Italia
Director: Maurizio Lucidi
Director: Maurizio Lucidi
Reparto: Robert Woods, Luciana Gilli, Enrico Crisa, Ignazio Spalla, Umberto Raho, Piero Vida, Carlo Gaddi, Brigitte Wentzel, Fred Coplan, Luigi Casellato, Poldo Bendandi, Mirella Panfili, Simon Lafitte, Giuseppe Castellano, Elio Angelucci , Fred Coplan, Mauro Mannatrizio, Gino Barbacane, Osiride Peverello
Guión: Fernando di Leo, Adriano Bolzoni, Augusto Caminito
Fotografía:Franco Villa
Müsica: Coriolano Gori
Producción italiana de 1966 que supuso el segundo largometraje, tras haber rodado un “péplum” el año anterior, de Maurice A. Bright, en realidad Maurizio Lucidi, un director con una filmografía no demasiado extensa, con cuatro spaghettis en su haber, y poco relevante que, en esta ocasión, contó como protagonista con Robert Woods, un espigado actor norteamericano “descubierto” por los hermanos Balcázar al que le ofrecieron un contrato para protagonizar varios spaghettis, entre ellos “Los pistoleros de Arizona” y “Viva Carrancho” en los que compartió protagonismo con Fernando Sancho, que se convertiría en una de las presencias recurrentes de este subgénero (protagonizó más de veinte spaghettis en diez años) aunque generalmente en largometrajes de bajo presupuesto. Este hecho quizás pueda explicar su menor popularidad frente a otros actores a pesar de su versatilidad, lo que le llevó a interpretar desde héroes clásicos más propios de los westerns serie b como es el caso de Johnny Blith en “Starblack”, pasando por personajes más ligeros y desenfadados como el de Gregor McGregor en “Siete pistolas para los McGregor” o malvados como el explotador dueño de la mina de “Viva Carrancho”, hasta personajes más graves, en los que para mí estuvo sobresaliente, como el perturbado asesino de “Black Jack”, el alcoholizado pistolero que no puede huir de su pasado de “El puro se sienta, espera y dispara” o el personaje que interpreta en la película que nos ocupa. Además frente a la mayoría de los principales actores de este subgénero que se forjaron un prototipo de antihéroe, como es el caso de, por ejemplo, Franco Nero, por lo menos en sus primeros westerns, y Anthonny Steffen que, siguiendo la escuela de Eastwood, generalmente interpretaron a personajes taciturnos y lacónicos; Giuliano Gemma al que mayormente se le recuerda por sus actuaciones más dinámicas y expansivas, siempre con la sonrisa en los labios; Gianni Garko caracterizado por sus elegantes e irónicos pistoleros; George Hilton que aportó un carácter más desenfadado al antihéroe típico de este subgénero; o Fernando Sancho que generalmente dio vida al prototipo de mejicano dicharachero y excesivo; a Robert Woods, en principio, no se le identifica con ningún estereotipo, lo que creó a larga quizás le perjudicase.
SINOPSIS: Los habitantes de Houston viven aterrorizados por la banda de Joe Clane que ha tomado el pueblo en su intento por recuperar el producto del robo del banco de Laredo, 80.000 dólares, escondido en Houston por un traidor con ayuda de un vecino cuya identidad desconocen. Hasta allí llegará Pecos Martínez, un enigmático pistolero mejicano tan rápido con el revólver como parco en palabras, que tiene una dolorosa cuenta pendiente con Joe. El enfrentamiento será inevitable.
Interesante spaghetti que desarrolla dos subtramas (el intento de recuperar el botín por parte de unos sanguinarios pistoleros que no se detienen ante nada y ante nadie, y el ajuste de cuentas entre Pecos y Joe) presididas por la codicia, la venganza, la violencia y el racismo, y perfectamente entrelazadas gracias a un hábil y esquemático guión del especialista Adriano Bolzoni, aunque escasamente original tanto en las situaciones (cabalgadas, palizas al antihéroe) como en los temas desarrollados, y que es claramente deudor de la película “Django”, desde la primera y sobresaliente escena en la que vemos vagar por un desierto a Pecos cargando con una silla de montar hasta aquella desarrollada en el cementerio en la que vemos la tumba de su familia, pasando por ciertos personajes (el avaricioso predicador recuerda a aquél al que cortaba una oreja el general Rodríguez), el escenario en donde se desarrolla la acción (un pueblo fronterizo con apariencia fantasmal tomado por unos pistoleros) o ciertos guiños como el hecho de que en el pasado al médico le destrozarán las manos como le ocurría al personaje encarnado por Franco Nero.
Como elemento más llamativo de la película nos encontramos con el propio personaje de Pecos, ya que, en una clara inversión de los papeles, nos vamos a encontrar a un mejicano dando vida a un personaje reservado a los estadounidenses. Así, hasta ese momento los personajes de nacionalidad mejicana habían aparecido como grandes terratenientes, humildes campesinos víctima de la violencia estadounidense o de sus propios gobernantes, forajidos o, en el mejor de los casos, como compañero del protagonista; pero aquí nos encontramos con un mejicano que actúa como el típico antihéroe de los spaghettis y presenta la mayoría de sus características.
Al mismo tiempo me ha llamado la atención, quizás también como consecuencia de la influencia de “Django”, la crudeza y violencia de determinadas escenas máxime si tenemos en cuenta el año de su realización. De esta forma veremos arrastrar sin contemplaciones a un individuo que ha recibido varios balazos y se está desangrando, asistiremos a dos intentos de violación, contemplaremos como es asesinado a sangre fría y sin ningún tipo de remordimiento un indefenso personaje al mismo tiempo que es torturada una mujer e, incluso, contemplaremos cómo el protagonista se ensaña con uno de los pistoleros acribillándole a balazos y la forma brutal con la que calma su sed de venganza en la secuencia final; escenas en las que, además, no se nos ahorra la visión de la sangre.
Por lo que respecta a Maurizio Lucidi creo que consigue una película ágil, sin tiempos muertos y en las que las abundantes escenas de tiroteos y peleas no parecen meros rellenos para alargar el filme; además de rodar varias secuencias muy buenas, como la ya mencionada del inicio o aquella en la que varios forajidos golpean al héroe y sitúa la cámara fuera del saloon, por lo que vemos la paliza a través de los cristales satinados. Su trabajo, además, estuvo beneficiado por la gran labor de Franco Villa como director de fotografía.
En cuanto a la banda sonora, compuesta por Coriolano Gori, cuenta con un gran y apropiado tema principal, “The ballad of Pecos” muy bien cantado por Bob Smart pero se trata de una copia descarada del gran éxito de The Animals “The house of the rising sun”. También se puede escuchar repetidas veces otro tema de corte épico bastante aceptable.
Otro de los aspectos sobresalientes es la dirección de actores lo que redunda en las buenas interpretaciones de todos ellos. Robert Woods está impecable como el pistolero mejicano Pecos que se muestra en su venganza tan brutal como los pistoleros con los que quiere acabar. Pier Paolo Capollini, en su única incursión en este subgénero, está muy acertado encarnado a Joe Kline, el despiadado jefe de la banda de forajidos. Umberto Raho está realmente bien en su papel de avaricioso, traicionero y peculiar predicador, mientras que la banda de Kline está interpretada por habituales como Peter Carsten, la mano derecha de aquél, Max Deane, en realidad Massimo Righi o, en sus primeros papeles dentro de este subgénero, George Eastman, cuya enorme presencia física y buen hacer no pasó desapercibido participando a continuación en dos filmes de Ferdinando Baldi y otros dos de Giussepe Vari, y Pietro Maletanza, alias Peter Martell. Estos dos últimos coincidirían, en esta ocasión en roles positivos, en la estimable “Chiakmull”.
Como curiosidades comentaros que el encargado de los decorados fue Demofilo Fidani que al año siguiente debutaría tras la cámara recibiendo el apelativo del Ed Wood del spaghetti, mientras que como cameraman aparece el futuro rey del porno italiano Joe D’Amato.
Por último comentaros que la película gozó del suficiente éxito para unos meses después rodarse una segunda parte de las aventuras de Pecos con, prácticamente, el mismo equipo que se tituló “Pecos y el tesoro de Moctezuma”.
En definitiva, un oscuro, violento y no demasiado conocido euro western que, a pesar de su falta de originalidad y sus evidentes carencias presupuestarias (la mayor parte de la historia se desarrolla en el mismo escenario), creo que no defraudará a los amantes de este subgénero ya que ofrece lo que se espera de un buen spaghetti, además de estar aceptablemente narrado y contar con personajes bien perfilados y creíbles.
Guión: Fernando di Leo, Adriano Bolzoni, Augusto Caminito
Fotografía:Franco Villa
Müsica: Coriolano Gori
Producción italiana de 1966 que supuso el segundo largometraje, tras haber rodado un “péplum” el año anterior, de Maurice A. Bright, en realidad Maurizio Lucidi, un director con una filmografía no demasiado extensa, con cuatro spaghettis en su haber, y poco relevante que, en esta ocasión, contó como protagonista con Robert Woods, un espigado actor norteamericano “descubierto” por los hermanos Balcázar al que le ofrecieron un contrato para protagonizar varios spaghettis, entre ellos “Los pistoleros de Arizona” y “Viva Carrancho” en los que compartió protagonismo con Fernando Sancho, que se convertiría en una de las presencias recurrentes de este subgénero (protagonizó más de veinte spaghettis en diez años) aunque generalmente en largometrajes de bajo presupuesto. Este hecho quizás pueda explicar su menor popularidad frente a otros actores a pesar de su versatilidad, lo que le llevó a interpretar desde héroes clásicos más propios de los westerns serie b como es el caso de Johnny Blith en “Starblack”, pasando por personajes más ligeros y desenfadados como el de Gregor McGregor en “Siete pistolas para los McGregor” o malvados como el explotador dueño de la mina de “Viva Carrancho”, hasta personajes más graves, en los que para mí estuvo sobresaliente, como el perturbado asesino de “Black Jack”, el alcoholizado pistolero que no puede huir de su pasado de “El puro se sienta, espera y dispara” o el personaje que interpreta en la película que nos ocupa. Además frente a la mayoría de los principales actores de este subgénero que se forjaron un prototipo de antihéroe, como es el caso de, por ejemplo, Franco Nero, por lo menos en sus primeros westerns, y Anthonny Steffen que, siguiendo la escuela de Eastwood, generalmente interpretaron a personajes taciturnos y lacónicos; Giuliano Gemma al que mayormente se le recuerda por sus actuaciones más dinámicas y expansivas, siempre con la sonrisa en los labios; Gianni Garko caracterizado por sus elegantes e irónicos pistoleros; George Hilton que aportó un carácter más desenfadado al antihéroe típico de este subgénero; o Fernando Sancho que generalmente dio vida al prototipo de mejicano dicharachero y excesivo; a Robert Woods, en principio, no se le identifica con ningún estereotipo, lo que creó a larga quizás le perjudicase.
SINOPSIS: Los habitantes de Houston viven aterrorizados por la banda de Joe Clane que ha tomado el pueblo en su intento por recuperar el producto del robo del banco de Laredo, 80.000 dólares, escondido en Houston por un traidor con ayuda de un vecino cuya identidad desconocen. Hasta allí llegará Pecos Martínez, un enigmático pistolero mejicano tan rápido con el revólver como parco en palabras, que tiene una dolorosa cuenta pendiente con Joe. El enfrentamiento será inevitable.
Interesante spaghetti que desarrolla dos subtramas (el intento de recuperar el botín por parte de unos sanguinarios pistoleros que no se detienen ante nada y ante nadie, y el ajuste de cuentas entre Pecos y Joe) presididas por la codicia, la venganza, la violencia y el racismo, y perfectamente entrelazadas gracias a un hábil y esquemático guión del especialista Adriano Bolzoni, aunque escasamente original tanto en las situaciones (cabalgadas, palizas al antihéroe) como en los temas desarrollados, y que es claramente deudor de la película “Django”, desde la primera y sobresaliente escena en la que vemos vagar por un desierto a Pecos cargando con una silla de montar hasta aquella desarrollada en el cementerio en la que vemos la tumba de su familia, pasando por ciertos personajes (el avaricioso predicador recuerda a aquél al que cortaba una oreja el general Rodríguez), el escenario en donde se desarrolla la acción (un pueblo fronterizo con apariencia fantasmal tomado por unos pistoleros) o ciertos guiños como el hecho de que en el pasado al médico le destrozarán las manos como le ocurría al personaje encarnado por Franco Nero.
Como elemento más llamativo de la película nos encontramos con el propio personaje de Pecos, ya que, en una clara inversión de los papeles, nos vamos a encontrar a un mejicano dando vida a un personaje reservado a los estadounidenses. Así, hasta ese momento los personajes de nacionalidad mejicana habían aparecido como grandes terratenientes, humildes campesinos víctima de la violencia estadounidense o de sus propios gobernantes, forajidos o, en el mejor de los casos, como compañero del protagonista; pero aquí nos encontramos con un mejicano que actúa como el típico antihéroe de los spaghettis y presenta la mayoría de sus características.
Al mismo tiempo me ha llamado la atención, quizás también como consecuencia de la influencia de “Django”, la crudeza y violencia de determinadas escenas máxime si tenemos en cuenta el año de su realización. De esta forma veremos arrastrar sin contemplaciones a un individuo que ha recibido varios balazos y se está desangrando, asistiremos a dos intentos de violación, contemplaremos como es asesinado a sangre fría y sin ningún tipo de remordimiento un indefenso personaje al mismo tiempo que es torturada una mujer e, incluso, contemplaremos cómo el protagonista se ensaña con uno de los pistoleros acribillándole a balazos y la forma brutal con la que calma su sed de venganza en la secuencia final; escenas en las que, además, no se nos ahorra la visión de la sangre.
Por lo que respecta a Maurizio Lucidi creo que consigue una película ágil, sin tiempos muertos y en las que las abundantes escenas de tiroteos y peleas no parecen meros rellenos para alargar el filme; además de rodar varias secuencias muy buenas, como la ya mencionada del inicio o aquella en la que varios forajidos golpean al héroe y sitúa la cámara fuera del saloon, por lo que vemos la paliza a través de los cristales satinados. Su trabajo, además, estuvo beneficiado por la gran labor de Franco Villa como director de fotografía.
En cuanto a la banda sonora, compuesta por Coriolano Gori, cuenta con un gran y apropiado tema principal, “The ballad of Pecos” muy bien cantado por Bob Smart pero se trata de una copia descarada del gran éxito de The Animals “The house of the rising sun”. También se puede escuchar repetidas veces otro tema de corte épico bastante aceptable.
Otro de los aspectos sobresalientes es la dirección de actores lo que redunda en las buenas interpretaciones de todos ellos. Robert Woods está impecable como el pistolero mejicano Pecos que se muestra en su venganza tan brutal como los pistoleros con los que quiere acabar. Pier Paolo Capollini, en su única incursión en este subgénero, está muy acertado encarnado a Joe Kline, el despiadado jefe de la banda de forajidos. Umberto Raho está realmente bien en su papel de avaricioso, traicionero y peculiar predicador, mientras que la banda de Kline está interpretada por habituales como Peter Carsten, la mano derecha de aquél, Max Deane, en realidad Massimo Righi o, en sus primeros papeles dentro de este subgénero, George Eastman, cuya enorme presencia física y buen hacer no pasó desapercibido participando a continuación en dos filmes de Ferdinando Baldi y otros dos de Giussepe Vari, y Pietro Maletanza, alias Peter Martell. Estos dos últimos coincidirían, en esta ocasión en roles positivos, en la estimable “Chiakmull”.
Como curiosidades comentaros que el encargado de los decorados fue Demofilo Fidani que al año siguiente debutaría tras la cámara recibiendo el apelativo del Ed Wood del spaghetti, mientras que como cameraman aparece el futuro rey del porno italiano Joe D’Amato.
Por último comentaros que la película gozó del suficiente éxito para unos meses después rodarse una segunda parte de las aventuras de Pecos con, prácticamente, el mismo equipo que se tituló “Pecos y el tesoro de Moctezuma”.
En definitiva, un oscuro, violento y no demasiado conocido euro western que, a pesar de su falta de originalidad y sus evidentes carencias presupuestarias (la mayor parte de la historia se desarrolla en el mismo escenario), creo que no defraudará a los amantes de este subgénero ya que ofrece lo que se espera de un buen spaghetti, además de estar aceptablemente narrado y contar con personajes bien perfilados y creíbles.
PUNTUACIÓN:
HISTORIA: 7
AMBIENTACIÓN: 5
DIRECCIÓN: 7
ACTORES: 7
MÚSICA: 5
MEDIA: 6,2
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