Una cuerda al amanecer
1972
España/Italia
Director: Manuel Esteba
Reparto: Pierre Brice, Steven Ted, Fernando Sancho, Mónica Randall, Marta Flores, Antonio Molino Rojo, Raúl Aparici, Gaspar 'Indio' González, Sergio Aparici, Manuel Muñiz, Alberto Vila, Ferruccio Viotti, Juan Fairen, Miguel Muniesa, José Nieto
Guión: Manuel Esteba
Fotografía: Girolamo La Rosa
Música: Vasili Kojucharov, Daniele Patucchi
Coproducción hispano-italiana de 1972 que supuso la segunda incursión (dos años antes había rodado “Veinte pasos para la muerte”) del director, guionista y productor catalán recientemente fallecido Manuel Esteba, un profesional de corta filmografía pero bastante variada: fantástico (“Espectro”), erótico (“Viciosas al desnudo”) o comedias con protagonismo de los hermanos Calatrava (“El E.T.E. y el Oto”), que se movió siempre en producciones de muy bajo presupuesto, no siendo este spaghetti una excepción.
Barret es un ambicioso forajido que mediante la extorsión ejercida por sus hombres dirigidos por un pistolero llamado Caulder se está adueñando de todas las propiedades de la región. Alertado el ejército de sus abusos, mandará a un agente, Ted Mulligan, para acabar con los desmanes de Barret. Al mismo tiempo un misterioso cazarrecompensas que viste de negro está operando por el territorio. El destino hará que las vidas de Barret, Mulligan, Caulder y el cazarrecompensas se entrecucen fatídicamente.
La película comienza con una cuidada escena en la que vemos, a través de un movimiento giratorio de la cámara, a cuatro individuos jugando al póker en una posada mientras que otro vestido de negro que lleva una campanita en el tacón y al que no veremos la cara se acerca montado a caballo, entra en el establecimiento, reta a uno de los jugadores y lo mata para, posteriormente, cobrar la recompensa que ofrecían por él. Gran escena que me creó unas expectativas muy pronto frustradas porque me encontré ante una película con un presupuesto ínfimo y un guión, del propio director, pésimo y con continuos giros. Así no volveremos a ver al cazarrecompensas hasta la decepcionante escena final en la que por fin sabremos su identidad, hecho a la postre intrascendente, mientras mantiene una conversación ridícula con uno de los protagonistas; así éste le dice. “El halcón se lleva la presa antes de que llegue el cazador” y el cazarrecompensas le contesta “Mi campanita suena como la serpiente de cascabel que anuncia el peligro. Pero sólo mata a quien merece la muerte”. Fin. También aparecen por allí un minero mejicano que encuentra una mina de oro por la que se va a interesar Barret,, pero se abandona esta trama y se sustituye por otra en la que cobra importancia el hecho de que sea testigo de un asesinato, y una mujer con una cuenta pendiente con Barret. A ello hay que añadir escenas de relleno como los prescindibles y abundantes flashbacks o el inverosímil asalto a un banco por parte de Caulder (no resulta muy creíble que un pistolero que es la mano derecha de uno de los de los hombres más ricos de la región se dedique en su tiempo libre a asaltar bancos con la cara descubierta para que todo el mundo lo reconozca) y la ausencia de buenas secuencias de acción por lo que la película se me hizo aburrida y, por momentos, insufrible (tan sólo destacaría junto al inicio ya mencionado parte de la escena en la que maltratan al bueno de Fernando Sancho).
Además creo que la labor del director es bastante artificiosa al buscar angulaciones de cámara casi imposibles, lo que se traduce en varias planos desenfocados y algunos desencuadres bastante significativos. A lo que hay que sumar un montaje por momentos caótico y embarullado, no sé si debido a posibles cortes que pudo sufrir la película.
En cuanto a la banda sonora, compuesta por Daniele Patuchi, sin ser una maravilla no es de lo peor del film y por lo menos cuenta con un tema principal resultón, aunque el resto son muy flojos. incluido uno con el protagonismo de un órgano que se escucha varias veces y me resultó bastante inapropiado.
Por lo que respecta al reparto, uno de los aciertos del film es el cambio de rol de los dos actores principales. Así tenemos al siempre eficaz Fernando Sancho, en uno de sus escasos papeles de protagonista, que abandona su típico rol de bandido mejicano por el de Sebastián, un bonachón y pacífico aunque indiscreto, bebedor y poco inteligente minero que mantiene una relación bastante especial y tierna con su burro, Margarito. A pesar de que las conversaciones de éste con el animal me resultaron un poco pesadas, es sin duda de lo mejor de la película y gracias a él se me hizo más llevadera. Como Barret, el ambicioso, elegante y despiadado forajido, sin embargo nos encontramos a Pierre Brice, un limitado actor francés que dio vida al inmaculado héroe indio Winnetou en la serie de películas alemanas basadas en las novelas de Karl May. Junto a ellos, un inexpresivo Steven Tedd (Giuseppe Cardillo) como Ted Mulligan con un atuendo bastante ridículo (muy similar al utilizado por Yul Brinner en Sabata) que, junto a su peinado y patillas, es más propio de la época en que se rodó el spaghetti (de hecho recuerda al Elvis Presley de su última época), una prácticamente anecdótica Mónica Randall (actriz que por aquellos años era habitual en este subgénero) que en otro giro de guión se nos presenta como una mujer con una cuenta pendiente con Barret, y Antonio Molino Rojo que da vida a Caulder, una especie de protector de Barret y hombre de su confianza con el paso del tiempo, aunque tampoco sabremos cómo se llegó a esta situación.
En definitiva otro mediocre spaghetti que, a pesar de su corta duración (hora y cuarto aproximadamente), se me hizo lento, pesado y aburrido. No obstante cabe reconocer en este caso, como en otros muchos ya comentados, el empeño por parte de su director de levantar una película con un presupuesto ínfimo.
Fotografía: Girolamo La Rosa
Música: Vasili Kojucharov, Daniele Patucchi
Coproducción hispano-italiana de 1972 que supuso la segunda incursión (dos años antes había rodado “Veinte pasos para la muerte”) del director, guionista y productor catalán recientemente fallecido Manuel Esteba, un profesional de corta filmografía pero bastante variada: fantástico (“Espectro”), erótico (“Viciosas al desnudo”) o comedias con protagonismo de los hermanos Calatrava (“El E.T.E. y el Oto”), que se movió siempre en producciones de muy bajo presupuesto, no siendo este spaghetti una excepción.
Barret es un ambicioso forajido que mediante la extorsión ejercida por sus hombres dirigidos por un pistolero llamado Caulder se está adueñando de todas las propiedades de la región. Alertado el ejército de sus abusos, mandará a un agente, Ted Mulligan, para acabar con los desmanes de Barret. Al mismo tiempo un misterioso cazarrecompensas que viste de negro está operando por el territorio. El destino hará que las vidas de Barret, Mulligan, Caulder y el cazarrecompensas se entrecucen fatídicamente.
La película comienza con una cuidada escena en la que vemos, a través de un movimiento giratorio de la cámara, a cuatro individuos jugando al póker en una posada mientras que otro vestido de negro que lleva una campanita en el tacón y al que no veremos la cara se acerca montado a caballo, entra en el establecimiento, reta a uno de los jugadores y lo mata para, posteriormente, cobrar la recompensa que ofrecían por él. Gran escena que me creó unas expectativas muy pronto frustradas porque me encontré ante una película con un presupuesto ínfimo y un guión, del propio director, pésimo y con continuos giros. Así no volveremos a ver al cazarrecompensas hasta la decepcionante escena final en la que por fin sabremos su identidad, hecho a la postre intrascendente, mientras mantiene una conversación ridícula con uno de los protagonistas; así éste le dice. “El halcón se lleva la presa antes de que llegue el cazador” y el cazarrecompensas le contesta “Mi campanita suena como la serpiente de cascabel que anuncia el peligro. Pero sólo mata a quien merece la muerte”. Fin. También aparecen por allí un minero mejicano que encuentra una mina de oro por la que se va a interesar Barret,, pero se abandona esta trama y se sustituye por otra en la que cobra importancia el hecho de que sea testigo de un asesinato, y una mujer con una cuenta pendiente con Barret. A ello hay que añadir escenas de relleno como los prescindibles y abundantes flashbacks o el inverosímil asalto a un banco por parte de Caulder (no resulta muy creíble que un pistolero que es la mano derecha de uno de los de los hombres más ricos de la región se dedique en su tiempo libre a asaltar bancos con la cara descubierta para que todo el mundo lo reconozca) y la ausencia de buenas secuencias de acción por lo que la película se me hizo aburrida y, por momentos, insufrible (tan sólo destacaría junto al inicio ya mencionado parte de la escena en la que maltratan al bueno de Fernando Sancho).
Además creo que la labor del director es bastante artificiosa al buscar angulaciones de cámara casi imposibles, lo que se traduce en varias planos desenfocados y algunos desencuadres bastante significativos. A lo que hay que sumar un montaje por momentos caótico y embarullado, no sé si debido a posibles cortes que pudo sufrir la película.
En cuanto a la banda sonora, compuesta por Daniele Patuchi, sin ser una maravilla no es de lo peor del film y por lo menos cuenta con un tema principal resultón, aunque el resto son muy flojos. incluido uno con el protagonismo de un órgano que se escucha varias veces y me resultó bastante inapropiado.
Por lo que respecta al reparto, uno de los aciertos del film es el cambio de rol de los dos actores principales. Así tenemos al siempre eficaz Fernando Sancho, en uno de sus escasos papeles de protagonista, que abandona su típico rol de bandido mejicano por el de Sebastián, un bonachón y pacífico aunque indiscreto, bebedor y poco inteligente minero que mantiene una relación bastante especial y tierna con su burro, Margarito. A pesar de que las conversaciones de éste con el animal me resultaron un poco pesadas, es sin duda de lo mejor de la película y gracias a él se me hizo más llevadera. Como Barret, el ambicioso, elegante y despiadado forajido, sin embargo nos encontramos a Pierre Brice, un limitado actor francés que dio vida al inmaculado héroe indio Winnetou en la serie de películas alemanas basadas en las novelas de Karl May. Junto a ellos, un inexpresivo Steven Tedd (Giuseppe Cardillo) como Ted Mulligan con un atuendo bastante ridículo (muy similar al utilizado por Yul Brinner en Sabata) que, junto a su peinado y patillas, es más propio de la época en que se rodó el spaghetti (de hecho recuerda al Elvis Presley de su última época), una prácticamente anecdótica Mónica Randall (actriz que por aquellos años era habitual en este subgénero) que en otro giro de guión se nos presenta como una mujer con una cuenta pendiente con Barret, y Antonio Molino Rojo que da vida a Caulder, una especie de protector de Barret y hombre de su confianza con el paso del tiempo, aunque tampoco sabremos cómo se llegó a esta situación.
En definitiva otro mediocre spaghetti que, a pesar de su corta duración (hora y cuarto aproximadamente), se me hizo lento, pesado y aburrido. No obstante cabe reconocer en este caso, como en otros muchos ya comentados, el empeño por parte de su director de levantar una película con un presupuesto ínfimo.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 2.
AMBIENTACIÓN: 3.
DIRECCIÓN: 3.
ACTORES: 5.
MÚSICA: 5.
MEDIA: 3,6.
1 comentario:
Por lo visto existe un remontaje en versión alemana de esta película que la mejora notablemente, del cual no puedo hablar al no haberlo visto.
Lo mismo que la crónica me limito a comentar la versión española, que como bien se dice, tras un prometedor inicio, casi con ribetes de suspense, la película degenera en diálogos absurdos cuando no delirantes y todo se nos hace pesado y sin pies ni cabeza.
Esperemos a disponer de esa otra versión, aunque las expectativas no son muy halagüeñas.
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