Keoma
1976
Italia
Director: Enzo G. Castellari
Reparto: Franco Nero, Woody Strode, William Berger, Donald O'Brien, Olga Karlatos, Giovanni Cianfriglia.
Productor: Manolo Bolognini
Guión: Enzo G. Castellari, Luigi Montefiori y Mino Roli
Argumento: Luigi Montefiori, Nico Ducci y Mino Roli
Fotografía: Aiace Parolin.
Música: Guido y Maurizio De Angelis
El spaghetti western en 1976 estaba agonizando, tanto por la falta de ideas como por el daño que le hizo la aparición cada vez mayor de spaghettis cómicos con la consecuente caída en la demanda de ese tipo de películas, cuando dos de sus figuras más emblemáticas, el director Enzo G. Castellari (“7 winchesters para una matanza”, “Voy, lo mato y vuelvo”, “Johnny Hamlet”) y el actor Franco Nero (“Django”, “Adiós Texas”, “Salario para matar”, “Compañeros”) aunaron sus fuerzas para sacar adelante este proyecto basado en un guión de, entre otros, el propio Castellari y del actor George Eastman, para el que se contó como productor con Manolo Bolognini responsable de, entre otras, las mencionadas “Django”, “Adios Texas” o de ”Tierra de gigantes”, y cuyo resultado, para mí, fue una de las obras capitales de este subgénero que respetando los cánones del mismo es a la vez un film muy personal.
Sin duda es uno de los mejores spaghettis que he visto, por la historia que cuenta pero, sobre todo, por cómo la cuenta. Una película auténticamente mágica, tanto desde el punto de vista de su contenido al estar muy presentes elementos de corte fantástico (una hechicera que, en algunos casos, parece ser fruto de la imaginación del protagonista, quizás represente a su propio destino; un pueblo casi fantasma, prácticamente deshabitado y que parece más el producto de un sueño que de la realidad; la presentación del héroe como un ser extraordinario con un destino que cumplir), como desde el punto de vista formal puesto que la película es una auténtica maravilla.
La labor de Castellari en la dirección me parece extraordinaria, cada encuadre está muy pensado y cada escena cuidadosamente planificada, regalándonos, de esta forma, una serie de imágenes imborrables: la supuestamente onírica secuencia inicial en la que Keoma le dice a la hechicera que: “Si todo hombre tiene que cumplir su destino por qué voy a cambiar el mío”, la bellísima escena de la conversación en el porche del protagonista con su padre rodada en un solo plano y con la cámara girando alrededor de ambos, de una gran e inusual naturalidad, la secuencia en la que el héroe espera a los hombres de Cadwell en la calle principal que cuenta con un prodigioso montaje, la muerte del padre del héroe y posterior tortura de éste (la imagen nocturna con Keoma crucificado es de una gran belleza plástica), o el enfrentamiento final en el que vemos a Keoma acabar con sus hermanastros mientras solamente se escuchan los gemidos de la mujer que está dando a luz. Por otra parte demuestra que había asimilado las enseñanzas de Pekinpah no sólo al rodar las escenas de acción a cámara lenta sino, también, en cómo se montaron éstas y, además, muestra aciertos narrativos como es el caso de los flashbacks en los que se ven a la vez, en un mismo plano, al personaje en el presente y a la acción que está recordando.
En cuanto al guión, que es bastante simple (la vuelta del protagonista tras la Guerra Civil a su pueblo para comprobar que está desolado por la peste y controlado por un grupo de desalmados), está influenciado tanto por westerns clásicos ( el tema del regreso del hermanastro mestizo que se enfrenta a sus tres hermanos por ser el preferido de su padre fue tratado maravillosamente por Edward Dmytrick en “Lanza rota”, a su vez remake de “Odio entre hermanos” también dirigida por Dmytrick) como por otros spaghettis (al igual que en “Django” el protagonista aparece como el hombre capaz de salvar a la población de la opresión ejercida por el grupo de malvados y también, como en la película citada, las referencias religiosas son evidentes como la crucifixión que padece el protagonista mientras cae una tormenta y es contemplado con tristeza, alternativamente, por la hechicera y por Lisa). Además cuenta con unos diálogos estupendos como cuando el padre le pregunta si ganó o perdió la guerra y Keoma le contesta: “Estuve en el bando de los vencedores” porque, efectivamente, las guerras no las gana nadie.
Desde el punto de vista técnico el film es impecable. La fotografía, de Aiace Parolin (responsable también de la de “Un minuto para rezar, un segundo para morir”) está cuidadísima, en las imágenes diurnas consigue acentuar el carácter irreal u onírico del pueblo, mientras en las nocturnas, con la lluvia y los relámpagos, le dota de un aspecto más tétrico e infernal. Estas escenas nocturnas sin duda me recordaron a “Sin perdón” por lo que no sé si Clint Eastwood al rodarla tuvo en cuenta este spaghetti, pero en todo caso las similitudes son bastante evidentes. La dirección artística es sobresaliente, con una cuidadísima ambientación sobre todo del pueblo, en el que se busca la misma finalidad que con la fotografía (no en vano tanto el diseño de producción como del vestuario es obra del gran Carlo Simi). La canción principal compuesta por los hermanos De Angelis, con ecos de Leonard Cohen, me ha gustado bastante, aunque hubiera preferido más variedad de temas.
En cuanto a los actores, Franco Nero está estupendo con una actuación muy contenida y dotando de hondura a Keoma, uno de los personajes con mayor profundidad que he visto en el spaghetti, quizás lo único criticable sea su vestimenta claramente deudora de la época en que se rodó la película ya que es más propia de un hippie setentero que de un mestizo norteamericano de finales del siglo XIX; junto a él en el bando de los buenos le acompañan William Berger que me ha gustado mucho en su rol de padre del protagonista, para mí una de sus mejores interpretaciones junto con las de “Cara a cara” y “California”, todas ellas creo que muestran la gran calidad de este actor, la siempre estimulante presencia de Woody Strode (actor de western clásicos como “Dos cabalgan juntos”, “El sargento negro”, “El hombre que mató a Liberty Valance”, todas ellas del maestro John Ford, y “Los profesionales” de Richard Brooks en la que curiosamente interpretaba a un experto en el tiro con arco) y la bella Olga Karlatos en el papel de Lisa una joven embarazada a la que protegerá Keoma con el objeto de que pueda tener a su hijo. En el bando de los malos, y como me ocurrió en “Corre cuchillo…corre”, Donal O’Brien como Cadwell, el poderoso terrateniente que se vale de la epidemia para controlar a la población y enriquecerse, me ha gustado bastante más esta segunda vez que la primera que le vi; pero los tres actores que interpretan a los hermanastros de Keoma pienso que no están a la altura del resto del reparto.
Por último os informo de que Regia Films acaba de poner a la venta una nueva versión en widescreen, anamórfica y con 94 minutos de duración que mejora notablemente la que en su día editó Filmax.
En fin, una auténtica joya de película, el mejor western rodado por Castellari junto con “Johnny Hamlet”, y para mí un título indispensable para el spaghetti, grandísimo colofón para este subgénero (al año siguiente se rodaría la notable “California” escrita por dos de los guionistas de ésta y también producida por Bolognini, pero ya el spaghetti western estaba prácticamente muerto).
PUNTUACIÓN
HISTORIA: 9.
AMBIENTACIÓN: 10.
DIRECCIÓN: 10.
ACTORES: 8.
MÚSICA: 8.
MEDIA: 9.
Reseña Adicional
1 comentario:
Para mi este es el mejor de Castellari. También muy bien esta la música de Guido y Maurizio De Angelis, música para días de invierno.
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