1967
Italia
Director: Giuseppe Vari
Reparto: George Eastman, Dragomir Bojanic, Dana Ghia, Mirko Ellis, Gianni Medici, Daniele Vargas, Giuseppe Addobbati, Fabio Coplan, Paolo Figlia, Valentino Macchi, Giuseppe Castellano, Anton de Cortes, John Matthews, Paolo Reale, Max Fraser
Fotografía: Angelo Filippini
Música: Roberto Pregadio
Spaghetti de 1967 producido por una pequeña compañía, Castor Film, y dirigida por Giuseppe Vari bajo su seudónimo habitual para este subgénero de Joseph Warren, realizador y guionista que desde 1966 hasta 1971 se especializó en este subgénero rodando siete westerns, todos ellos de bajo presupuesto pero con cierto interés, entre los que destacan: “Deguello” (su debut en el spaghetti), “Un agujero en la frente” (ya comentado en este blog), “Un póker di pistola” o “Reza al muerto y mata al vivo”.
Ramón es un colono mejicano que va a sufrir en sus propias carnes el enfrentamiento existente entre agricultores y ganaderos en su región ya que, tras ser asaltado y robado, su padre es asesinado y su granja incendiada por los hombres de Barret, el magnate local dueño de una importante ganadería. Herido en un enfrentamiento con uno de los hombres de éste, será cuidado por un pistolero al que involuntariamente había salvado la vida llamado Rezza, por lo que una vez curado le pedirá que le instruya en el manejo de las armas con el único objeto de vengarse de Barret. Entre ambos hombres solitarios surgirá una sincera amistad que el destino se encargará de poner a prueba.
El spaghetti, por tanto, a través de un curioso guión de Augusto Caminito (colaborador habitual en los westerns de Vari además de haber firmado el original e inusual para este subgénero libreto de “Los profesionales del oro”), en el que prima el desarrollo de la historia y las relaciones entre los personajes frente a la acción mecánica y que cuenta con unos diálogos más cuidados de lo que era habitual, plantea dos subtramas ampliamente tratadas en el western (tanto el americano como el europeo) a través, básicamente, de la relaciones que se establecen entre dos parejas de hombres:
La para mí menos conseguida y más convencional sobre el enfrentamiento entre ganaderos, partidarios de los grandes espacios abiertos, y el de los colonos que para labrar la tierra recurren a las cercas como elementos delimitadores de la propiedad, con la particularidad de que en este caso, y según las palabras del padre de Ramón, fueron los agricultores los que llegaron primero y convirtieron un erial en una zona productiva; enfrentamiento simbolizado en la lucha, casi de carácter personal, mantenida por Barret (ganadero) y Stevens (colono) que a la postre son las dos caras de la misma moneda, hombres que se sirven de la violencia, bien directamente o a través de otros, para aniquilar a sus contrarios e imponer su estilo de vida.
La mucho más interesante y, creo, lograda sobre la típica historia maestro alumno representada por el pistolero Rezza y el mejicano Ramón, de una gran autenticidad y que eleva, para mi gusto, la película por encima de la media del género. Así nos encontramos con dos personas solitarias, en el caso del primero por su profesión (le llega a decir a Ramón que entre él y la sociedad existe un muro y que “la gente te respetará, te tendrá miedo pero no te querrá. Estás a este lado del muro. Solo”) y en el caso del segundo por su condición de mejicano (aunque no se profundiza, el guión hace continuas alusiones a la marginación de la población mejicana y el racismo de los yanquis; así por ejemplo cuando en un primer momento Ramón se niega a tomar las armas junto al resto de colonos, uno de ellos le echa en cara su condición de mejicano, tras caer herido en el enfrentamiento con un ganadero la dueña del saloon le pide a Rezza que se lo lleve porque si no al ser mejicano le echarán las culpas a él; además de presentar a los mejicanos como personas pacíficas que sufren la violencia de los americanos, cuya cultura está más apegada a las armas) que van a establecer unos vínculos muy estrechos sin saber que el destino les depara una terrible sorpresa ya que se verán impelidos a enfrentarse para poder cumplir con sus respectivas obligaciones, de carácter profesional en el caso del pistolero (cumplir con su contrato) y de carácter moral por parte de Ramón (vengar a su padre). Incluso, por primera vez, justo antes de enfrentarse, Rezza antepondrá su amistad a su profesionalidad y le dará la oportunidad a Ramón de escapar con su caballo, aunque ambos saben que es una opción imposible.
Es en esta subtrama, en la que Rezza le irá enseñando los trucos de su oficio a Ramón (“primero dispara y luego habla”, “dispara cinco veces y carga, así siempre tienes una bala disponible”, “tienes ventaja si tienes el sol a tu espalda”, “las matemáticas lo son todo, tienes que contar siempre: pasos, disparos, minutos”, etc) donde podemos encontrar ciertos paralelismos con dos grandes spaghettis rodados ese mismo año: “De hombre a hombre” y, sobre todo, “El día de la ira”, pero lo cierto es que, por lo que he podido leer, la película que nos ocupa se estrenó varios meses antes que la citada en último lugar. En todo caso, como en estos dos, e incluso de forma más acentuada, se tiende a desmitificar a la figura del pistolero que nada tiene que ver con el del western clásico. Así Rezza aparece como un profesional frío al que no le importa a quién vaya a matar y las razones por las que va a morir ese hombre, su oficio es ese y sólo le preocupa cobrar; es más, ni tan siquiera le dará una oportunidad a su futura víctima retándola a un duelo sino que la matará a sangre fría con un rifle de mira telescópica; es por tanto un asesino. Él mismo es consciente de la persona en la que se ha convertido y así se lo reconoce a Ramón: “Debes olvidarte de que eres un hombre. Debes sentirte como un animal. Si te niegas a hacerlo el sobrevivir te resulta difícil”. Su oficio, por tanto, carece de nobleza y en él tan importante como la rapidez son una serie de trucos que le permiten conservar su vida. Además su estilo de vida carece del glamour reflejado en otros largometrajes: vive en una especie de chamizo y su forma de vestir contrasta notablemente con la de Barret, personaje que le contrató, e incluso con la de Stevens, individuo al que tiene que asesinar.
Por lo que respecta a la labor de dirección de Giuseppe Vari creo que acierta con el ritmo pausado que requería la película y consigue en gran parte de la misma transmitir el dramatismo de la historia que está contando, aunque desde el punto negativo se puede señalar el abuso del zoom, alguna transición rápida entre escenas y la parte final que parece un tanto precipitada como si faltara alguna secuencia y choca con el ritmo de la mayor parte del film, hecho que no sé si se debe a que la versión que he visto no sea la completa o que alguna escena se quedase en la sala de montaje ante la posibilidad de que la película se estuviera alargando en demasía.
En cuanto a la banda sonora, fue compuesta por Roberto Pregadio, autor de la extraordinaria música de “Tierra de gigantes” y que volvería a colaborar con Vari con sus estupendas composiciones para “Un agujero en la frente”. En este caso cuenta con un gran tema principal, que comienza con el melancólico sonido de una guitarra a la que se le van sumando poco a poco el resto de instrumentos, muy apropiado para la historia que se cuenta. La única pega es que el tema con distintas variaciones (con protagonismo de la armónica o de la trompeta) tiende a repetirse en exceso a lo largo del largometraje.
Por último respecto a los actores, al frente del reparto y para dar vida a los dos personajes principales, más perfilados de lo que era habitual en este subgénero y con muchos matices (sobre todo la figura del pistolero), nos encontramos con Anthony Ghidra, intérprete yugoslavo cuyo verdadero nombre era Dragomir Bojanic, y a George Eastman, nacido como Luigi Montefiore. Ambos constituyen otro activo del film.
El primero encarna de forma memorable a Rezza (su interpretación me parece que está casi a la altura de las de los grandes del spaghetti), transmitiendo con una economía de medios notable todo el cansancio y hartazgo de su personaje, un hombre solitario que tan sólo desea retirarse para poder formar una familia. Gracias a su interpretación consigue que su pistolero nos repugne y nos atraiga a la vez. Frente a él un estupendo Eastman como Ramón, un hombre que, debido a las injusticias que va a padecer, evolucionará notablemente a lo largo del film convirtiéndose en un frío pistolero (su mirada es amenazadora) cuya única meta será acabar con Barret aunque eso suponga enfrentarse al único verdadero amigo que ha tenido o, incluso, su propia muerte (moral y física), comprobando, como le dijo su padre, que “la venganza es fácil e inútil. Te deja la boca amarga como la fruta verde”. Junto a ellos nos encontramos con unos convincentes Daniele Vargas como el sibilino Barret y Mirko Ellis en el papel del violento y poco inteligente Stevens, y a Dana Ghia en el rol de la dueña del saloon, el personaje menos logrado y bastante difícil de entender ya que parece preocuparse sinceramente por Ramón pero al mismo tiempo delata sus planes a Barret provocando todo el drama posterior.
En definitiva me ha parecido un notable spaghetti, a pesar de algunos fallos en el guión (creo que se escribió en dos o tres días), algún desequilibrio y la falta de un presupuesto superior, pero en todo caso muy recomendable.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 7
AMBIENTACIÓN: 6
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 8
MÚSICA: 7
MEDIA: 6,8
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 7
AMBIENTACIÓN: 6
DIRECCIÓN: 6
ACTORES: 8
MÚSICA: 7
MEDIA: 6,8
3 comentarios:
No la he visto, pero por lo que he leido en la reseña debe tener buena pinta.
Una peli interesante, sí señor.
Muy buena reseña para una peli muy estimable, beneficiada a mi juicio por un extraordinario doblaje, al menos en mi copia VHS.
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