1973
España/Italia
Director: Mario Bianchi
Reparto: Sergio Ciani, William Berger, Frank Braña, Fernando Bilbao, Gilberto Galimberti, Celine Bessy, Francisco Sanz, Welma Truccolo, Ettore Ribotta, Sergio Dolfin, Stefano Oppedisano, Francesco D'Adda, Aldo Cecconi, Angelo Boscariol, Filippo Perego, Rodolfo Lodi, Aldo Sisti, Duilio Olmi, Lorenzo Robledo
Fotografía: Emilio Foriscot
Música: Gianni Ferrio
Tardía coproducción italo-española de 1973 dirigida por Mario Bianchi, en esta ocasión bajo el seudónimo de Frank Broston, realizador cuyos primeros pasos como director están muy relacionados con este subgénero, ya que sus cuatro primeros filmes fueron spaghettis: la curiosa “La muerte llega arrastrándose” de 1972 con la que debutó tras la cámara, la fallida y ya comentada “La máscara de cuero” de 1975 (ambos filmes además tienen en común la fuerte presencia de elementos giallescos), la desconocida para mí “Más fuerte hermanas” también de 1973 y ésta que nos ocupa, para, tras rodar varias películas de todo tipo de géneros, especializarse a mediados de la década de los ochenta en el cine para adultos con una serie de filmes protagonizados por la estrella porno Marina Hedman.
Subproducto que muestra la decadencia de este subgénero durante la década de los setenta. Así nos encontramos con un guión, en el que participaron entre otros el también director Alberto Cardone y el español Eduardo Manzanos Brochero, que pivota sobre la venganza, tema recurrente en este género, en este caso por partida doble puesto que Machedo desea vengar la muerte de su hermano a manos de Mulligan, mientras que en la caza del sicótico bandido por parte de este último pesa mucho este sentimiento (al comienzo de la película, tras haber sufrido una emboscada, Mulligan ante la tumba de dos de sus soldados se retrata al señalar: “Lo siento muchachos, no he podido acompañaros a casa pero también os vengaré a vosotros”), sentimiento que, lógicamente, se agudizará tras ser apresado y torturado. Pero el libreto, tras un comienzo prometedor, además de acusar su falta de originalidad se revela carente de ideas, por lo que éstas son sustituidas por las típicas escenas de cabalgadas, tiroteos, peleas, persecuciones y torturas, en las que se recrea con un gusto dudoso el director, con el único objetivo de llegar a una duración estándar. Al mismo tiempo presenta situaciones escasamente lógicas (¿Para qué se queda Machedo en el banco simulando que le han robado?, ¿Por qué se dejan ver los forajidos cuando siguen a Mulligan con el objeto de que les lleve al lugar del botín?); y cuenta con unos diálogos escasos que oscilan entre la pretenciosidad y solemnidad (en la parte final del filme Mulligan le dice a una india aparecida de repente en el pueblo fantasma de Blakston Hill y con la que parece mantener algún tipo de relación en ningún momento explicada: “Sabes que he olvidado que en el mundo pueda existir el amor”), el tópico más absoluto (Machedo se pregunta “¿Quién me puede odiar? El que podía hacerlo no ha tenido tiempo”) y la ridiculez.
Esta decadencia se muestra también en la dirección escasamente inspirada por parte de Bianchi, ya que aunque en su haber hay que anotar el intento, alejado de la moda imperante de los spaghettis cómicos, de hacer un euro western serio y la atmósfera sombría que destila toda la película, su trabajo se caracteriza por la precipitación, la utilización constante del molesto y poco elegante zoom y por ciertas carencias a la hora de narrar los acontecimientos. Así, por ejemplo, como le ocurrió en el tiroteo final de “La máscara de cuero”, en la emboscada del inicio del largometraje se echa en falta un plano general que sitúe tanto a los sudistas como a los nordistas, ya que al carecer del mismo la refriega resulta bastante confusa.
No obstante lo comentado sobre el guión y la dirección, en donde se hace más evidente este declive es en el escaso presupuesto con el que se contó, lo que queda reflejado en unos decorados destrozados por el paso del tiempo, hecho que puede entenderse en el caso del pueblo de Golden City (Eduardo Manzanos Brochero además participó como productor, junto a la productora italiana New Films, a través de su compañía Copercine, Cooperativa Cinematográfica) al tratarse de un poblado fantasma, pero no respecto al fuerte del inicio en donde tiene lugar una escena bastante cutre por la falta de extras (la fortaleza es defendida por unos diez soldados) y la ciudad en donde se desarrolla parte de la acción, cuyos edificios parece que están a punto de caerse a pedazos. Igualmente ocurre con la escasa decoración de los interiores, con un vetusto y escaso mobiliario que da la sensación de haber sido comprado al primer chamarilero que encontraron.
Por lo que respecta a la banda sonora de Gianni Ferrio, ésta constituye otra decepción, no porque sea mala puesto que cuenta con un gran tema, “That man”, cantado por la habitual Ann Collin, sino porque resulta totalmente inapropiada al ser una mezcla de jazz-pop al estilo de las composiciones de la época propias de Burt Bacharah. Además esta composición se repite sin ningún tipo de intención dramática (por ejemplo se escucha durante una de las persecuciones) en distintas variaciones instrumentales, especialmente con predominio de un piano, versión que se me antojó más propia para ilustrar una escena urbana nocturna o una secuencia de un film negro desarrollada en el típico garito que para un western.
El fiasco de la película persiste con la elección del protagonista. Un soso e inexpresivo Alan Steel, en realidad Sergio Ciani. Éste era un actor italiano procedente del cine de espadas y sandalias con alguna incursión en el spaghetti como “Sansón y el tesoro de los Incas” (largometraje olvidable mezcla de aventuras y western) o la rareza turco-italiana “KüÇük kovboy”. En este filme, además de dar muestras de sus carencias interpretativas, presenta un aspecto setentero (pelo largo, patillas, amplio bigote) poco apropiado para un soldado unionista lo que resta, aún más, credibilidad a su interpretación. Menos mal que como enemigo aparece William Berger, de lo mejor de la película, dando vida estupendamente al perturbado y sádico Machedo, y en un corto papel el gran Paco Sanz, uno de esos secundarios de lujo que solían estar por encima de los largometrajes y personajes que le tocaban en suerte, en el rol de un ex soldado nordista que prestará su apoyo a Mulligan y cuya contribución se antojará fundamental en el duelo entre éste y Machedo. También es de agradecer que Frank Braña, habitual de este género y sobrio actor, cuente con un papel más largo de lo que en él era normal, mostrándose creíble como Quincy, uno de los hombres de Machedo que protagonizará la mejor pelea de la película.
En definitiva un flojísimo, oscuro y violento euro western del que sólo puedo salvar algunas actuaciones y el tiroteo final con sorpresa incluida, más cuidado que el resto de la película, en el que se luce Emilio Foriscot como director de fotografía, sobre todo en la iluminación de los interiores, y que cuenta con una atmósfera fantasmal en la que el protagonista, que parece poseer el don de la ubicuidad, se comporta como un ser de ultratumba.
PUNTUACIÓN:
AMBIENTACIÓN: 2
DIRECCIÓN: 4
ACTORES: 5
MÚSICA: 3
MEDIA: 3,6
Acabo de leer que ha fallecido el actor Frank Braña.
ResponderEliminarDesde aquí mi recuerdo.
Un gran actor.
Un spaghetti mediocre. Berger está en piloto automático y Alan Steel no tiene el talento necesario para el papel de oficial militar.
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Pedro Pereira
http://por-um-punhado-de-euros.blogspot.com
http://auto-cadaver.posterous.com
Por cierto, acabo de caer en que el tema "That man" lo tomaron prestado de "Reza al muerto, mata al vivo". Cuando lo escuché por primera vez me sonó mucho pero no pude identificar en qué película lo había oido antes.
ResponderEliminarHace tiempo que tengo esta película pero no la he visto, y por vuestros comentarios creo que no voy a perder el tiempo con ella, jeje.
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