lunes, 23 de agosto de 2010

THOMPSON 1880


Thompson 1880
1966
España/Italia
Director: Guido Zurli
Reparto:  George Martin, Gia Sandri, Gordon Mitchell, Paul Muller, José Bódalo, José Jaspe, Ignazio Spalla, Pasquale Basile, Consalvo Dell'Arti, Mike Monty, Aïché Nana, Osiride Pevarello, Giovanni Ivan Scratuglia, Dino Strano, Giovanni Sabbatini, Giovanni Tsao, Giovanni Petti, Antonio Basile, Nino Fuscagni, Nino Nini, Jose Aspre, Omero Capanna, Gippo Leone 
GuiónEnzo Gicca Palli , Jaime Jesús Balcázar
Fotografía: Víctor Monreal, Franco Villa 
Música: Marcello Gigante

Coproducción hispano-italiana de la factoría Balcázar dirigida en 1966 por Guido Zurli que se apunta tardíamente a los títulos de westerns con nombres de armas que estuvieron tan en boga en los años cincuenta en Estados Unidos (Springfield Rifle, Winchester 73, Colt 45), para, en este caso, narrarnos un episodio en la vida del ingeniero Raymond Alec Thompson, supuesto creador de una rudimentaria metralleta.

Desert Spring es un pueblo controlado por Brady y sus secuaces que a través de métodos “legales” consistentes en arruinar a la competencia se han hecho con todos los negocios del pueblo, desde el saloon hasta los colmados, imponiendo precios abusivos a la población. Hasta el pueblo llegará un curioso y desarrapado forastero montado en un mulo que pronto tendrá problemas con Lucky (lugarteniente de Brady) y sus hombres, por lo que ayudado por una mujer llamada Sheila (hija de uno de los dueños arruinados de un colmado que desde el primer momento ha plantado cara a Brady), intentará acabar con esta situación.

La película tiene un comienzo prometedor con un prólogo, un tanto irónico, en el que un forastero es acribillado por Lucky y sus secuaces por haberse negado a pagar el precio desmesurado de una jarra de cerveza, terminando la escena con un plano en el que se ve un cartel dando la bienvenida a los forasteros; pero a partir de ese momento se va a desarrollar un film aburrido que cuenta con un guión repetitivo, tópico y sin imaginación de Jaime Jesús Balcázar y Gica Palli en el que da la sensación de que todo está supeditado a la sorprendente escena final con el protagonista portando una rudimentaria metralleta de su invención con la que acabará con la mayoría de pistoleros. Tampoco ayudan la dirección vulgar y por momentos descuidada (por ejemplo en la escena del enfrentamiento final anteriormente citada, que está deficientemente rodada) del poco conocido Guido Zurli (de la información que he recopilado sobre él, sólo reconocí su participación en el guión de “Sangre sobre Texas”), ni los saltos narrativos provocados por los más que probables cortes en la edición que he visto (la copia que tengo apenas dura 80 minutos, mientras que circula otra que llega a los 88).

A todo ello hay que añadir un presupuesto limitadísimo (estamos hablando de un spaghetti serie b con lo que este hecho supone en un subgénero cuyas películas no se caracterizaban por su elevado coste económico) apreciándose esta circunstancia, entre otras cuestiones, en sus escasas localizaciones; así la mayor parte de la película se desarrolla en el pueblo y en interiores que, en más de una ocasión, me dieron la sensación de ser habitaciones de estudio; y las escasas veces que la cámara sale al exterior se repite el mismo paraje en torno a un riachuelo, con independencia del lugar al que se dirijan los personajes.

En cuanto a la banda sonora obra de Marcello Gigante está al mismo nivel que el resto de los elementos de la película, careciendo incluso, como generalmente solía ocurrir en este tipo de films aunque fueran flojos, de un buen y pegadizo tema principal.

Por lo que respecta al reparto, al frente del mismo se encuentra el atlético George Martin (Francisco Martínez Celeiro) que, con su inexpresividad habitual, da vida al supuesto creador de la metralleta, un personaje muy alejado del prototipo del antihéroe del spaghetti ya que carece de las sombras y la ambigüedad moral de éste y ni tan siquiera sabe usar las armas de fuego, por lo que los tiroteos son sustituidos por abundantes peleas. Junto a él un correcto José Bódalo en un papel bastante visto en el western clásico como el alcoholizado (arrastra un pasado trágico al haber condenado a la horca a un inocente) pero lúcido y honrado juez del pueblo que se caracteriza por recitar a los clásicos (entre ellos el famoso monólogo de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare), que no acepta convertirse en una marioneta de Brady y, finalmente, también se rebelará contra él; Gia Sandri en un papel más importante del que solían tener las mujeres en este subgénero (incluso mantiene una prescindible pelea en el saloon con varias "bailarinas") y Gordon Mitchell (actor que, procedente del peplum, debutó ese año en el spaghetti) en un rol un tanto absurdo de un pistolero que se comporta como un anacoreta que vive en el desierto, al que en su día los hombres de Lucky rompieron todos los dedos de las manos salvo el pulgar, aunque nunca sabremos los motivos, y que da la sensación de que su única razón de ser es que el director pudiera filmar un tiroteo ante la posibilidad de que la película estuviera quedando bastante sosa por su escasa violencia.

En definitiva un spaghetti muy flojo, con clarísimas limitaciones presupuestarias y que carece, incluso, de un buen tiroteo decentemente rodado, por lo que creo que es sólo recomendable para aquellos que sientan verdadero interés por este subgénero.


PUNTUACIÓN:

HISTORIA. 3.
AMBIENTACIÓN: 2.
DIRECCIÓN: 3.
ACTORES: 5.
MÚSICA: 3.

MEDIA: 3,2.

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