De mis enemigos me ocupo yo (Dai nemici mi guardo io!)
1968
Italia
Director: Mario Amendola
Reparto: Charles Southwood, Julián Mateos, Alida Chelli, Mirko Ellis, Ivano Staccioli, Lorenzo Robledo, Pietro Ceccarelli, Dada Gallotti, Raoul Racceis, Marco Rual, Maria Mizar, Piero Morgia, Roberto Biciocchi, Wladimiro Tuicovic, Luigi Scavran, Jean Daniel Fiorini, Arrigo Peri, Vittorio Manfrino, Vasco Santoni, Ivan G. Scratuglia
Guión: Mario Amendola, Bruno Corbucci
Fotografía: Aldo Giordani
Música: Carlo Rusticelli
El habitual guionista Mario Amendola (más de 150 films cuentan con sus guiones, entre ellos “El gran silencio”) dirigió con poco acierto, bajo el seudónimo de Irving Jacobs, esta producción italiana en 1968 que supuso su segunda y última incursión en este subgénero como director.
La trama toma como referencia el oro supuestamente enterrado tras la Guerra de Secesión por el ejército confederado con el objeto de que no cayese en manos de los nordistas. Alan Burton, un vaquero vagabundo, por un hecho fortuito se hará con una de los tres dólares de dos caras que combinando su numeración muestran el lugar en donde se enterró el dinero de la Confederación. A partir de ese momento intentará, ayudado por un mejicano llamado Hondo, adueñarse de las otras dos, pero para ello se deberá enfrentar a El Cóndor, un sangriento pistolero, que capitanea una banda de forajidos y también desea apoderarse del oro.
El film se centra en uno de los temas típicos del spaghetti, junto con el de la venganza, como es la búsqueda por una serie de individuos de un botín o un tesoro (“El bueno, el feo y el malo”, “Voy, lo mato y vuelvo”, “Los profesionales de la muerte”) y parte de una idea bastante interesante (los dos millones de dólares enterrados por el ejército confederado tras su derrota) que muy pronto se ve lastrada por un mediocre guión escrito por el propio director y Bruno Corbucci, en el que abundan las situaciones gratuitas (no se sabe la razón que lleva a la gitana a intentar matar al protagonista), poco creíbles (la banda de El Cóndor, que es fácilmente reconocible porque sus miembros visten de gris oscuro, se pasea a sus anchas a pesar de haber asaltado un banco y haber acabado con medio pueblo), imposibles (¿Cómo se entera Hondo, el amigo de Burton, de que éste tenía una de las monedas?), ridículas (el grupo de El Cóndor tras asesinar a varios individuos deja en el lugar del crimen el caballo de uno de sus miembros muerto con un rifle que tiene grabado el nombre de su dueño) e incluso incoherentes y esperpénticas (El Cóndor le confiesa a Burton el lugar en donde se encuentra la tercera moneda después de haber asaltado el banco y haber comprobado que no estaba allí, por lo que da la sensación de que no supieron en qué parte del film situar el robo al banco). Y a ello hay que añadir unos diálogos grotescos del tipo: “¿Qué hace una mujer como tú en un sitio como éste?” o “Yo, sin embargo, soy una pobre chica que cree en el amor” a lo que le contesta el protagonista “Yo también, yo también”.
Además la película cuenta para mí con una desafortunada labor en la dirección de Amendola con escenas de tiroteos torpemente rodadas y otras fallidas que carecen de la carga dramática que requerían, como la de la tortura y asesinato del sargento Garland (interpretado por Lorenzo Robledo) o la del intento de violación de Juana, que parece típica de un culebrón televisivo, y a las que una mediocre y mal utilizada banda sonora tampoco ayuda.
En cuanto a los elementos positivos, destacaría el tema musical principal (“There is my fortune”) obra de Carlo Rustichelli que se repite a lo largo de la película (lástima que el resto de la banda sonora no esté a su altura), y Charles Southwood que da vida a Alan Burton y me gustó muchísimo más que en sus interpretaciones de carácter más desenfadado tanto en “Vende la pistola y cómprate la tumba” como en “Y ahora le llaman Aleluya”, por lo que creo que le iban mejor personajes más graves y quizás estuvo un poco desaprovechado. Junto a él, un correcto Julián Mateos (actor desaparecido prematuramente con una interesante y corta carrera como productor: “El viaje a ninguna parte”, “Los santos inocentes”) que da vida a Hondo un mejicano amigo de recitar refranes y gran aliado de Alan, Alida Chelli (hija de Carlo Rustichelli) como Juana, principal papel femenino que me pareció metido con calzador con el objeto de protagonizar una insustancial historia de amor, y, en un clamoroso error de casting ya que carece del físico apropiado, un escasamente creíble Mirko Ellis como El Cóndor, un despiadado forajido caracterizado por su fervor religioso (otro elemento anecdótico más que no influye en la narración) y que lidera lo que en principio parece un grupo de temibles forajidos aunque en la parte final se revelan como una pandilla de novatos, incluidos su lugarteniente Cincaro (Pietro Cecarelli), al dejarse cazar por los protagonistas.
En definitiva, para mí, un mediocre y poco imaginativo spaghetti western que ,además, se ve perjudicado por su escasísimo presupuesto (curiosamente intervino en la producción Selenia Cinematográfica, una pequeña compañía responsable en 1970 de tres grandes películas: “Tristana”, “La confesión” y “Círculo rojo”), lo que afecta notablemente al resultado final al dar una sensación de pobreza tanto en el vestuario como en la dirección artística y en los decorados.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 3.
AMBIENTACIÓN: 3.
DIRECCIÓN: 3.
ACTORES: 5.
MÚSICA: 5.
MEDIA: 3,8.
3 comentarios:
Tengo breves recordaciones de haber mirado esto en el pasado y la verdad es que después de leerlo incrementé mi curiosidad. Gracias Jesús!
Por que no:)
Pues yo la estoy viendo ahora y me lo estoy pasando en grande. Tiene un humor muy picaresco, eso es lo mejor de la película. Y los diálogos son buenos, las frases són de las que recuerdas si les prestas atención. Es divertida y recomendable. Y no soy especialmente aficcionado a los westerns, por cierto...
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