España/Italia
Director: León Klimovsky
Reparto: John Ireland, Robert Woods, Annabella Incontrera, Mariano Vidal Molina, Roberto Camardiel, Daniela Giordano, José Antonio López, Ferdinando Poggi, Sergio Mendizábal, Attilio Dottesio, Angelo Desideri, Giovanni Cianfriglia, Sergio Colasanti, Angelo Botti
Guión: Antonio Viader, Edoardo Mulargia, Pedro Gil Paradela
Fotografía: Francisco Sánchez Muñoz
Música: Francesco de Masi
Spaghetti italo-español de 1970 producido por José Frade a través de Atlántida Films, aunque también participó otra pequeña productora italiana, y dirigida por el estajanovista argentino afincado desde mediados de los años cincuenta en España Leon Klimovsky, que ha supuesto una agradable sorpresa ya que se trata de un más que correcto western muy superior tanto en las pretensiones como en los resultados obtenidos a otros productos filmados por Klimovsky como, para ceñirnos al mundo del oeste, “Fuera de la ley”, “Un hombre vino a matar”, Reverendo colt” (todas ellas con sus oportunas reseñas en el blog) o “El valor de un cobarde”; quizás porque, parece ser, la película fue un proyecto personal del actor principal, el canadiense John Ireland, que intervino tanto en el guión como en la dirección, aunque sólo apareciese acreditado como actor, y que incluso pudo ser codirigida por Edoardo Mulargia, director generalmente de euro westerns más oscuros y cercanos a éste como la ya comentada “El puro, se sienta, espera y dispara”, que aparece acreditado como el autor de la historia. En todo caso, nos encontramos ante un spaghetti alejado de la ligereza que caracterizaba a los westerns filmados por Klimovsky y más cuidado desde el punto de vista formal.
SINOPSIS: Jonas, un enigmático pistolero atormentado por su pasado, prenderá involuntariamente, al enterrar a un individuo que encuentra ahorcado, la mecha que hará estallar el mundo controlado por Don Diego, un despótico y brutal hacendado, y su demente hijo Chris.
La película comienza con una potente y brutal escena claro ejemplo del mundo despiadado en donde se desarrollará la historia. Así seremos los espectadores del linchamiento de un hombre por tres individuos ante la atenta mirada del jefe y los sollozos de la que se supone es su amante, mostrándonos en un precioso contraluz el resultado. A continuación suena el bello tema principal compuesto por el casi siempre fiable Francesco de Massi, aparecen los títulos de crédito y vemos a un maduro pistolero acercarse al lugar de la ejecución, para terminar éste recogiendo a la mujer que permanece desolada en el suelo e, inmediatamente después, dar cristiana sepultura al individuo. Sensacional comienzo, que recuerda al de la estupenda “Una cuerda y un colt”, en el que el director sin mediar palabra nos introduce de lleno en la historia de la película puesto que la negativa de Jonas, el piadoso pistolero, a desenterrar al hombre provocará todo el drama posterior. De esta manera la escena inicial, con un fuerte simbolismo religioso, ya que el árbol en el que el desdichado es ahorcado tiene la forma de una cruz ortodoxa rusa (de hecho el director potencia el simbolismo al filmar en un mismo plano la cruz de la tumba con el árbol en el que fue ahorcado el individuo), no sólo constituye el eje del largometraje sino que el paraje en el que se produce se convierte en el centro físico del filme al acudir constantemente los protagonistas a éste y al producirse en él gran parte de los principales acontecimientos, como el enfrentamiento de Jonas con Chris y Ed Gray, el pretendiente de Bárbara, la hija de Don Diego, o la escena final entre el propio Jonas y Maggie, la prostituta enamorada de aquél. Finalizando el filme en el lugar en donde comenzó.
Este estupendo inicio nos anuncia lo que veremos a continuación, un western duro, amargo, opresivo y desesperanzado, de una mayor complejidad y hondura de lo habitual, cercano incluso a una tragedia clásica, en el que el elemento religioso cobra un papel fundamental al haber sido el pistolero protagonista un antiguo pastor evangelista, y que se ve potenciado por unos cuidados diálogos, que en algún momento pueden parecer algo pretenciosos, en los que se reflexiona sobre la condición humana y la relación del hombre con el Creador (ante la afirmación de Don Diego de que espera que sus hombres sean suyos por entero, Jonas le replica: “La idea no es nueva, Dios pretende los mismo”. En otro momento, el mismo Jonas afirma doliente: “Me estoy alejando cada vez más de Él. Día y noche”. Para terminar la película con una terrible declaración: “Era un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Ya puedo matarlo todo, hasta el amor si es preciso”).
Otro de los aspectos destacados del largometraje son los personajes, mucho más trabajados y perfilados de lo habitual, para los que el consuelo es imposible y pierden, incluso, la última oportunidad de ser felices. Individuos que, como los peces de colores que son arrojados de su pecera (símbolo de la prosperidad y felicidad perdidas), se asfixian en sus propias debilidades, actos o, incluso, recuerdos.
En primer lugar nos encontramos con Jonas estupendamente interpretado por el veterano y sobrio John Ireland, un, en sus propias palabras, “moralista fracasado” que en cierta forma entroncaría con el héroe clásico del western pero, a diferencia de éste, arrastra un pasado pecaminoso del que no se ha perdonado y que le ha alejado de sus más firmes creencias. Además, en un rasgo bastante atípico, se nos presenta como un hombre culto al que le gusta recitar poemas.
Junto a él Maggie, personaje que necesariamente remite al de Vienna en el clásico de 1954 dirigido por Nicholas Ray “Johnny Guitar” (incluso hay una escena claramente inspirada en ésta cuando Jonas descarga su colt sobre un individuo en el saloon de Maggie, ya que remite a la secuencia en la que Johnny disparaba compulsivamente sobre un colt mostrando así su carácter violento), a la que da vida correctamente Annabella Incontrera (actriz que recuerdo haber visto en “Los desesperados” de Julio Buchs, otro western trágico que cuenta con su correspondiente reseña en el blog), una prostituta dueña del saloon del pueblo y antigua amante de Don Diego que se enamorará sinceramente de Jonas, aunque sea un amor condenado al fracaso.
Frente a ellos, un magnífico Roberto Camardiel, en un registro muy alejado del que nos tenía acostumbrados en los spaghettis como el bonachón y cómico compañero del protagonista, encarna a Don Diego, un despótico cacique, dueño y señor de haciendas y de hombres que lleva la desgracia, incluso a sus seres queridos, con su actitud tiránica, pero que al final del filme aparecerá como un ser patético y solitario consciente de que lo único que inspira en la gente es temor y al que, además, su antigua amante, de la que todavía sigue enamorado, acudirá para que interceda por Jonas, su nuevo amor. Un no menos excelente Robert Woods en el papel de Chris, el hijo psicótico, degenerado y sibilino de Don Diego que mantiene una relación malsana con su hermana y al mismo tiempo se muestra como un ser débil totalmente dominado por su padre. Para mí vuelve a demostrar, una vez más, que en cierta forma fue un actor desaprovechado ya que cuando tuvo papeles de entidad supo salir más que airoso, aparte de tener cierta facilidad para cambiar de registro. Y por último Bárbara, la hija de Don Diego, a la que da vida, en algunos momentos de forma poco convincente, Daniela Giordano (actriz con cierta presencia en este subgénero), víctima inocente del mundo que le rodea en el que su padre se comporta como un auténtico mafioso (tras matar al pretendiente de su hija se sincera afirmando: “Ella tiene que ser de la familia. Cuidar de mi nombre”), y al final enloquecida verdugo.
Este estupendo inicio nos anuncia lo que veremos a continuación, un western duro, amargo, opresivo y desesperanzado, de una mayor complejidad y hondura de lo habitual, cercano incluso a una tragedia clásica, en el que el elemento religioso cobra un papel fundamental al haber sido el pistolero protagonista un antiguo pastor evangelista, y que se ve potenciado por unos cuidados diálogos, que en algún momento pueden parecer algo pretenciosos, en los que se reflexiona sobre la condición humana y la relación del hombre con el Creador (ante la afirmación de Don Diego de que espera que sus hombres sean suyos por entero, Jonas le replica: “La idea no es nueva, Dios pretende los mismo”. En otro momento, el mismo Jonas afirma doliente: “Me estoy alejando cada vez más de Él. Día y noche”. Para terminar la película con una terrible declaración: “Era un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Ya puedo matarlo todo, hasta el amor si es preciso”).
Otro de los aspectos destacados del largometraje son los personajes, mucho más trabajados y perfilados de lo habitual, para los que el consuelo es imposible y pierden, incluso, la última oportunidad de ser felices. Individuos que, como los peces de colores que son arrojados de su pecera (símbolo de la prosperidad y felicidad perdidas), se asfixian en sus propias debilidades, actos o, incluso, recuerdos.
En primer lugar nos encontramos con Jonas estupendamente interpretado por el veterano y sobrio John Ireland, un, en sus propias palabras, “moralista fracasado” que en cierta forma entroncaría con el héroe clásico del western pero, a diferencia de éste, arrastra un pasado pecaminoso del que no se ha perdonado y que le ha alejado de sus más firmes creencias. Además, en un rasgo bastante atípico, se nos presenta como un hombre culto al que le gusta recitar poemas.
Junto a él Maggie, personaje que necesariamente remite al de Vienna en el clásico de 1954 dirigido por Nicholas Ray “Johnny Guitar” (incluso hay una escena claramente inspirada en ésta cuando Jonas descarga su colt sobre un individuo en el saloon de Maggie, ya que remite a la secuencia en la que Johnny disparaba compulsivamente sobre un colt mostrando así su carácter violento), a la que da vida correctamente Annabella Incontrera (actriz que recuerdo haber visto en “Los desesperados” de Julio Buchs, otro western trágico que cuenta con su correspondiente reseña en el blog), una prostituta dueña del saloon del pueblo y antigua amante de Don Diego que se enamorará sinceramente de Jonas, aunque sea un amor condenado al fracaso.
Frente a ellos, un magnífico Roberto Camardiel, en un registro muy alejado del que nos tenía acostumbrados en los spaghettis como el bonachón y cómico compañero del protagonista, encarna a Don Diego, un despótico cacique, dueño y señor de haciendas y de hombres que lleva la desgracia, incluso a sus seres queridos, con su actitud tiránica, pero que al final del filme aparecerá como un ser patético y solitario consciente de que lo único que inspira en la gente es temor y al que, además, su antigua amante, de la que todavía sigue enamorado, acudirá para que interceda por Jonas, su nuevo amor. Un no menos excelente Robert Woods en el papel de Chris, el hijo psicótico, degenerado y sibilino de Don Diego que mantiene una relación malsana con su hermana y al mismo tiempo se muestra como un ser débil totalmente dominado por su padre. Para mí vuelve a demostrar, una vez más, que en cierta forma fue un actor desaprovechado ya que cuando tuvo papeles de entidad supo salir más que airoso, aparte de tener cierta facilidad para cambiar de registro. Y por último Bárbara, la hija de Don Diego, a la que da vida, en algunos momentos de forma poco convincente, Daniela Giordano (actriz con cierta presencia en este subgénero), víctima inocente del mundo que le rodea en el que su padre se comporta como un auténtico mafioso (tras matar al pretendiente de su hija se sincera afirmando: “Ella tiene que ser de la familia. Cuidar de mi nombre”), y al final enloquecida verdugo.
Como curiosidades señalaros que dos años antes los tres actores principales, John Ireland, Roberto Camardiel y Robert Woods, habían coincidido aunque con papeles muy diferentes en “La ametralladora”, otro curioso spaghetti producido por Atlántida Films; y que como ayudante del montaje aparece acreditado Bruno Mattei, que posteriormente se haría famoso por sus filmes de explotación.
En definitiva un interesante y atípico spaghetti (quizás pueda sorprender al aficionado a este género) que, a pesar de sus defectos (curiosamente, para mí, no terminan de funcionar las escasas escenas de acción, como la pelea en el saloon del pueblo o la huida de Jonas perseguido por los hombres de Ed) y su limitado presupuesto, creo que merece ser rescatado del olvido.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 7
AMBIENTACIÓN: 5
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 7
MÚSICA: 6
MEDIA: 6,2
HISTORIA: 7
AMBIENTACIÓN: 5
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 7
MÚSICA: 6
MEDIA: 6,2
No hay comentarios:
Publicar un comentario