Danny Lom es un experto tirador pero al mismo tiempo tiene gran habilidad para el dibujo, por lo que su padre decide vender el rancho y marchar al este con el objeto de que su hijo desarrolle sus dotes artísticas. En el viaje será asaltada la diligencia y únicamente sobrevivirá Lom, que a partir de ese momento sólo tendrá una obsesión, acabar con los asesinos de su padre para impartir justicia. El spaghetti tiene un comienzo prometedor y cuenta con algunas ideas acertadas e incluso originales como son: el hecho de que debido a su memoria visual adquirida a través de la pintura Lom recuerde, como le ocurría a John Philip Law en “De hombre a hombre”, una serie de detalles de los asaltantes (espuelas, cartucheras, sombreros, cicatrices) que tras dibujarlos le serán fundamentales para descubrir la identidad de los asesinos, el desarrollo de la historia en el pueblo más propia de una película de suspense que de un western ya que el espectador va conociendo la identidad de los asesinos a medida que el propio Lom los va desenmascarando, o la forma que tiene de hacer justicia, ya que en el momento en el que tiene la certeza de la identidad de un asesino no lo mata sino que coloca un pasquín ofreciendo un dólar de recompensa (de ahí el acertado título de la película) provocando que sean los propios forajidos quienes se maten entre ellos para evitar ser a su vez descubiertos. Pero estos aspectos positivos se ven lastrados tanto por el guión como por la producción. Así nos encontramos con un guión en el que colaboraron el propio director, el también actor Luis Gaspar y Ernesto Gastaldi, que cuenta entre otros con los libretos superiores de “Como lobos sedientos”, “Tu cabeza por mil dólares” o “El día de la ira”, bastante desacertado, carente de ritmo, disperso, con diálogos pretenciosos y situaciones inverosímiles (cuatro bandidos asaltan un fuerte con una facilidad pasmosa), escenas de relleno que no aportan nada al desarrollo de la trama como la del juicio o la del asalto a un banco y una historia de amor a la que se dedica más tiempo de lo habitual en los spaghettis con lo que se consigue ralentizar aún más el ritmo de la película. Además de partir el film de una premisa bastante inverosímil como es que unos cincuentones, comerciantes en su mayoría, y, por tanto, bastante asentados en la sociedad, se dediquen personalmente a montar a caballo y a llevar una vida de delincuencia asaltando diligencias y bancos. Por otra parte el film cuenta con una producción de Eduardo Manzanos paupérrima, quizás porque en 1973 los spaghettis empezaban a dejar de ser rentables, lo que se traduce en escasas localizaciones, en una pobre ambientación con un pueblo que parece va a caerse a pedazos, en escenas que requerían más extras, como en la que arrían la bandera en el fuerte, y que quedan un poco cutres por la falta de actores e, incluso, en la utilización de planos de otras películas que se insertan en ésta y dan el cante por las diferencias en la calidad de la fotografía, como es el caso del asalto al rancho de Alfredo Mayo en la que se utilizan numerosos planos de “Dos cruces en Danger Pass” e incluso se ve a Miguel del Castillo que interpretaba a Powell en esa película o en el larguísimo, aburrido y confuso tiroteo final en el que también se utilizan planos del citado eurowestern. Además me pareció apreciar planos de “Una tumba para el sheriff” en la persecución de un carromato y de “Un hombre vino a matar” en el asalto al fuerte, pero no estoy del todo seguro Por otra parte Romero Marchent parece un tanto desganado (incluso utiliza el recurso de la cámara rápida en varias escenas) y sólo da muestras de su talento en contadas ocasiones como en la escena inicial, de una gran naturalidad y muy bien rodada, en el que vemos conversar a Danny con su padre, en la paliza que Alfredo Mayo propina a su mujer en la que utiliza la cámara subjetiva o en la pelea final entre Danny y el jefe de los bandidos.
En cuanto a los aspectos positivos destacaría dos: La preciosista banda sonora de Nora Orlandi con variados temas que van desde los típicos spaghetteros hasta otros de influencia más clásica. El reparto, con un Peter Lee Lawrence bastante convincente en el papel del vengativo e inteligente Danny Lom (no sé si será casualidad pero el nombre en hebreo significa Justicia de Dios, que es lo que pretende hacer él). Junto a él Orchidea de Santis, para mí bastante flojita, como Janet la hija del sheriff de la que se enamorará el protagonista y un aceptable Carlos Romero Marchent en el papel de Lou Stadfort, un rico y enigmático hacendado que intentará ayudar desde el principio a Danny. En papeles secundarios vemos a numerosos rostros familiares de este subgénero que cumplen sobradamente y hacen más llevadero el film, como Frank Braña en el rol de juez, Lorenzo Robledo como el barbero, Raf Baldassarre en el papel del herrero, Luis Induni que abandona su sempiterno papel de sheriff para encarnar al padre de Danny, un maduro Alfredo Mayo como el dueño del saloon y un avejentado Andrés Mejuto como el sheriff y padre de Janet del que inicialmente sospechará Danny. En definitiva un mediocre spaghetti que supuso la triste despedida de este subgénero de un director, Rafael Romero Marchent que cuenta con notables películas en su haber y de uno de sus iconos, Peter Lee Lawrence que, parece ser, al año siguiente se suicidaría al habérsele detectado un tumor maligno. PUNTUACIÓN: HISTORIA: 4. AMBIENTACIÓN: 4. DIRECCIÓN: 5. ACTORES: 6. MÚSICA: 6.
4 comentarios:
Malita...
Aquí en Chile circula con el nombre "La Maldición Del Oro".
Hola.
Buena crónica de la peli, que hace la tira que tengo grabada de la tele (año 91 si la memoria no me falla) y como la ví tantas veces ahora llevo unos 16 años sin revisarla.....
Recuerdo que tenía una banda sonora bonita, plagiada eso sí de La muerte no cuenta los dólares (o Asesinato en Owell Rocks), y también recuerdo una trama aceptable y unas interpretaciones correctas. Uno de esos westerns que no pasaron a la posteridad pero que deja buen sabor de boca.
También la he visto con el título "La Maldición Del Oro" ,pero no recuerdo si el doblaje era sudamericano. Está curiosilla, aunque quizá un poco pobre de ideas.
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