1968
Inglaterra
Director: Silvio Narizzano
Reparto: Terence Stamp, Joanna Pettet, Karl Malden, Stathis Giallelis, Sally Kirkland, Robert Lipton, Ricardo Montalban, Sara Vardi, James Westerfield, Kevin Corcoran, Ivalou Redd, Dorothy Konrad, Helen Kleeb, Michael Bell, Anthony Costello, Joe De Santis, Carlos East, Peggy Lipton
Guión: Ronald M. Cohen, Meade Roberts
Fotografía: Stanley Cortez
Música: Manos Hatzidakis
Blue es un joven estadounidense que, tras el asesinato de sus padres, fue recogido por Ortega, un revolucionario devenido con los años en bandido, que le criará como a un hijo más, convirtiéndose en otro miembro de la banda y el preferido de Ortega. En una incursión realizada el 4 de julio en territorio estadounidense Blue es herido y recogido por un doctor y su hija con lo que se planteará dejar su antigua vida aunque esa decisión suponga enfrentarse a su padre adoptivo.
Interesante film que cuenta, como la mayoría de los westerns británicos, con una solvente producción y un acabado técnico superior a la media, destacando una gran fotografía, aunque en las escenas nocturnas se revela un tanto artificiosa por el uso de los filtros en azul (noche americana) y una magnífica labor de ambientación (por allí estuvo Hal Pereira un veterano y gran profesional con 23 nominaciones al Óscar a sus espaldas).
La película parte de un guión simple pero eficaz que trata básicamente dos temas ya vistos en otros westerns. En primer lugar nos encontramos con el problema de la reinserción de un forajido, así como Glyn McLyntock en “Horizontes lejanos” (Anthony Mann, 1952) Blue tratará de integrarse en una comunidad de colonos para lo que contará con la ayuda de uno de los miembros más respetables y de la hija de éste; además, como ocurría en el western estadounidense, jugará un papel fundamental en la defensa de éstos frente a sus enemigos (estos pistoleros son, en definitiva, seres rechazados por los pacíficos colonos pero necesarios, en un mundo violento, para que se desarrolle la sociedad civilizada que éstos quieren implantar en un mundo salvaje). Pero su situación se agrava respecto a la vivida por James Stewart puesto que al ser estadounidense pero haber vivido desde pequeño como un mejicano muestra un cierto desarraigo, por lo que cuando comienzan los problemas (enfrentamiento entre colonos y bandidos) y como le ocurría a Pace (el mestizo interpretado por Elvis Presley en el estupendo film de Don Siegel “Estrella de fuego”), no termina de encontrar su sitio ni en la sociedad anglosajona ni en la mejicana. Nos encontramos pues con el segundo tema de la película, el enfrentamiento de las distintas culturas que habitaban el oeste y las consecuencias de éste, sobre todo, para los mestizos. En este sentido cobra gran importancia el lógico y metafórico final en el que el protagonista permanece en el río como esa zona de nadie que separa los dos mundos (el mejicano y el estadounidense) a ninguno de los cuales pertenece por completo.
Por lo que respecta a la labor de Narizzano tras la cámara creo que es bastante acertada dotando a la película del ritmo que necesita. Así, ésta comienza con una trepidante y brutal escena en un lupanar, en la que por cierto apenas se habla, que sirve para conocer el carácter del protagonista, al presentárnoslo como un frío asesino que mata a quemarropa a un oficial desarmado. Esta tendencia a la violencia en Blue aparecerá de nuevo en la pelea que mantiene con su padre adoptivo, mientras que al final, cuando dirige a los colonos contra los mejicanos se nos revelará como un hombre autoritario y despótico. Pero tras mostrarnos a los miembros de la banda, como seres primitivos, pendencieros y sanguinarios en otras dos estupendas y “spaghetteras” secuencias: la que se desarrolla en su guarida y la del asalto a los colonos con el intento de violación a una mujer (aunque también se muestra, en una impactante imagen, la brutalidad de los colonos capaces de ajusticiar a sangre fría a un bandido), el ritmo de la película se hace más pausado, no lento, acorde con el tema narrado, el proceso de integración de Blue en el mundo civilizado representado por el doctor y su hija, además de utilizar el director un lenguaje mucho más cercano a los westerns clásicos norteamericanos que a los europeos.
Respecto a la banda sonora compuesta por el griego Manos Hajdidakis (Manos Hatzidakis), cuenta con un buen tema principal en el que destaca una guitarra acústica que resalta el carácter melancólico del film. Mientras que el resto de los temas, incluido uno de carácter épico que se escucha en los momentos previos al enfrentamiento final, me parecieron menos acertados.
En cuanto al elenco actoral, un correcto Terence Stamp, aunque en algunos momentos su caracterización sea un tanto afectada, da vida a Blue un ser complejo, violento y amoral pero también capaz de enfrentarse a su hermano para evitar una violación o de perdonar la vida a un impulsivo colono que le había retado en duelo, que se plantea la necesidad de dejar su vida de delincuencia aunque esto suponga la desgarrada separación de su progenitor, hombre al que todavía admira y quiere, e incluso el enfrentamiento a muerte con éste. Junto a él dos veteranos de Hollywood, un estupendo Karl Malden (“El árbol del ahorcado”, “El rostro impenetrable”, “El gran combate”) en el papel del humanista, pacífico y bondadoso Doc Morton que confiará en Blue y le prestará todo su apoyo para conseguir su integración, y el otrora galán mejicano Ricardo Montalbán (“Más allá del Missouri”, “El gran combate”, “La quebrada del diablo”), en una de las mejores actuaciones que le recuerdo, como Ortega, un antiguo revolucionario mejicano, ahora bandido, que todavía conserva algo del idealismo y del espíritu de aventura que le llevó a enfrentarse a los tejanos y a los franceses de Maximiliano en defensa de su país, y que no se resigna a perder a quien más ama. El reparto se completa con una joven Joanna Pettet en el rol de Joanne Morton, la hija del doctor que se enamorará de Blue.
Como curiosidades señalar que el director de la segunda unidad, y por tanto responsable de la mayoría de escenas de acción, es el mítico Yakima Cannut, un gran especialista que, procedente del mundo del rodeo, comenzó a principios del siglo XX doblando a las grandes estrellas de Hollywood (por ejemplo a John Wayne en “La diligencia”) además de ejercer como ayudante de dirección y aparecer como actor en numerosos films; y que la película está rodada integramente en los EEUU.
Por último comentaros que tengo el DVD editado por la Paramount con una muy buena imagen y correcto sonido.
En definitiva creo que, sin ser una película redonda, es un más que correcto eurowestern, muy cuidado desde el punto de vista formal y cuya visión recomiendo, aunque pueda sorprender a los habituales del subgénero tanto por el ritmo y el lenguaje cinematográfico empleados en la parte central como por la importancia que da a la historia, al desarrollo de los personajes y a las relaciones de éstos frente a la acción mecánica.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 6
AMBIENTACIÓN: 7
DIRECCIÓN: 7
ACTORES: 7
MÚSICA: 6
MEDIA: 6,6.
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