos géneros, informa la Academia de Cine.
Hijo de Joaquín Romero Marchent Gómez de Avellaneda (director-propietario de la revista especializada Radio Cinema y de la productora Intercontinental Films), hermano de los actores y también realizadores Rafael y Carlos, y de la montadora Ana María Romero Marchent, y padre de la ayudante de dirección y script Nuria Romero, su nombre siempre ha estado vinculado a una profesión, en la que entró como meritorio, en 1946, con la película El crimen de Pepe Conde.
Auxiliar de dirección, segundo ayudante de dirección, primer ayudante de dirección a las órdenes de Luis Lucia, Francisco Rovira Beleta y José Díaz Morales, se estrenó como director en el 53 con el thriller Juzgado permanente, y dos años más tarde introdujo el western en el cine español, al relevar al mexicano Fernando Soler como director del díptico 'El Coyote - La justicia del Coyote', según la famosa creación literaria de José Mallorquí.
A su visión de 'El Zorro a la española' suma Tres hombres buenos y El sabor de la venganza, que fueron los inicios de los spaghetti westerns; la que han calificado como su mejor obra, Antes llega la muerte; Aventuras del Oeste y Fedra West. Estos trabajos propios se completan con las labores que hizo como coproductor y coguionista en filmes de su hermano Rafael y de directores italianos.
Joaquín Luis Romero Marchent, que apareció como personaje en la novela de Carlos Aguilar, 'Coproducción', contribuyó a una de las series televisivas de mayor éxito en la historia de TVE, 'Curro Jiménez'. Escribió y dirigió doce capítulos de esta superpopular serie que ha sido vendida en todo el mundo y coronó a sus protagonistas Sancho Gracia, recientemente fallecido, Álvaro de Luna y José Sancho.
Descanse en paz.
jueves, 9 de agosto de 2012
Sancho Gracia nos ha dejado
Actor que comenzó en los westerns españoles como extra, llegó a forjarse una carrera impecable, gracías en parte a su gran fama adquirida en la serie "Curro Jimenez".
Desde este pequeño sitio, un abrazo para toda la familia, y un recuerdo a uno de los grandes de la escena española.
Descanse en paz.
sábado, 14 de julio de 2012
El cartel de cine en el Western Europeo
Se anuncía la salida de un nuevo libro sobre el spaghetti del autor Bienvenido Llopis.
"El Cartel de cine en el Western Europeo" es un recopilatorio, a color, con todos los carteles de las películas eurowesterns que se estrenaron en su día en España, con información sobre cada una,
Los carteles vienen ajustados a un tamaño de 4 por pagina, y estamos hablando de más de 200 paginas.
Aparte hay otra sección con todos los CDs de BSO de spaghettis a la venta en el mercado.
El libro saldrá en la editorial NOTORIOUS a partir de septiembre, aunque ya es posible comprarlo en la tienda de coleccionismo de cine Casablanca de Madrid.
Su precio ronda los 30 euros.
ISBN: 978-84-15606-11-6
martes, 10 de julio de 2012
Fallece Ernest Borgnine
El actor Ernest Borgnine, ganador de un Oscar por su papel en la película Marty (1955), ha muerto a los 95 años en el hospital Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles, acompañado por su esposa e hijos, según recoge el diario The Washington Post.
Borgnine, de origen italiano, era conocido por sus personajes de "malo" y pasará en la historia del cine por ser quien golpea a Frank Sinatra en "De aquí a la eternidad" y encarnar a uno de los matones que amenaza a Spencer Tracy en "Conspiración del silencio".
Aparte, Borgnine llegó a actuar en algunos eurowesterns, entre ellos "Los Desesperados" y "Hannie Caulder".
Descanse en paz.
miércoles, 27 de junio de 2012
YO SOY LA REVOLUCIÓN
YO SOY LA REVOLUCIÓN (QUIEN SABE ?)
1966
Italia/España
Director: Damiano Damiani
Intérpretes: Gian Maria Volonté , Lou Castel , Martine Beswick , Klaus Kinski , Carla Gravina , Andrea Checchi , Jaime Fernández , Aldo Sanbrell , Spartaco Comversi , Santiago Santos , Joaquín Parra , José Manuel Martín , Guy Heron , Valentino Macchi, Antonio Ruiz.
Argumento : Salvatore Laurani
Guión : Salvatore Laurani
Director de Fotografía : Tony Secchi
Música : Luis Enriquez Bacalov
Montaje : Renato Cinquini
Producción italiana de 1966 que se encuadra, dentro del western hecho en Europa, en el subgénero conocido como Zapata western. El filme no solamente inauguró este tipo de películas, sino que es una de los más destacados y sentó las bases, con las lógicas variaciones, de esta tipo de largometrajes. Así básicamente se entiende por Zapata western a aquél que se desarrolla en Méjico durante el proceso revolucionario, suele tener, disfrazado en una película de acción, una fuerte carga política dado el momento histórico convulso en el que se filmaron (creciente oposición a la Guerra del Vietnam y por extensión a la política exterior de los EEUU, apogeo del movimiento hippie, procesos de descolonización en algunos casos traumáticos como el de Argelia, desarrollo de corrientes de pensamiento críticas con principios, valores y formas de actuación de la sociedad capitalista que desembocaron en movimientos fundamentalmente estudiantiles como el de mayo del 68 en Francia o el mejicano que finalizó con la matanza de la Plaza de las Tres Culturas en octubre de ese mismo año, proliferación de movimientos revolucionarios, sobre todo en Sudamérica, tras el éxito de la revolución en Cuba como el Frente Sandinista de Liberación o el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, etc.) y la acción, en los más destacados largometrajes de este subgénero, se estructura, generalmente, en torno a la relación de dos personajes diferentes y, en la mayoría de los casos, antagónicos. Por una parte nos encontraremos con un mejicano, básicamente un pillo cuando no un bandolero, iletrado, primitivo pero no exento de una inteligencia natural que en un principio intenta sobrevivir aprovechándose del período de caos que vive su país, para, poco a poco, ir tomando conciencia del valor del proceso revolucionario y terminar por convertirse en un líder del mismo; y por otra, aparece un extranjero cuya presencia en Méjico tiene una sola finalidad: el lucro personal, pero se convertirá en un apoyo fundamental para el nativo. Así nos encontramos con Cuchillo Sánchez y el ex sheriff Nathan Cassidy en “Corre Cuchillo, corre”, Paco Román y Sergei Kowalski en “Salario para matar”, El Vasco y el Sueco en “Los compañeros” o Juan Miranda y John Mallory en “¡Agáchate, maldito!”; mientras que en “Tepepa” estos personajes sufren ligeras variaciones ya que al Doctor Henry le mueve el deseo de vengar un asesinato, mientras que Tepepa desde un primer momento es consciente de la situación de explotación en la que vive el campesinado y, en consecuencia, da muestra desde el inicio de su espíritu revolucionario.
El fuerte carácter de denuncia del largometraje queda patente al repasar el personal que intervino en el filme:
La dirección le correspondió a Damiano Damiani, un realizador bastante alejado del mundo del western pero representante de un cine marcadamente político cuyo máximo apogeo tuvo lugar durante las décadas de los sesenta y setenta y del que, solamente en Italia, participaron autores como Elio Petri, Francesco Rossi, Mauro Bolognoni, Gillo Pontecorvo o Florestano Vancini, director de la ya comentada “Los largos días de la venganza” (1967). Damiani es fundamentalmente conocido por un conjunto de largometrajes de una gran coherencia y en su mayoría protagonizados por Franco Nero (la exitosa “El día de la lechuza” de 1968, “Confesiones de un comisario a un juez de instrucción” de 1970, “El caso está cerrado, olvídelo” realizada un año más tarde o “¿Por qué se asesina a un magistrado?” de 1976) en el que denunció la corrupción existente en las distintas instituciones italianas (penitenciaria, judicial, policial), así como puso de manifiesto las relaciones existentes entre el mundo de la construcción, la política y la mafia, para terminar haciendo un cine más comercial con alguna excepción, como su participación en la serie “La piovra”, en la que también colaboró Vancini, suprimida del primer canal de la RAI por presiones del Partido Demócrata Cristiano. En cuanto al spaghetti, sólo se acercó una vez más en la parcialmente fallida y accidentada, al haber sido robados gran parte de los negativos, “El genio” (1974) producida por Sergio Leone.
Como guionista aparece el gran escritor Franco Solinas, reputado miembro del Partido Comunista Italiano, y autor de buena parte de los mejores Zapata westerns, además de haber escrito los libretos de notables películas socialmente comprometidas como “La batalla de Argel” (1965), “Queimada” (1969) ambas dirigidas por Gillo Pontecorvo o “Estado de sitio” (1973) del griego Costa-Gavras; y como principales interpretes dos actores conocidos públicamente por su progresismo: Gian María Volonte que cuenta con una filmografía cargada de títulos ideológicamente comprometidos como “Las estaciones de nuestro amor”, “Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha”, “Sacco y Vanzetti”, “La clase obrera va al paraíso” o “El caso Mattei” y Lou Castel, siempre presto a actuar en películas de denuncia.
SINOPSIS: El Chucho es el líder de un grupo de bandoleros-revolucionarios dedicado a robar armas al ejército carrancista para vendérselas al general revolucionario Elías. Hasta él llegará un misterioso estadounidense, El Niño, que ganará su confianza, primero, y su amistad, después, convirtiéndose en su mano derecha. Pero éste, a pesar del creciente afecto hacia El Chucho, le ocultará sus verdaderos planes y se servirá de él para alcanzarlos.
Película con un fondo muy interesante y más profundo de lo que era habitual en la que, sirviéndose de la revolución mejicana (1910-1920) y desde un punto de vista marxista (ya en la primera escena abraza alguno de sus postulados ideológicos como el de la lucha de clases al señalar “El Niño”: “Y de un lado los generales del ejército conservador y del otro una masa de obreros y campesinos a las órdenes de generales improvisados”), se reflexiona sobre el proceso revolucionario y su necesidad, pero sin dar una visión maniquea y romántica del mismo ya que se nos presenta como una etapa brutal, caótica y confusa construida a base de sangre y sufrimiento, y protagonizada por unos individuos que en muchas ocasiones actúan como simples bandoleros (en un momento dado un personaje señala “no hay diferencias entre bandidos y rebeldes”) aunque, por otra parte, se hayan visto obligados a tomar las armas dada la situación de explotación en la que viven; situación propiciada por una minoría propietaria de las tierras que ellos trabajan en condiciones cuasi esclavistas. En este sentido, cobra gran importancia la escena en la que los revolucionarios deciden ajusticiar a Don Feliciano, un hacendado, no porque sea rico sino porque como señala el viejo revolucionario Raimundo “Nosotros somos pobres y usted no ha hecho nada para cambiarlo”; para a continuación, al detener “El Chucho” a tres bandidos que pretendían violar a la mujer de Don Feliciano, Adelita, otra revolucionaria, afirmar “Yo tenía 15 años cuando un Feliciano cualquiera me violó. ¿Por qué ella tiene que tener un trato diferente? ¿Por qué?”.
Pero esta fuerte carga ideológica no supone que nos encontremos ante una película pesada y aburrida, sino que su virtud radica, por una parte, en que este mensaje político está insertado en una historia muy entretenida cargada de escenas de acción, gracias a la estupenda labor de Solinas, que equilibra perfectamente éstas con los momentos más reflexivos; y por otra, en la dirección de Damiani que introduce a lo largo del largometraje ciertos toques de humor, fundamentalmente en relación con el personaje de “El Chuncho”, y dota al filme de un ritmo trepidante, sobre todo en una primera parte en la que asistimos a los sucesivos golpes de los hombre de “El Chucho” para conseguir armas, mientras que en la segunda se centra más en el transporte de las mismas hacia la guarida del general Elias, trasunto de Emiliano Zapata, y en la traición de “El Niño”.
Otro de los grandes aciertos lo constituye la elección de los principales actores. Gian Maria Volonté hace una gran composición como “El Chucho”, un individuo analfabeto (no sabe leer ni escribir y apenas puede contar hasta cuatro), impulsivo y algo ingenuo, que se vale de su intuición en la mayoría de sus actuaciones aunque no sepa muy bien las razones que le llevan a obrar de esa forma, por ello cuando es preguntado suele responder ¿Quién sabe?, título por el que es conocida la película en varios países. Es, en definitiva, un individuo contradictorio que se mueve entre la fidelidad a la revolución y su tendencia al bandidaje con fines lucrativos (muy ilustrativa es la escena en la que, por influencia de “El Niño”, abandona a los habitantes de San Miguel cuando en un primer momento se había quedado para compartir su misma suerte), pero que al final, al comprobar que ha sido manipulado por “El Niño”, mostrará cierta nobleza y su compromiso con el proceso revolucionario renunciado a la riqueza y a una vida futura más acomodada en los EEUU. En el papel de “El Niño” nos encontramos con el actor colombiano Lou Castel cuyo físico es perfecto para darle vida. Un individuo con cara angelical pero frío, manipulador, arrogante y egoísta que no se detiene ante nada ni nadie para conseguir sus fines (asesina sin ningún escrúpulo tanto a los hombres de Carranza como a los revolucionarios). El personaje, que remite claramente a los asesores norteamericanos que en número creciente estaban proliferando en los países del continente sudamericano, muestra desde el principio su desprecio por Méjico y por los mejicanos; así en la primera escena al preguntarle un muchacho si le gusta Méjico responde que no (idea que sería retomada por Giulio Petroni en “Tepepa”) mientras que al final de la película se cuela, sin ningún tipo de miramiento ni consideración respecto a los mejicanos que esperaban su turno, para comprar su billete de tren. Un individuo, en definitiva, amoral y símbolo del capitalismo más salvaje que antepone el dinero a cualquier otro sentimiento, aunque al final parece apreciar realmente a “El Chuncho”, para el que los hombres son un instrumento más con el que alcanzar sus fines, y que, curiosamente, cuenta con un antecedente remoto en el personaje interpretado por Burt Lancaster en “Veracruz” (Robert Aldrich, 1954). Klaus Kinski está soberbio, creo que es su mejor interpretación en este género junto a la de Triguero de “El gran silencio”, desprendiendo un gran magnetismo como un sacerdote hermanastro de “El Chucho” llamado “El Santo”; sin duda el personaje más ideologizado y comprometido con los ideales revolucionarios en una clara alusión a los movimientos de base, cercanos al pensamiento marxista, surgidos en la década de los sesenta en el seno de la Iglesia que cristalizarían en la denominada Teología de la liberación. Lástima que desaparezca durante gran parte del filme. Por último, está la bella actriz “bondiana” nacida en Jamaica Martine Beswick dando vida a Adelita, prototipo de la mujer libre e independiente. Junto a ellos, en papeles secundarios, algunos habituales como Aldo Sambrell en esta ocasión como teniente carrancista con una muerte heroica pero inútil, Spartaco Conversi en el rol de Cirillo, uno de los hombres de “El Chucho” preocupado solamente por las ganancias que le reportará la venta de las armas robadas a los carrancistas o José Manuel Martín dando vida a Raimundo, un revolucionario auténtico que asume la crueldad del proceso revolucionario como algo natural.
El filme se redondea con una gran banda sonora compuesta por el argentino Luis Bacalov, supervisado según parece por Ennio Morricone, muy apropiada y variada, en la que destaca la ranchera “Ya me voy” cantada por Ramón Mereles; y una grandísima labor de ambientación favorecida, sin duda, por el presupuesto del que se dispuso muy superior a la media habitual en este tipo de productos.
Tengo la película editada por Filmax que respeta el formato original además de contar con una imagen correcta y sonido aceptable, aunque de extras, como suele ser habitual, anda escasa. Recientemente, además, he comprado la versión editada por Regia Films que, tanto por su calidad como por ser la versión completa, os recomiendo.
Por último, y como curiosidad, comentaros que ese mismo año se estrenaba un western estadounidense en el que también se reflexionaba sobre la revolución y sus consecuencias, la extraordinaria “Los profesionales” dirigida por el liberal Richard Brooks; mientra que, según consta en la carátula del DVD, el esqueleto argumental de “Yo soy la revolución” (unos forajidos que tras robar armamento, incluida una ametralladora, al ejército pretenden vendérselo a los revolucionarios) pudo servir de inspiración a Sam Pekinpah para rodar “Grupo salvaje” (1969), su obra maestra..
En definitiva un buen ejemplo de cine político, actualmente desaparecido, a la vez que muy ameno y distraído que, además, resultó clave para la evolución del western hecho en Europa al inaugurar un subgénero dentro de él.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 8.
AMBIENTACIÓN: 9.
DIRECCIÓN: 8.
ACTORES: 8.
MÚSICA: 8.
MEDIA: 8,2.
Reseña Adicional
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